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Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 60. El abismo ilusorio. Libertad y autorresponsabilidad

Saludos, mis queridísimos amigos. Bendita sea esta noche; bendiciones para todos ustedes.

Todos saben, amigos míos, que los pensamientos, los sentimientos, las actitudes y las convicciones crean formas; formas que son tan reales como la materia terrenal. Cuanto más profunda y fuerte es una convicción, más duraderas y sustanciales son estas formas. Existen en su alma y existen al mismo tiempo en el mundo del espíritu. Si ustedes albergan actitudes, opiniones, convicciones y emociones verdaderas, estas formas existirán en un mundo de luz y, en el alma, crearán y les traerán felicidad, armonía y lo que podrían llamar buena suerte. Las formas de la verdad en el alma están hechas de una sustancia cuya duración es permanente. Nunca se disolverán, ni podrán destruirse jamás.

Las convicciones y emociones falsas o irreales tienen el carácter opuesto. Pueden durar un rato, pero su durabilidad se limita a la cantidad de tiempo que prevalezcan estas actitudes en la personalidad. Cuanto más fuertes son estas convicciones y actitudes, pensamientos y emociones, mayor es su impacto y más sustancial es su forma.

En ocasiones he descrito este camino que recorren hablándoles de paisajes como los que conocen en la Tierra. Hay arbustos y matorrales, salientes estrechas y precipicios. A veces el tránsito es duro y tedioso, y el camino empinado y pedregoso. En otras ocasiones se encuentran ustedes en un prado de descanso y luz hasta que están listos para enfrentarse al siguiente obstáculo. Todo esto no es sólo simbólico. Estas formas verdaderamente existen. Son el producto de sus actitudes y convicciones interiores, de sus pensamientos y emociones. Muchos de ellos crean obstáculos a través de los cuales tienen que buscar a tientas su camino.

Cuanto más inconscientes son estas actitudes, convicciones y conclusiones erróneas, más poderosas son. Esto es lógico, ya que lo que se ha traído a la luz de la conciencia, si es incorrecto, es susceptible de corregirse. Se abre a la consideración y, por lo tanto, se vuelve flexible y puede cambiar. En su vida diaria pueden experimentar sucesos que cambien una convicción consciente. No obstante, si no son conscientes de una conclusión o actitud, ésta no se expone y no puede ser reconsiderada y modificada: es rígida; y cuanto más rígida es una forma, más fuerte es su sustancia. Si así ocurre con una forma creada a partir de la falsedad, fácilmente verán que debe convertirse en un obstáculo tremendo en su vida.

Si tan sólo pudieran entender que todos los pensamientos y emociones son formas, objetos y cosas reales, entenderían mejor por qué es tan importante que descubran su inconsciente y vean lo que contiene. Estas formas varían en sustancia, fuerza y forma de acuerdo con lo que representan, con lo fuertes que son las convicciones y lo que se asocia a ellas. Esto, a su vez, depende del carácter y el temperamento de la persona.

Ahora me gustaría hablar de una forma común del alma que, hasta cierto grado, existe en todos los seres humanos. La llamaré el “abismo ilusorio”. Hay un abismo en cada uno de ustedes. Este abismo es completamente irreal, y sin embargo parece muy real mientras no hayan dado los pasos necesarios para descubrir su carácter ilusorio.

Cuando no pueden soltar su voluntarismo, que tal vez no necesariamente signifique que desean algo malo o dañino, o cuando no pueden aceptar la imperfección de este mundo, que significa que no pueden hacer que la vida y las personas sean tal como ustedes lo desean, aunque ustedes deseen lo correcto, les parece que han caído en un abismo. Tal vez nunca hayan traducido estos sentimientos en estos términos. Pero si los analizan, verán que es así. Existe en ustedes el fuerte temor de que cualquier ocurrencia contraria a su voluntad entrañe un peligro. No necesito decir que esto no se aplica a todas las situaciones, a toda su personalidad, ni siquiera a todas las áreas de su vida.

