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Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 94. Pecado y neurosis. La unificación de la escisión interior

Saludos, mis muy queridos amigos. Dios bendiga a cada uno de ustedes y a sus seres queridos. Bendita sea esta hora.

Cuanto más se esfuercen en este Pathwork y comprendan la naturaleza de este trabajo, más entenderán que el propósito es encontrar su ser real, su ser verdadero, bajo capas y capas que, a primera vista, parecen ser su personalidad. Cuanto más avancen, más cuenta se darán de que estas capas no son su ser real, sino rasgos artificiales que han cultivado durante tanto tiempo que se han convertido en su segunda naturaleza y, por lo tanto, parecen ser ustedes.

Cuando pensamos en el ser real, sabemos que se trata de la chispa divina. Su concepto inconsciente del ser real es tan elevado y tan sagrado que es totalmente ajeno al ser con el que ustedes están familiarizados. La discrepancia los asusta y los desalienta. Su miedo es, de hecho, uno de los grandes obstáculos para encontrar su ser real. Éste, de hecho, está mucho más cerca de lo que ustedes se imaginan. Hay áreas en su vida en las que sí actúan desde su ser real, pero no lo saben, porque es un proceso muy natural. Todavía hoy no pueden distinguir entre la acción natural y la acción que viene de las capas superficiales.

Dan por sentado que el ser real, divino, aparece en la forma de una perfección rígida con un patrón estandarizado. Esta creencia los estorba más que sus imperfecciones. Su error conceptual acerca de la perfección divina los lleva a la rigidez y la compulsión, por una parte, y a la rebelión contra ella, por la otra. Ignoran la verdad vital de que la imperfección puede llevar a la perfección, y puede considerarse ya como tal en el presente. La perfección en el sentido real divino es relativa y depende de la actitud de uno hacia uno mismo y sus acciones, más que en actos perfectos como tales. En otras palabras, nunca es lo que hacen lo que cuenta, sino cómo lo hacen.

Un acto puede ser considerado correcto por todo el mundo y de acuerdo con todas las leyes espirituales, y aun así ser deshonesto. Tal vez se sientan divididos acerca de ese acto, o pueden haberlo cometido por miedo, compulsión o avaricia, para recibir amor y aprobación. Entonces no es su ser real el que actúa, independientemente de lo perfecta que pueda aparecer la acción exterior. Por otra parte, su acción puede ser condenada por el mundo. Puede ser contraria a cualquier idea de perfección. Sin embargo, en su estado actual, no sólo es inevitable, sino incluso necesaria. Se muestran como son, de acuerdo con su naturaleza y su desarrollo interior. Si están en armonía con ustedes mismos acerca de esto, si asumen plenamente su responsabilidad y están dispuestos a pagar las consecuencias, este acto imperfecto es más perfecto, más congruente con su verdad que la perfección exterior. Para entender este concepto se necesita cierta cantidad de percepción interna y progreso. Ciertamente no puede enfocarse ligera e irresponsablemente. El voluntarismo infantil, que siempre quiere obtener algo a cambio de nada, no puede confundirse con este tipo de imperfección perfecta.

Tratemos ahora de determinar la diferencia entre su ser genuino y verdadero y el ser superficial. Siempre que actúan desde su ser real, están en completa unión con ustedes. No hay duda, ni confusión, ni ansiedad, ni tensión. No les preocupa la apariencia de su acto ante los ojos de los demás, ni los principios y las reglas. Les preocupa el efecto de su acción en otros y en ustedes mismos, y en sus consecuencias, y eligen esta alternativa específica porque, aun cuando reconocen sus imperfecciones, de todos modos les parece mejor que otra alternativa. Corresponde a su naturaleza más íntima. Esto no se aplica, desde luego, a acciones destructivas de una naturaleza crasa.

En este camino también aprenden a distinguir entre lo que es realmente destructivo y lo que no lo es. Pasan completamente por alto este ángulo porque están condicionados a aceptar reglas prefabricadas. Las reglas que se hallan frente a ustedes bloquean su visión del asunto real. Mientras no tengan el valor de examinar los asuntos y olvidar la regla, no podrán tener una individualidad propia, no podrán adquirir una confianza verdadera en sí mismos, que no puede adquirirse de ninguna otra manera. Este procedimiento requiere el valor de asumir las consecuencias, de cortar los lazos de dependencia de las reglas y los reglamentos, y, por lo tanto, de la aprobación pública. Se necesita valor para cometer un error, en caso necesario. Se necesita sabiduría, porque ustedes saben que el error en sí no es tan importante; lo que cuenta más bien es su actitud hacia él.

