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Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 120. El individuo y la Humanidad

Saludos, mis amadísimos amigos. Dios bendiga a cada uno de ustedes. Bendito sea su camino, su desarrollo, su crecimiento continuo como individuos.

La mayoría de mis amigos que han seguido este camino durante algún tiempo, y que han estado verdaderamente deseosos de entender sus problemas más ocultos, una y otra vez experimentan fases de alivio, de iluminación, cuando descubren dentro de ellos factores que, por fin, explican su descontento, su insatisfacción, su tensión, su frustración y otros obstáculos a una vida plena. La percepción profunda que resulta de la autoconfrontación incesante los hace libres de verdad. Los libera del confinamiento y la compulsión, y les permite elegir libremente el curso interior y exterior de su vida y su ser. El cambio sólo es posible cuando es una elección libre. Esto, a su vez, es posible sólo cuando han alcanzado una comprensión profunda.

Muchos de ustedes ya han experimentado la alegría y la libertad de poder lidiar con aspectos de la vida que no podían manejar antes. Al principio, cuando la comprensión profunda y total todavía falta o es sólo parcial, estos periodos son breves. Se alternan con periodos de confusión y depresión. Pero cuanto más dominen las fases oscuras mediante la voluntad de entender su significado interno, venciendo la resistencia a hacerlo, los periodos negativos serán menos frecuentes y más breves, y las fases de liberación, paz y alegría serán más largas. Cuanto más entiendan que cada fase negativa contiene una lección especial, que cada ocurrencia perturbadora alberga un conocimiento que necesitan desesperadamente a fin de encontrarse y vivir la vida plena y satisfactoria que están destinados a vivir, más fácil les será hacer de las perturbaciones y las crisis experiencias productivas de corta duración. Nada de esto es nuevo, lo he dicho antes, pero es demasiado fácil olvidarlo si no han experimentado repetidamente las bendiciones de hacer el trabajo para salir de los estados de ánimo desagradables, de las irritaciones y las depresiones, en vez de esperar a que la vida elimine la provocación exterior.

Ciertas leyes inalterables de crecimiento y desarrollo se aplican a todos los organismos vivos del universo. Son idénticas en principio y valen para los organismos físico, mental, emocional y espiritual. Se aplican al macrocosmos y al microcosmos; al organismo unicelular, a la entidad humana individual y a la Humanidad en su conjunto. Hay muchos organismos vivos cuyo mecanismo no pueden ustedes ver, entender ni evaluar. Por lo tanto, no pueden comparar los procesos de crecimiento de estos organismos con los suyos. Pero sí pueden hacer una comparación entre las leyes y los procesos de crecimiento individuales y los de la Humanidad en su conjunto. Hay suficientes datos históricos que ofrecen esta visión amplia, si aplican a ellos su conocimiento presente con la ayuda de esta conferencia. Esto les dará mayor comprensión y una visión más amplia de la relación entre el individuo y la totalidad de los individuos. Les permitirá visualizar que la Humanidad como un todo es una entidad, gobernada por las mismas leyes que el individuo que forma parte del cuerpo más grande... la Humanidad. Hay aspectos dentro del individuo que ustedes no entienden completamente y que, por lo tanto, no pueden controlar, destruyendo así la unión, la paz y la integración de la personalidad. Esto se aplica también a la Humanidad en su conjunto.

La misma relación existe entre la totalidad de un ser humano y cada una de sus células, o partículas de su ser, que entre la Humanidad y el individuo. Se ajustan a leyes idénticas de vivir y crecer. Este concepto es quizás más comprensible para ustedes en este momento, cuando ya se sabe que cada átomo es una réplica del universo. Pero la comprensión plena de este factor sólo puede llegarles cuando extiendan el ámbito de su conciencia a una dimensión más amplia. Por ahora, basta con tratar de establecer una comparación global entre el ser humano individual y la Humanidad en su conjunto.