Pero si trabajan en esta dirección y examinan sus reacciones emocionales a ciertos incidentes, se darán cuenta del abismo ilusorio que existe en ustedes. Les pido que no crean en mis palabras. ¡Experimenten ustedes la verdad de esto!

El abismo varía en profundidad y anchura. Sólo volviéndose conscientes de su existencia y descubriendo gradualmente su irrealidad podrán disolver esta forma, poco a poco. Esto sólo puede suceder si, en un momento u otro, se rinden a él. En otras palabras, a lo que parece tan difícil ceder, lo que parece una amenaza personal, realmente no es ninguna amenaza. Si alguien no los acepta, o actúa en forma contraria a sus expectativas, esto en sí no es una amenaza. Tampoco es un desastre que tengan que aceptar su propia insuficiencia. Empero, no pueden descubrir que esto es cierto a menos que transiten por la experiencia. Sólo después de aceptar su insuficiencia o la de otro en las áreas en las que hasta ahora difícilmente podían hacerlo, sólo después de renunciar a su propia voluntad allí donde se aferraban a ella como si su vida estuviera en peligro, podrán convencerse verdaderamente de que nada adverso les sucede. Mientras este abismo exista en su alma, les parece que corren un grave peligro si ceden o sueltan. Parecen caer en el abismo. El abismo sólo puede desaparecer si se dejan caer en él. Entonces y sólo entonces aprenderán que no se estrellan y mueren, sino que flotan bellamente. Verán entonces que lo que los ponía tensos de miedo y angustia era tan ilusorio como este abismo.

Así que repito: el abismo no puede desaparecer por sí solo. Únicamente podrá desvanecerse de su alma y de su vida cuando se hayan arrojado a él. La primera vez exigirá un gran esfuerzo de su parte, pero cada vez que lo intenten de nuevo será más fácil.

Espero que no me malentiendan. No quiero decir que deban renunciar a algo innecesariamente, o sólo porque es algo que los hace felices. Ni siquiera me refiero a renunciar a algo que tienen o poseen. Tampoco hablo de los miedos realistas que pueden encarar constructivamente. Me refiero sólo a los pequeños miedos sutiles de su alma, de la frustración y angustia que no entienden bien y para las que muchas veces encuentran racionalizaciones tan pobres. Cuando una persona cercana no está de acuerdo con ustedes o tiene ciertos defectos, pueden sentirse tensos y llenos de angustia. Si analizan estos sentimientos, descubrirán que equivalen a sentirse en peligro porque su mundo de utopía ha resultado ser irreal. Éste es el miedo fantasma que los hace creer que su vida está en peligro. De lo contrario no estarían tan temerosos. Éste es el abismo en el que deben dejarse caer para que se encuentren flotando en vez de muriendo.

La última vez hablé de la función de la utopía en la personalidad humana. Dije que el bebé que hay en ustedes desea todo de la manera en que lo quiere, como lo quiere y cuando lo quiere. Pero la cosa no se queda allí. Este deseo incluye la libertad completa sin responsabilidad. Quizás no se den cuenta de que desean precisamente esto. Pero estoy seguro de que al investigar algunas de sus reacciones y preguntarse lo que verdaderamente significan, cuando llegan a la raíz sin duda descubren que esta parte infantil de ustedes desea justamente eso. Quieren tener sobre ustedes una autoridad benigna que dirija su vida de todas las maneras en que lo desean. Quieren una libertad absoluta en todos los sentidos; quieren tomar decisiones y elegir opciones independientes. Si éstas resultan acertadas, el mérito es de ustedes. Sin embargo, no quieren ser responsables de nada malo que ocurra. Entonces se niegan a ver la conexión entre un suceso y sus propias acciones y actitudes. Logran tapar tan eficientemente estas conexiones que, después de un tiempo, deben hacer un gran esfuerzo por sacar la conexión a la luz. Esto se debe a que desean hacer a esta autoridad responsable de las cosas negativas tan sólo.