Muchos de mis amigos ya han descubierto algunos aspectos de esta verdad. Han empezado a actuar y reaccionar de acuerdo con ella. Para aquellos de ustedes que todavía no han tenido esta percepción vital—que el error del momento puede ser mucho más valioso que obedecer una regla “perfecta”—éste es un tema en el que deben meditar.

El ser superficial puede llevar a cabo un acto que es correcto de acuerdo con todas las normas conocidas. Sin embargo, se siente confundido y ansioso. El camino opuesto es claramente destructivo, y aunque tal vez deseen seguirlo, se detienen porque no desean dañar a otros. Están divididos, lo que indica que ambas alternativas vienen del ser superficial. Esto también puede ser cierto cuando dos alternativas, que no parecen ni particularmente constructivas ni destructivas, los dejan igualmente insatisfechos. En cualquiera de los dos casos se hallan confundidos, porque su ser real está tapado y todas las alternativas que tienen a su disposición proceden de las capas exteriores.

Para dondequiera que volteen, la alternativa está siempre entre su voluntarismo infantil y una regla o principio rígido. Incidentalmente, el principio puede ser incluso de su propia autoría y no necesariamente estar de acuerdo con la opinión pública. Ambas alternativas los dejan completamente insatisfechos. Dan vueltas en círculos y no pueden encontrar la salida porque se concentran en el resultado y en el acto físico, en la creencia de que una opción debe de ser la correcta y la otra la incorrecta, mientras sienten que ambas son incorrectas en lo que se refiere a su tranquilidad de espíritu. Cada alternativa sería deshonesta a su propio modo: una porque su codicioso niño interior quiere arrebatar, la otra porque el niño se adapta y obedece, en vez de actuar por convicción.

Siempre que se encuentran en medio de la crisis y la confusión, se hallan precisamente en este predicamento. Su confusión es mayor cuando no están claramente conscientes de estos asuntos. El primer paso es aclarar el problema lo más concisamente posible. Aun antes de que puedan resolver el conflicto, se sentirán aliviados porque ahora, al menos, ven claramente de qué se trata la confusión.

Cuando hablo de acciones, no me refiero sólo a las obras exteriores. Todos los pensamientos, emociones, actitudes, decisiones internas y pautas de conducta son acciones. Las acciones que vienen del ser exterior siempre los colocan en una trampa. No ofrecen una solución real. Una alternativa puede parecer correcta exteriormente, pero puede sentirse incorrecta, o ninguna alternativa podría satisfacer a nadie. Se sienten impotentes, y como no pueden lidiar con el asunto, esperan que la vida les ofrezca una solución. Esta impotencia y debilidad apuntan a la parte inmadura y distorsionada de la personalidad. Siempre que son maduros e íntegros, no dependen de circunstancias exteriores. Pueden hacer frente a la situación, y aunque cierto camino sea difícil, están completamente en paz consigo mismos.

Necesitan haber progresado considerablemente en este trabajo y haber entendido ciertos conflictos y distorsiones antes de que puedan reconocer el predicamento de sentirse impotentemente atrapado entre las únicas dos alternativas insatisfactorias que pueden ver, y luego elegir una simplemente porque parece la menos mala. Es natural que esta situación cree tensión, ansiedad, hostilidad y descontento. Hasta cierto grado, podrían ocasionalmente lograr reprimir estas emociones, pero sólo con el resultado de que surgirán de la manera más devastadora, cuando menos las deseen. En ese punto ya no saben cuál es la razón real de que se sientan tan infelices. Antes de elegir, pueden atravesar etapas de batallar con ustedes mismos. Quizás traten de encontrar una solución mediante deliberaciones intelectuales, que se aplican sólo a la situación exterior. De esta manera, no importa cuánta sabiduría y verdad escuchen y traten de absorber del exterior, de nada les servirá. Por dentro, algo permanece encerrado. Siguen siendo incapaces de salir de esta confusión, de esta trampa.