Muchos de mis amigos que han progresado mucho en este Pathwork confirmarán que esta parte existe en ellos. A final de cuentas, este pensamiento o actitud inconsciente equivale precisamente a eso: desean libertad sin autorresponsabilidad. Así, desean un dios consentidor e indulgente, como un padre que echa a perder a su hijo. Si no pueden encontrar a este dios—y desde luego que no lo encuentran—él se convierte en un monstruo ante sus ojos y le dan la espalda a Dios por completo.

Las expectativas que tienen de este dios las proyectan también a los seres humanos, ya sea a una persona o grupo de humanos específico, o a una filosofía, credo o maestro. No importa ni quién ni qué. En todo caso, su comprensión de la imagen de Dios [cf. Conferencia 52] inconsciente no estará completa a menos que incluyan en ella este elemento tan básico.

Es sumamente importante que encuentren dentro de ustedes esa parte donde desean la libertad sin autorresponsabilidad. Con nuestro método de trabajo, no debería ser demasiado difícil encontrar las muchas áreas donde desean justamente eso. Este deseo puede ser extremo, aunque suele estar escondido y sólo pueden detectarlo de una manera indirecta. No puedo mostrarles cómo deben hacerlo porque la detección varía con cada individuo. Sin embargo, tendré gusto de señalarle el camino a cada uno de ustedes si así lo desean. No puede haber una sola excepción. Todos ustedes tienen precisamente esta esperanza y deseo por lo menos de alguna manera: la libertad sin autorresponsabilidad en grado máximo. Tal vez deseen asumir la autorresponsabilidad en algunas áreas de su vida, a menudo en acciones superficiales y exteriores. Pero en la última, más profunda y más importante actitud hacia la vida en su conjunto siguen rechazando la autorresponsabilidad, y sin embargo desean la libertad más completa.

Si piensan en esto concienzudamente, con seguridad verán que es una imposibilidad. En la medida en que transfieren la responsabilidad de ustedes a otros, limitan su propia libertad. Se vuelven esclavos. Es tan sencillo como eso.

Observarán la misma ley en acción incluso en el mundo animal. Una mascota no tiene libertad, pero no es responsable de conseguir su comida y su techo. Un animal es libre, o más libre, pero es responsable de ver por sí mismo. Esto debe aplicarse mucho más a la Humanidad. Adondequiera que miren, verán que no puede ser de otra manera: a mayor libertad, mayor responsabilidad. Si no desean responsabilidad de acuerdo con el grado de su capacidad, tienen que renunciar a la libertad. De una manera superficial esto se aplica a prácticamente todo, desde su elección de una profesión hasta la elección de su gobierno. Pero el área en que la Humanidad ha pasado por alto la verdad básica, que la libertad no puede existir sin autorresponsabilidad, no está fuera sino dentro del alma humana, y en la actitud humana hacia la vida como tal.

El niño pequeño que hay en ustedes no ve ni quiere ver esa conexión. Quiere una cosa sin la otra, y lo que quiere no existe; es ilusión o utopía. El precio de la ilusión es sumamente alto. Cuanto más quieren evadir el pago del precio natural y justo—en este caso la autorresponsabilidad por la libertad—más pesada se vuelve la cuota. También esto es una ley inalterable. Cuanto más conozcan el alma humana, más claramente observarán esto. Todas las enfermedades del alma se basan justamente en eso: en la evasión del pago del precio debido. Existe un fuerte deseo e insistencia en tener las dos cosas, que es la manera fácil.

A final de cuentas, el precio que pagan por la evasión es exorbitante, amigos míos. Todavía no lo saben, pero lo sabrán si toman este camino específico. Parte del precio es el esfuerzo constante que desperdician tratando de hacer que la vida se adapte por la fuerza al molde de su ilusión a este respecto. Si tan sólo pudieran ver todo el esfuerzo emocional interno, se estremecerían, porque toda esta fuerza podría usarse de manera muy diferente. Soltar la ilusión y asumir una autorresponsabilidad plena les parece tan difícil que el temor de hacerlo se convierte en buena parte del abismo. Parecen pensar que van a caer en él si realmente asumen su propia responsabilidad. Por lo tanto, constantemente se esfuerzan por evitarla, se refrenan, y esto consume fuerza.