Hace poco hablé del tema de estar atrapado entre alternativas igualmente indeseables en un contexto ligeramente diferente. También hablé de la importancia de lo que llamé el punto de renuncia. Apliquemos ahora estos dos temas a la liberación del ser real.

Mis queridos amigos, siempre que estén impotentemente atrapados en una situación en la que todas las alternativas disponibles sean insatisfactorias, se hallan en este predicamento porque su ser real no puede manifestarse y guiarlos. La única manera de liberar su ser real de manera suficiente es encontrar su punto específico de renuncia, que debe de estar oculto en algún lugar del problema que los ocupa. Cuando encuentren el punto de renuncia, poco a poco surgirán dos alternativas diferentes: una será adherirse a un principio rígido, ya sea general o personal; la otra alternativa será seguir a su ser real. Esta manera nueva puede ser imperfecta en el presente, pero es una empresa que estarán dispuestos a intentar con todo lo que implique.

De nuevo, este punto de renuncia no puede encontrarse mediante ningún proceso intelectual, sino sólo indirectamente, mediante la autobúsqueda, y con más ayuda. De pronto, el punto de renuncia aparecerá, clara y fuertemente, o tal vez de manera muy sutil. La renuncia puede no exigir una abdicación exterior ni material, sino más bien el abandono de una actitud de arrebatar emocionalmente. Sean conscientes de que la paz, la fuerza y la confianza en sí mismos, que se derivan de una individualidad propia, pueden alcanzarse sólo encontrando el punto de renuncia.

Siempre que estén atrapados en una crisis de confusión e impotencia, verán que hay algo a lo que se aferran con demasiada fuerza, algo que piensan que deben tener. Es una señal de que hay aquí una necesidad fuerte, ya sea real o falsa. Cuando lleguen al punto de renuncia, descubrirán que no sacrifican nada al renunciar a aquello sin lo cual no creían poder vivir, sino que sólo abandonan una ilusión, una corriente forzante, una necesidad falsa. A final de cuentas tienen que reconocer que no podían arrancárselo a la vida por la fuerza. Entenderán que al no renunciar se atrapan y se hacen débiles, dependientes e impotentes. Entonces, su ser verdadero no puede manifestarse. Hasta ahora, el precio que han pagado por aferrarse a aquello a lo que debían haber renunciado es tremendo. Se han privado de la paz, la fuerza y la autoconfianza, y han vuelto imposible su búsqueda y satisfacción de una necesidad real por el dudoso beneficio de aferrarse a la ilusión de que pueden recibir algo a cambio de nada. La resistencia inconsciente a soltar es la causa más fuerte del autodesprecio, la culpa, la debilidad, la insatisfacción y muchas fricciones y dificultades exteriores que son el resultado final de no renunciar.

Una vez que su trabajo interior los haya traído a este punto, pueden hacer un experimento interesante. Observen su vida pasada desde el punto de vista de la renuncia. Noten cuándo se sentían confusos y dependientes y cuándo se sentían libres y en armonía consigo mismos. Tal vez descubran que siempre que en su vida su ser real se manifestaba, habían renunciado a algo. Busquen primero ejemplos positivos; éstos podrían facilitarles mucho encontrar los negativos. Desde esta perspectiva debería serles también más fácil abandonar su resistencia a la renuncia, porque su propia experiencia les enseñará que soltar es algo sumamente bueno y benéfico. Esta es la realidad. La ilusión sólo genera conflicto. Al encontrar dónde, a través de su desarrollo natural a este respecto, se manifestó su ser real en el pasado, también verán que no es algo lejano y ajeno. Es el tú familiar en su mejor sentido.

Me han preguntado ocasionalmente por qué el enfoque de estas conferencias se ha vuelto más y más psicológico, en vez de espiritual. Además de las respuestas dadas antes, añadiré lo siguiente: El área de su personalidad en la que tienen conflictos y son inmaduros, en términos psicológicos modernos “neuróticos”, es en esencia lo que en términos religiosos o espirituales se llama “pecaminoso” o “malo”. Les expliqué por qué evitamos el término craso de “pecado”. Sus sentimientos de culpa autodestructivos, por una parte, y su tendencia moralizante y su imagen idealizada, por la otra, hacen de los términos “pecado” y “mal” un obstáculo demasiado grande para enfrentar al ser. Estas tendencias suyas hicieron que fuera necesario para mí seguir fomentando en ustedes un espíritu de autoaceptación, perdón y tolerancia con ustedes mismos.

Sin embargo, llega un momento en su trabajo en que se vuelve necesario que examinen sus áreas atribuladas sin guantes de seda, por decirlo así, y que se vean en su realidad escueta sin ninguna dilución; sin esquivar todo el impacto de lo que está ahí. En dondequiera que existan sus distorsiones, sus imágenes, sus represiones, sus inmadureces—en suma, sus neurosis—, también hay pecado y mal, pues la neurosis siempre significa un defecto de carácter. Han descubierto, y seguramente verán con aún más claridad, que las distorsiones no sólo los dañan y obstruyen su propia felicidad, sino que afectan a quienes están cerca de ustedes. La llamada neurosis siempre contiene egoísmo, codicia, orgullo, cobardía, egocentrismo y crueldad en una forma o en otra.

Si ven sus acciones, sus reacciones y sus actitudes como algo que emana no de su ser real, sino del área atribulada, y consideran su efecto en otros, verdaderamente adquirirán una perspectiva nueva y verán que es posible aceptarse y perdonarse, sin perder de vista la “pecaminosidad” intrínseca que hay en ustedes. Ya no se sentirán desgarrados entre las alternativas de la autoaceptación y la autoindulgencia, o el arrepentimiento y el odio a sí mismos. En un nivel de su ser éste es su dilema. Esto, incidentalmente, es un ejemplo típico de uno de esos conflictos descritos antes. Ven dos alternativas y ninguna es constructiva. Este conflicto puede no ser consciente en absoluto, pero explica gran parte de la resistencia. Por dentro están confundidos y fluctúan entre estas dos alternativas. Una y otra vez oyen decir que deben aprender a aceptarse, perdonarse y gustarse, a pesar de sus imperfecciones. Pero al mismo tiempo oyen hablar de la necesidad de verse “realistamente”, para que su deseo de cambiar crezca. El deseo de cambiar puede surgir sólo de un arrepentimiento verdadero y genuino. Con fuerza y valor, deben, como primer paso, aceptar la ceguera, la ignorancia y la imperfección que todavía existen en ustedes, y darse cuenta de que todas éstas son, en esencia, defectos de carácter.

En su confusión, ven en cada una de las dos alternativas un lado positivo y uno negativo, y por lo tanto no pueden reconciliar los dos. Tienen miedo de perdonarse porque temen su ansia de autoindulgencia. También temen enfrentar plenamente lo que es dañino para otros, porque los asusta el látigo de su odio por sí mismos.

Una vez que puedan percibir plenamente que este dilema es una ilusión y existe sólo por su confusión, los dos aparentes opuestos se volverán un todo, sin ninguna negatividad. Los dos negativos se desprenderán. Han llegado a existir debido a la escisión de una idea positiva: el perdón de sí y el enfrentamiento pleno de su “pecado”. Ambos se derivan del valor, la humildad y la voluntad de aceptar la propia responsabilidad. Debido a la escisión, estas ideas positivas tienen ahora una contraparte en la autoindulgencia y el odio a sí mismos, los cuales se derivan de la cobardía, el orgullo, la falta de autorresponsabilidad y la voluntad no de cambiarse a sí mismos, sino de hacer que el mundo cambie. Debido a la escisión en ustedes en tendencias tanto positivas como negativas, la confusión se instala con el mismo patrón que produjo la Caída cuando la escisión de la entidad completa original creó confusión y oscuridad.

Mientras se encuentren en esta confusión, su ser real no puede mostrarles el camino claro. Tratan de tirar por ambos lados, y dejan su energía desperdigada. Compensan esto con un compulsivo “Debo hacer lo correcto”, que después proyectan al mundo. Les enoja esta demanda y luchan contra ella. Desafían al mundo, pero aun así quieren encontrar su camino. Si su camino, de casualidad, parece similar a las demandas del mundo, se topan con más obstáculos en su movimiento debido a su rebelión contra el mundo. Tienen que demostrar que no se inclinan ante el mundo cuando, en realidad, jamás lo harían de todos modos, independientemente de que su camino fuera similar en su manifestación al del mundo.