Pueden ver ahora que renunciar al mundo de la utopía les parece el abismo. Renunciar a la utopía les parece el mayor de los peligros y se defienden de él con toda la fuerza de sus músculos espirituales. Se alejan del abismo y pierden fuerza valiosa a cambio de nada. Renunciar a su utopía les parece el más terrible de los sufrimientos. El mundo se vuelve desolado y sin esperanza, sin ninguna oportunidad para la felicidad, porque su concepto de felicidad en una parte de su mente inconsciente significa la perfección completa en todos los sentidos. Pero todo esto no es cierto. Renunciar a la utopía no hace que el mundo sea un lugar de desolación. No necesitan desesperarse por el hecho de soltar un deseo y aventurarse a lo que muchas veces les parece aterrador. La única manera en que pueden descubrir la ilusión de este miedo, de este abismo en su cualidad fantasmal, es, en primer lugar, visualizar, sentir y experimentar su existencia en ustedes en las diversas manifestaciones y reacciones de su vida diaria, y luego arrojarse a él. De otra manera no se disolverá.

Hay una importantísima confusión general acerca de la vida. Esta confusión es el resultado principal del deseo irrazonable de tener libertad sin autorresponsabilidad. Es la idea de que pueden sufrir un daño a causa de la arbitrariedad del dios de su imagen, de la vida, o del destino, o de la crueldad, la ignorancia y el egoísmo de otros. Este miedo es tan ilusorio como el abismo. Este miedo puede existir sólo porque niegan su autorresponsabilidad. Por lo tanto, otros deben ser responsables. Si no se aferraran tenazmente a la utopía de tener libertad y negar su autorresponsabilidad, fácilmente percibirían que son, de hecho, independientes. Son los amos de su vida y de su destino; ustedes—y nadie más—crean su propia felicidad e infelicidad. La observación de las múltiples conexiones y reacciones en cadena automáticamente eliminaría el miedo que tienen a los demás, a convertirse en víctimas. Podrían relacionar todos los incidentes desfavorables con sus propias actitudes equivocadas, no importa lo erradas que puedan estar las demás personas. Sus errores no los afectarían. Verían esto claramente y entonces perderían el miedo de estar indefensos. Están indefensos porque se ponen en esa posición cuando tratan de hacer responsables a otros. Así que ya lo ven, el miedo es el precio tan alto que pagan por insistir en su utopía.

En verdad, no es posible que sean lastimados por ningún defecto ni acción incorrecta de otra persona, no importa lo mucho que les parezca así a primera vista. Los que juzgan sólo en la superficie no encontrarán ni la verdad ni la realidad. Muchos de ustedes son capaces de juzgar profundamente en algunos sentidos, yendo a la raíz de las cosas. En otros sentidos, sin embargo, están condicionados a juzgar superficialmente. En este caso específico, muchos de ustedes se niegan a dejar de juzgar en la superficie porque todavía esperan que el mundo de la utopía realmente pueda existir. Por lo tanto, temen a otras personas, a sus juicios, a sus ofensas. En esta parte de su ser les gusta considerarse víctimas por la misma razón que expliqué antes. Esta tendencia en sí misma es una señal de la negativa a aceptar la autorresponsabilidad.

Si están verdaderamente dispuestos y preparados para aceptar la plena autorresponsabilidad, la visión de la verdad les demostrará que nadie puede dañarlos. Preveo que surgirán muchas preguntas en relación con esto. Pero déjenme asegurarles, amigos míos, que incluso un desastre masivo, de los que ha habido muchos en la historia de la Humanidad, milagrosamente perdonará a algunos y no a otros. Esto no puede explicarse ni como una coincidencia ni como el acto de un dios monstruoso que arbitrariamente favorece a unos cuantos y castiga a algunas criaturas menos afortunadas. El otro dios imaginado que los recompensa por ser niños buenos y les evita una suerte difícil, mientras que otra persona tiene que ser puesta a prueba y pasar por sufrimientos, también es una distorsión, no menos monstruosa que la primera.