La rebelión tiene también un aspecto positivo; uno podría llamarle autoafirmación sana. Este aspecto sano sufre la misma escisión que el concepto de autoaceptación y la voluntad de cambiar. Si se rebelan contra principios rígidos, contra el perfeccionismo y contra la conformidad, eso es compatible con la aceptación de lo inevitable con humildad, y con una interdependencia sana. Por otra parte, el apaciguamiento, la obediencia y la dependencia se derivan de la misma codicia que la rebelión y la hostilidad infantiles. Siempre es lo mismo: Cuando una verdad se escinde, los aspectos incompatibles aparecen en el horizonte y crean confusión.

Los dos ejemplos que he dado les mostrarán lo equivocado que está el concepto general de que una tendencia o cualidad en sí misma es o buena o mala. Esto es cierto sólo en un área muy crasa y superficial, y sólo en un grado limitado. En su conjunto, no es cierto. Cada tendencia o cualidad, originalmente, antes de la escisión, era buena y constructiva. Las cualidades se vuelven destructivas en el momento en que la parte atribulada de su alma usa incorrectamente un aspecto de la tendencia. La distorsión, en combinación con los errores conceptuales generales, aumenta la confusión.

La escisión también dificulta la comunicación porque una persona piensa en la parte constructiva de una tendencia, mientras que la otra tiene en mente su lado negativo y destructivo. Tomemos, por ejemplo, la rebelión, el arrepentimiento o la autoaceptación. Una persona puede pensar en la rebelión sana, o autoafirmación; en la fuerza y la madurez del arrepentimiento real y el cambio; en la humildad y el realismo de aceptarse uno tal como es. Otro individuo piensa en el tipo destructivo de rebelión con su falsa fuerza, desafío y crueldad; en la culpa malsana y la autoacusación de un falso arrepentimiento; en la autoindulgencia de la autoaceptación. Éstos son sólo ejemplos, pero ustedes pueden encontrar lo mismo en cualquier aspecto o rasgo “bueno” o “malo” de todos los que existen. Esta confusión lleva a malentendidos entre las personas, pero, lo que es más importante, conduce a una confusión y a un conflicto dentro del ser. La confusión y el conflicto internos vuelven tanto más difícil, o bien tener el valor de no adherirse a reglas fijas, o bien no rebelarse contra lo que es constructivo, así como contra lo que está realmente mal en este mundo. La rebelión indiscriminada no puede hacer nada para cambiar el mundo. Para hacer eso primero tienen que cambiar ustedes y superar su escisión interior.

Todos los conceptos o cualidades contienen esta duplicidad. Aun una cualidad incuestionablemente divina, como el amor, la fuerza más poderosa del universo, suele malentenderse y rechazarse porque se ve en su forma distorsionada como sacrificio falso, dominación posesiva, ansia codiciosa y dependencia.

Tomemos otra cualidad: la caridad. Esta tiene muchos aspectos: la caridad del espíritu, que se manifiesta en la tolerancia y la comprensión; la caridad de dar cosas materiales; la caridad de sentir con y por otra persona, que es la compasión. Consideremos la compasión. Da la casualidad de que en la lengua española tienen ustedes otra palabra para designar el aspecto negativo de la compasión, y esa es lástima. No tienen esta distinción en todas las lenguas. Sin embargo, para muchas otras tendencias o cualidades sólo existe un término, así que tienden más a confundirse. Aun cuando haya dos términos, sigue siendo fácil confundirlos. ¿Acaso no suele suceder que una persona realmente siente lástima aunque esté convencida de que lo que siente es compasión? Siempre es tentador enorgullecerse de tener una actitud positiva, y tapan así una negativa.