Dios está en ustedes, y esa parte de lo divino que tienen regula las cosas de una manera tan maravillosa que todas sus actitudes equivocadas saldrán a la superficie, de manera más intensa algunas veces, y menos intensa en otras. Las aparentes faltas y fechorías de otros afectarán sus propias actitudes incorrectas y errores internos. No pueden resultar afectados por ninguna ofensa o acción de otras personas si no tienen dentro de ustedes algo que responde a ella, como una nota resuena con otra.

De nuevo les digo que no crean en mis palabras. Todos los que están en este camino seguramente descubrirán la verdad si en realidad desean hacerlo. Investiguen sinceramente las ocurrencias, irritaciones y molestias de su vida. Descubran qué parte de ustedes responde o corresponde ya sea a una característica similar—aunque tal vez en un plano muy diferente—o al extremo exactamente opuesto de la persona que los ha provocado. Si de verdad encuentran la nota correspondiente en ustedes, automáticamente dejarán de sentirse victimizados. Aunque una parte de ustedes disfruta precisamente de eso, se trata de un disfrute muy dudoso. Los debilita y necesariamente los vuelve temerosos. Los encadena por completo. Al ver la conexión entre sus corrientes y actitudes internas equivocadas y el suceso exterior desagradable, se encontrarán frente a frente con su insuficiencia, pero este encuentro, en vez de debilitarlos, los hará fuertes y libres. Están tan habituados a ir por la vida concentrándose en el mal aparente de la otra persona, que se sienten victimizados por él. Culpan a todos los que están a su derecha y a su izquierda y nunca encuentran la nota correspondiente en ustedes. Esto explica cómo pueden sentirse adversamente afectados. Incluso mis amigos que han aprendido a investigarse con cierto grado de honestidad suelen no hacerlo en los incidentes cotidianos más aparentes. Se necesita un entrenamiento para condicionarse a seguir este camino hasta sus últimas consecuencias. Cuando atraviesen una experiencia desagradable y descubran su propia contribución, no importa lo sutil que sea, dejarán de tenerle miedo al mundo.

Si su miedo a la vida y a la insuficiencia de otros no se elimina hasta cierto grado después de estos hallazgos, eso quiere decir que ni siquiera han rayado la superficie. Tal vez hayan encontrado algún factor que contribuya a la situación, pero si éste no tuvo el efecto deseado en ustedes, eso significa que todavía lidian con subterfugios. Lo que encuentren debe aumentar su conocimiento de que no pueden ser afectados verdaderamente por otros, y de que ustedes son los dueños de su vida. Por lo tanto, no es necesario que tengan miedo. En otras palabras, sus hallazgos deben hacerlos ver la verdad y la importancia de la autorresponsabilidad. Además, la autorresponsabilidad dejará de ser algo que hay que evitar.

Si hacen este trabajo de la manera correcta, no se sentirán culpables. En el enfoque correcto no hay lugar para los sentimientos de culpa. La naturaleza misma de un sentimiento de culpa, que reprime el esfuerzo decidido por averiguar más cosas de ustedes, parece decir: “No puedo evitarlo. Tengo que sentirme culpable de algo que no puedo evitar”. Por lo tanto, un sentimiento de culpa invariablemente contiene un elemento de autoconmiseración. Sin ésta, no habría sentimientos de culpa. La manera verdadera y constructiva de buscar en su interior debe destapar muchos errores, muchas conclusiones equivocadas, muchos defectos y actitudes erróneas. Pero se enfrentarán a ellos sin una huella de culpa. Con la actitud correcta, aceptan sus insuficiencias y las enfrentan. En el mundo de la utopía no pueden hacerlo.

Esta es buena parte de la razón por la que rechazan la autorresponsabilidad. Al tomar decisiones independientes, seguramente cometerán errores. El niño que hay dentro de ustedes, que se aferra a la utopía, cree que nunca deben cometer errores. Cometer un error significa caer en el abismo. Aquí de nuevo pueden poner a prueba la validez de su miedo arrojándose y descubriendo que flotan. Entonces ven que no es una tragedia haber cometido un error. El niño piensa que necesariamente perece si lo comete, y por lo tanto cree que no deben tomarse decisiones independientes de las que uno sea responsable. Debo hacer notar que esta creencia podría manifestarse sólo de una manera muy oculta y sutil.

Obviamente, la ilusión de que nunca deben ser incompetentes los lleva a rechazar la autorresponsabilidad, y al deseo continuado de ser libres. Por lo tanto, el mundo de la utopía, así como el temible abismo ilusorio, dependen de que ustedes aprendan o no a aceptar su insuficiencia, y de que aprendan o no a liberarse de la conclusión fantasma de que no pueden errar. La culpa y el miedo de cometer errores es tan difícil de soportar que crean todo tipo de pensamientos fantasma y de formas del alma que hacen de su vida un martirio.

En su intelecto pueden saber todo lo que digo aquí; tal vez estén dispuestos a reconocer una diversidad de defectos sin la menor culpa o miedo. A este respecto en particular se han liberado del abismo ilusorio y del mundo de la utopía. Pero indudablemente hay áreas en las que no se sienten en consonancia con su conocimiento. De éstas áreas sí debemos preocuparnos. Es muy posible que tengan algunos defectos que son infinitamente más graves que otros, y que sin embargo no les producen este sentimiento de vergüenza y culpa. Pueden reconocérserlos e incluso comentarlos con otros. Aquí son libres. Otros defectos, quizás menos severos y que en ocasiones tal vez no sean realmente defectos, sino simples actitudes, como cierta vergüenza, un tipo de angustia o una reacción, pueden producirles un intenso sentimiento de vergüenza o culpa. No pueden enfrentarse a ellos, desvían la mirada, luchan por no verlos. Esto significa que, a este respecto, por una razón u otra, viven en su mundo de utopía y por lo tanto huyen del abismo ilusorio.

Toda su vida debe cambiar de muchas maneras si descubren la verdad de lo que digo aquí. No basta con que acepten estas palabras intelectualmente; tienen que experimentarlas en ustedes mismos. Esto sólo puede hacerse mediante un trabajo arduo en la dirección correcta y por su total determinación de encontrar esta verdad específica. Por otra parte, no tienen que haber disuelto completamente el abismo para ser liberados en una gran medida. Basta con que vean y observen su existencia, su efecto en ustedes, y que hayan hecho algunos intentos en la dirección correcta. Es suficiente que vean la conexión entre sus actitudes erróneas y los sucesos exteriores que hasta ahora parecían arbitrarios. Una vez que se den cuenta de lo mucho que temen renunciar a la utopía en todas sus ramificaciones, habrán dado un paso enorme hacia la libertad real y la independencia verdadera.

Esto los liberará de su miedo básico a la vida. Hará surgir en su interior fuerzas hasta ahora desperdiciadas para propósitos constructivos, y hará nacer en ustedes una creatividad que jamás soñaron posible. Una vez que alcancen lo que digo aquí, una vez que sea su propio conocimiento y no uno sobreimpuesto, irán por la vida con una actitud completamente nueva: como un ser libre sin miedo. Sabrán con una profunda convicción que ninguna palabra y ninguna enseñanza podrá darles nunca nada mejor que su propia seguridad de que nada puede sucederles que no sea autoproducido. No tienen que avergonzarse de ello. Pueden hacer de la expresión externa de sus errores y de las desafortunadas circunstancias que tal vez tengan que atravesar como consecuencia de ellos una medicina muy constructiva y productiva para ustedes mismos. Esto servirá para liberarlos y no para esclavizarlos. Se darán cuenta de que no tienen nada que temer. No son víctimas de otros; no tienen que pelear para volver perfectos a otros, porque ahora saben que sus imperfecciones no pueden dañarlos.