¿Por qué es destructiva la lástima? Aparte de la respuesta obvia que todos ustedes conocen perfectamente bien y que no tengo que examinar más, la lástima es destructiva porque los paraliza. En la compasión, son fuertes y capaces de ayudar, de hacer algo por la otra persona. En la lástima, no pueden hacer nada salvo llorar por el otro, cuando en realidad lloran por ustedes, debido a su incapacidad de aceptar la vida y la muerte y asumir la responsabilidad que los vuelve capaces de hacer frente a las dificultades de la vida. En la lástima, simplemente proyectan su propia debilidad a otro, y ven en esa persona su propia cobardía y rebelión oculta. Por lo tanto, es una emoción totalmente egoísta.

La manera de determinar si sienten compasión o lástima es notar si el sentimiento les da fuerza para la otra persona, o si los debilita. Si es esto último, ahora conocen el procedimiento de ver más allá de ella. ¿Dónde está su error conceptual? ¿Dónde están atrapados en la confusión? ¿Qué reprimen? La compasión los hace sentir y entender, pero es lo suficientemente fuerte para no paralizar su capacidad de ayudar, en caso necesario, incluso con una medicina momentáneamente amarga si eso es lo que necesita y conviene a la otra persona.

Con el tiempo se toparán con otros conceptos que son confusos porque están escindidos. Si se vuelven lo suficientemente conscientes, sus confusiones y conflictos saldrán a la superficie. Incluso antes de que la confusión se aclare, ya sentirán una liberación, porque entonces estarán plenamente conscientes del problema y dispuestos a asumirlo. En momentos así, me dará gusto aclarar los conceptos confusos y escindidos, tal como lo he hecho esta noche.

PREGUNTA: Siempre me he sentido culpable porque no sentí una lástima real por mi madre. Le tenía compasión y gracias a ello pude ayudarla. Si le hubiera tenido lástima, me habría resultado imposible hacerlo. Pero a pesar de eso, y pese a que lo sé, me siento culpable.

RESPUESTA: Tu culpa, querido mío, no tiene nada que ver con la lástima o la compasión. Tiene que ver con la falta de un enfoque sano de ti mismo, o de tu madre. Es un resultado indirecto de otros aspectos que hay dentro de ti.

PREGUNTA: Estoy a punto de perder a mi amigo más cercano. Y me gustaría poder llegar al punto de tener compasión y deshacerme de cualquier tipo de lástima.

RESPUESTA: La respuesta está implícita en esta conferencia. Encuentra dónde te identificas con este amigo. Lo que el amigo experimenta es lo que temes para ti. El miedo está reprimido y, por lo tanto, no puedes lidiar con él y aceptarlo. Así pues, se manifiesta en forma de lástima.

PREGUNTA: Siento más la pérdida que la identificación.

RESPUESTA: Es también la identificación. Perder a un ser querido es un dolor que tiene que soportarse. En sí, es un dolor sano que no puede debilitar al alma, con la condición de que lo atravieses. Pero el elemento adicional en tu dolor es el miedo. Y cuando hay miedo, hay identificación. La naturaleza de estos dos dolores es diferente, si investigas tus emociones. La cualidad del dolor de la pérdida no contiene el miedo, la amargura, la lástima de sí mismo, la lucha y la dureza contenidos en el dolor de la identificación, en la lástima.

PREGUNTA: En la última conferencia, refiriéndose al mecanismo de defensa, usted dijo que la defensa básica es un clima interior general que uno puede sentir. ¿Podría explicar, por favor, lo que quiere decir con “clima interior”?

RESPUESTA: Si observas tus emociones, cosa que aprendes a hacer cada vez más en este Pathwork, detectarás el tipo de sentimiento que puede describirse de la mejor manera como una rigidez interna. Puede no estar siempre en la superficie. Puede ser provocado o causado, por ejemplo, cuando haces este trabajo con otra persona y se tocan ciertas áreas tuyas, o cuando te critican o te desaprueban. Detectarás un endurecimiento, un temor, una aprensión, un deseo de rechazar cualquier cosa que te llegue. Te sientes atacado y amenazado. El sentimiento que tienes, que llega como una reacción a los ejemplos que acabo de mencionar, es tu mecanismo de defensa. Sentirlo es un gran paso adelante; llegarás a ver cómo este mecanismo tuyo reacciona y cómo esta reacción va en contra de tus intereses. Tienes que observar este clima interior, la rigidez y el endurecimiento; de lo contrario, no avanzarás en este importante aspecto del trabajo.

PREGUNTA: Según lo que recuerdo, no definió usted con exactitud lástima y compasión, y me gustaría saber un poco más de la diferencia entre las dos. Me parece que, en el trabajo que usted prescribe, cuanto más nos reconocemos y nos entendemos, más capaces somos de actuar de acuerdo a una regla, es decir, de vivir juntos. Aparte de eso, cuanto más hacemos en este trabajo, menos humanos nos volvemos y más nos parecemos a una máquina. Creo que el núcleo mismo de la Humanidad es la lástima, y de hecho, la lástima por uno mismo, porque si una persona no siente lástima de sí, no es egoísta. Si una persona no es egoísta, no es humana, es un dios. Esta no es una consideración mental ni intelectual, sino algo que siento.

RESPUESTA: En primer lugar, no creo que sea necesario repetir otra vez la diferencia entre compasión y lástima. La definí de manera suficiente en la conferencia. Si la lees, no tendrás ninguna dificultad para entenderla. No obstante, si la pregunta sigue estando abierta, con gusto la responderé.

En lo que se refiere al resto de tu pregunta, contiene cierta cantidad de confusiones y malentendidos, por ejemplo, que en el núcleo de todo ser humano hay lástima, de hecho, lástima de sí mismo. No, esto no es cierto. La lástima o la lástima por uno mismo es el resultado, o el síntoma, ni siquiera del núcleo, sino de otro síntoma. Muchas actitudes y aspectos del ser humano son parte de una reacción en cadena. El núcleo es el ser real, y éste ciertamente no actúa de acuerdo con ninguna regla, ni una general y exterior, y ni siquiera una rígida creada por uno. La naturaleza del núcleo es la flexibilidad y la individualidad.

Aunque es humano ser egoísta, también es humano ser generoso. Aunque es humano tener lástima de uno mismo, también es humano no tenerla. No es que uno sea humano y el otro divino. Ambos son humanos. Lo mismo sucede con el egoísmo que con cualquier otro rasgo. Hay un tipo sano así como un tipo malsano y destructivo. Tu confusión aquí surge de la ignorancia, en el sentido de que crees que se espera de ti que renuncies a cualquier tipo de egoísmo. Por lo tanto, te rebelas y no puedes aceptar renunciar ni al tipo de egoísmo que es destructivo para ti y para otros.

Además, si crees que el resultado de este trabajo es, primero, obedecer una regla, y segundo, convertirte en una máquina, me gustaría decirte que no has entendido ni siquiera los elementos más básicos y rudimentarios de este trabajo. Ya es hora de que, con tu buena inteligencia, los entiendas, por lo menos con el cerebro, ya que la verdad es todo lo contrario de lo que has dicho aquí. Es significativo, y esto se aplica a todos los seres humanos, independientemente de su inteligencia, que siempre que uno se resiste a entender algo, no sólo no escucha los puntos que no está dispuesto a escuchar, sino que en realidad escucha todo lo contrario. La esencia de estas enseñanzas y el método del trabajo son para liberarlos de leyes preestablecidas y ayudarlos a ser verdaderos individuos. En la conferencia de esta noche se hizo hincapié de nuevo en este punto desde un ángulo nuevo.

Estás bajo la impresión equivocada de que la bondad es aburrida e insípida, que no tiene variaciones, ni individualidad, ni humor, ni placer, ni ingenio. Atribuyes todo esto a la “maldad”. ¡Qué equivocado estás! La bondad está tan diversificada como la maldad. Sólo que tiene más amor, individualidad y placer, porque en la salud y la madurez—que es lo mismo que la “bondad”—eres más capaz de expresarte, experimentas de manera más intensa y tienes un ámbito de vida más profundo y amplio. Confundes la bondad con la santurronería que, si la analizas, es el opuesto extremo de la primera. En esencia, la santurronería es otra faceta de la maldad que te parece tan deseable.

En esta conferencia mencioné, entre otras cosas, que a veces es mejor cometer un error si éste proviene de tu ser real que obedecer reglas y principios cuando, en tu interior, no son uno contigo. ¿No es significativo que hayas escuchado todo lo contrario? ¿No te muestra eso algo vitalmente importante en tu actitud hacia ti? ¿Entiendes, amigo mío?