Algunos de ustedes pueden pensar que es extraño que esta verdad espiritual básica se haya oscurecido tanto a través de las eras. Pero existe una buena razón para ello, amigos míos. Se requiere que la Humanidad en su desarrollo alcance cierto entendimiento espiritual básico antes de que pueda usar este conocimiento de la manera correcta. Mal entendido, este conocimiento podría ser de hecho muy dañino. Si la naturaleza inferior del hombre sigue siendo dominante, podría decir: “Puedo matar y saquear y ser todo lo egoísta que quiera. Mis acciones equivocadas no pueden dañar a nadie más”. Y desde luego que eso no es cierto, no en el sentido al que me refiero. Sé, amigos míos, que esto parece una total contradicción. Por una parte digo que los actos incorrectos de otra persona no pueden dañarlos. Y digo, por otra parte, que si actúan obedeciendo sus más bajos instintos, eso dañará a otros. Las dos cosas son ciertas, amigos míos. Pero ambas pueden ser falsas, si las entienden en el sentido equivocado. Es sumamente difícil para mí explicar cómo estas aparentes paradojas son verdaderas de todos modos. Sin embargo, intentaré en una futura oportunidad aclarar esto, si todavía necesita aclararse. Pero creo que cualquiera de ustedes que adopte este enfoque específico en su Pathwork y experimente la verdad de mis palabras personalmente sabrá que las dos son ciertas y que estas dos afirmaciones no se contradicen de ninguna manera.

Sólo hay una cosa que me gustaría añadir. En primer lugar, puede parecer que no tiene nada que ver con la aparente paradoja; sin embargo, cuando piensen más profundamente en ello, verán claramente que sí la tiene. He dicho muchas veces, y muchos de ustedes lo han experimentado, que su subconsciente afecta el subconsciente de otra persona. Esto es tan cierto y tan aparente que todo lo que tienen que hacer es abrir los ojos para confirmarlo constantemente en su vida. Saben que la personalidad humana consta de varios niveles o, para expresarlo de una manera diferente, de varios cuerpos sutiles. El nivel en el que se manifiesten afectará ese nivel específico de la otra persona. Lo que salga de su ser verdadero, su ser real, afectará al ser real de la otra persona. Lo que salga de cualquier capa de su ser de la máscara afectará la capa similar o correspondiente, o mecanismo de defensa, de la máscara de la otra persona.

Les daré algunos ejemplos al azar que estoy seguro de que muchos de ustedes han experimentado. Cuando son tímidos y reticentes, esto crea en la otra persona un efecto similar, aunque lo exprese de una manera completamente diferente. Si no son genuinos, o si actúan desde un nivel de orgullo, la otra persona responderá automáticamente en especie. Si son espontáneos y genuinos, encontrarán la misma respuesta inmediata en la otra persona. Todo lo que tienen que hacer es observar esto. Para que eso suceda tienen que observarse ustedes mismos, desde luego, a fin de establecer desde qué capa de su personalidad han actuado. Sólo entonces pueden tomar el comportamiento y las maneras de la otra persona y compararlos con lo que salió de ustedes. Pronto dejarán de engañarse por las apariencias. Su timidez puede ser abierta; la timidez de la otra persona puede estar oculta bajo una máscara de arrogancia. No obstante, reconocerán que provienen del mismo nivel interior. Esto es muy importante, amigos míos, y tiene mucho que ver con la aparente paradoja de que no pueden ser dañados por otras personas. Sin embargo, sería dañino actuar con ese supuesto y dar rienda suelta a los más bajos instintos.

Ahora, amigos míos, si hay preguntas, las responderé con gusto.

PREGUNTA: Algunas veces habló usted de la culpa y la vergüenza. ¿Puede uno avergonzarse de algo sin sentimientos de culpa?