PREGUNTA: Sí, entiendo sus palabras. Pero, mire, cuando eso se convierte en una regla es que yo, o nosotros, o la Humanidad, debe tender a convertirse en uno mismo. Entonces esto es una regla.

RESPUESTA: No. Pueden elegir siendo niños, si así lo desean. No tienen que crecer. Pero si desean crecer y vivir una vida constructiva y plena, y quieren utilizar la mayor parte de sus potenciales, entonces deben convertirse en sí mismos. Pero la elección tienen que hacerla ustedes.

PREGUNTA: Lo entiendo. Pero tengo otra pregunta. ¿Por qué entonces deben estas personas avanzadas, los individuos que han estado en este Pathwork durante algún tiempo, haciendo este trabajo, realizándose, rompiendo sus cadenas, por qué, repito, tienen que volverse capaces de soportar lo que ningún ser humano quiere soportar, como las malas maneras y las groserías de otra persona? No me parece que esto sea honesto ni el propósito de estas enseñanzas. Esto me parece el comportamiento de una máquina.

RESPUESTA: Hay otra confusión aquí, amigo mío. La respuesta es muy sencilla. El crecimiento, la madurez, el desenvolvimiento, los vuelven capaces de soportar, en caso de que tengan que hacerlo, aquello que son incapaces de cambiar. La madurez les permite renunciar y dejar ir lo que no tienen que tolerar. Esto es algo que la persona inmadura no puede hacer; así, lo insoportable se convierte en un problema para ella. Te rebelas contra lo que no puedes cambiar porque está fuera de tu control. Si crees que tu rebelión alivia la dificultad, estás en un grave error. Lo cierto es todo lo contrario.

La persona madura puede tomar lo que hay que tomar sin sentirse aplastada. Incluso se beneficiará de ello. Esto ciertamente no convierte a nadie en una máquina. Sería más apropiado calificar de máquina a la persona que constantemente se rebela, pero una máquina ineficaz, por cierto, que todo el tiempo arroja un vapor sin dirección a la atmósfera. Esto agota la fuerza de la persona, de manera que se vuelve incapaz de cambiar lo que sí puede cambiar, lo que no está más allá de su control. No se da cuenta de que podría hacerlo, y ni siquiera quiere hacerlo, porque aprecia la seudoindividualidad del eterno rebelde. ¿Qué te hace creer que eres más un individuo y menos una máquina cuando constantemente gritas y peleas cuando no existe una razón para hacerlo? ¿Qué te hace creer que una máquina es la persona que se enfrenta a un problema de lleno, y al descubrir que aquí hay algo que no puede cambiar, fluye con la corriente, y así guarda su fuerza para los problemas en los que sí puede influir y, por ende, volver su vida más significativa?

Permítanme partir con bendiciones muy especiales, en esta época del año en que se honra al Ser más grande que jamás vivió; el Ser que enseñó y vivió y murió por toda la verdad transmitida una y otra vez en tan diversas maneras, desde que su Tierra empezó a existir: Jesucristo. Sean benditos en él; estén en paz; y que su camino futuro los haga entender que sus enseñanzas, así como cualesquiera otras enseñanzas de la verdad, no tratan de hacerlos obedecer, apaciguar, inclinarse y aceptar algo contra su voluntad y convicción transformándolos en marionetas o en santurrones. ¡Todo lo contrario! Si verdaderamente entienden y siguen sus enseñanzas, y ciertos aspectos de su vida, descubrirán que es así. Que él—así como cualquier otro exponente de la verdad que no sólo la ha enseñado, sino que la ha vivido—es todo lo contrario a lo que la persona rebelde teme más: el santurrón obediente. Obsérvense a sí mismos y a otros. Profundicen más en este trabajo. Miren a las pocas personas que tal vez conozcan y que ya han alcanzado parte de esta meta, y verán que esto es cierto: cuanto más desarrollada espiritual y emocionalmente está una persona, más viva está, como individuo único y no como máquina, divorciado de la calidez, el valor y el humor. El ser real de todos los individuos es todo lo contrario de lo que ustedes temen y contra lo que se rebelan.

Y así, amigos míos, sean benditos en el Señor.

Dictada el 8 de diciembre de 1961.