RESPUESTA: Sí, desde luego. Siempre es cuestión de la terminología. Hay un tipo sano de vergüenza que es constructivo y fortalecedor. También lo puedes llamar arrepentimiento. Si reconoces que sin querer has lastimado a otros por medio de una de tus tendencias equivocadas y de verdad lo sientes mucho y esto te da un incentivo para cambiar, es algo bueno. Si la vergüenza no te debilita, sino que te fortalece, no contiene culpa. Si no hay en ella autoconmiseración, o el matiz de “Pobre de mí. No pude evitarlo. Tienen que ayudarme. La gente es injusta conmigo”, y así por el estilo, entonces es un tipo saludable de arrepentimiento que no tiene nada que ver con la culpa. Así que es posible que haya vergüenza sin culpa. Y también es posible lo contrario, que una persona sienta una culpa intensa y no necesariamente esté avergonzada.

PREGUNTA: Muchas veces ha dicho usted que nuestra psique es en cierto sentido un campo electromagnético. Desde su punto de vista, ¿se parece de alguna manera a los campos electromagnéticos de la física moderna? ¿O son diferentes en la velocidad de su vibración?

RESPUESTA: La velocidad o frecuencia de la vibración puede ser muy diferente. Depende de qué o de quién es. La frecuencia de la vibración varía entre un animal y una planta, entre dos animales, entre dos seres humanos, por no hablar de la variación entre todas las demás cosas. Todo lo que posee energía—y ya saben que hasta sus objetos materiales están llenos de energía—tiene o es un campo de energía electromagnética. La naturaleza de estos campos varía también entre un objeto y otro. Esto depende del material del que están construidos, e incluso varía entre dos objetos del mismo material, porque muchísimos otros factores también desempeñan un papel. Pero el principio básico es el mismo, desde luego. Los campos energéticos existen en todo, desde lo que es aparentemente un objeto muerto hasta lo que es obviamente un organismo vivo. Pero su emanación, su frecuencia, la velocidad de su vibración, el color, el tono, el aroma y todos los demás atributos varían de acuerdo con un gran número de factores que influyen en este campo magnético. No podría describir muchas de sus manifestaciones, ya que ustedes no las han descubierto todavía y, por lo tanto, no tienen nombre en el lenguaje humano. Tal vez jamás descubran algunas de ellas en este plano terrenal. Pero, en principio, todas son campos energéticos y, como tales, ciertamente sin iguales.

PREGUNTA: ¿Podría aplicarse este concepto a nuestro sistema tonal, dentro y más allá del alcance de nuestra percepción auditiva?

RESPUESTA: Sí, definitivamente. Puedo prever un tiempo en su plano terrenal—algunos de ustedes podrían ver el inicio de esto—en que tengan máquinas para medir la velocidad de vibración de la frecuencia de una persona, en tono, en color y en ciertas otras manifestaciones; también en emanación de la energía, por decirlo de alguna manera.

PREGUNTA: ¿También en aroma?

RESPUESTA: Eso puede tardar más; sería mucho más difícil de establecer técnicamente. Pero también podría llegar, con el tiempo. Una máquina así resultaría ser sumamente útil.

PREGUNTA: ¿Podría usarse también terapéuticamente?

RESPUESTA: Para terapia física, así como mental. Podría usarse para muchas otras cosas, por no hablar de la importancia de demostrar la existencia de los seres humanos más allá del nivel físico. Como la próxima vez tenemos una sesión de preguntas, sería muy constructivo que presentaras algunas preguntas relacionadas con el tema de esta noche.

Me retiro con bendiciones para todos y cada uno de ustedes, amigos míos. La luz que se me permite traer de mi mundo fluye ahora a cada uno de ustedes. Ojalá que les ayude, en cualquier punto de su camino en el que se encuentren, cualesquiera que sean sus problemas. Que sientan el amor con el que venimos a ustedes. ¡Sean benditos, queden con Dios!

Dictada el 4 de marzo de 1960.