Empecemos con la infancia. Un bebé carece de conciencia de ego. No tiene conciencia de sí, ni sentido de sí. Lo único que el bebé experimenta son las impresiones que le dan sus sentidos: placer y dolor. Sus reacciones a ambas son fuertes. Obviamente se regocija cuando se le da placer, y también obviamente se molesta cuando se le niega el placer o cuando siente cualquier grado de dolor. La frustración del placer o la imposición del dolor le provocan un enojo violento. El bebé no conoce nada más allá de esto. No hay una razón, ningún sentido de cómo su placer puede tener una relación con el dolor de otro. No hay lógica ni ningún sentido de responsabilidad. El bebé está completamente aislado en su propia vivencia del placer o del dolor. El dolor y el placer—esta limitada gama de experiencias—ni siquiera existen en los niveles emocional, intelectual y espiritual. El bebé no es sólo enteramente una criatura física, sino que también es egocéntrico por completo.

La misma condición existe en cualquier forma de inmadurez. Cuando exploran los recovecos de su psique ya de adultos y encuentran las áreas subdesarrolladas y problemáticas, seguramente se topan con este niño interior idéntico que vive en ustedes. Se encuentra sometido por otras áreas de su personalidad que han crecido, que saben más. Pero mientras este bebé egoísta, egocéntrico y limitado viva en ustedes, siempre estará en conflicto con toda la personalidad. El bebé sólo puede crecer si se le permite manifestarse en la conciencia de la persona; si ya no se le reprime. Por ende, uno no puede decir que los rasgos infantiles dejan de existir cuando la persona llega a la adultez. Es sólo cuestión de grado.

En el grado en que exista esta actitud infantil hacia el mundo, la persona es dependiente. Un bebé es, como bien lo saben, totalmente dependiente. Al mismo tiempo, la llamada persona neurótica, conflictiva e inmadura es emocionalmente dependiente. Todos ustedes saben, y todo el tiempo experimentan, cómo sus problemas y conflictos interiores les quitan libertad, autosuficiencia e independencia. Muchos de ustedes empiezan a experimentar el significado de obtener una verdadera independencia cuando renuncian al egocentrismo infantil y limitado. De ahí que el egocentrismo y la dependencia estén interconectados. No puede haber uno sin el otro. Muchos conflictos interiores bullen en su interior sólo a causa de esta interconexión. Luchan contra la dependencia en la que simultáneamente insisten, como resultado de su egocentrismo infantil y su perspectiva subjetiva.

Conforme maduran, desarrollan un sentido del ser. Cuanto más conscientes de ustedes mismos se vuelven, por paradójico que parezca, más empiezan a interesarse en los demás. Piensen en esta gran verdad espiritual, amigos míos: la falta de individualidad significa egocentrismo. La individualidad plena significa interés en los demás, imparcialidad al evaluar las ventajas y las desventajas de otros y del propio ser. No significa la aniquilación del ser en favor de otros con un sentido distorsionado del martirio, que siempre es un “remedio” para el egoísmo y el egocentrismo inherentes y ocultos. Pero sí implica un sentido de justicia en el que uno es capaz de renunciar a una ventaja si ésta crea mucho dolor y una desventaja injusta para otro. Así pues, en un lado de la balanza, tenemos al bebé que no tiene sentido de individualidad, ni conciencia de sí mismo, además de un egocentrismo total y una dependencia completa de seres más fuertes. En el otro lado de la balanza tenemos a la persona madura que tiene un sentido de individualidad, una conciencia de su ser más allá del principio placer/dolor. Esto resulta en un sentido social; responsabilidad, preocupación por otros, comprensión y sentimientos compartidos con quienes los rodean de manera que formen un todo armonioso en una mutualidad de propósito e interés. Estos seres maduros son libres e independientes, lo que no debe confundirse con omnipotencia. No gobiernan ni son gobernados. Existe entre ellos y sus congéneres una interdependencia sana.

Para que tenga lugar este proceso de crecimiento, el bebé debe desarrollar su mente, su intelecto, su razón, así como su naturaleza emocional. Cuando todos estos elementos maduran en armonía, el crecimiento tiene lugar en todos los niveles y el individuo está integrado. Pero como bien saben, éste es un caso raro. Parte del desarrollo siempre se rezaga. Entonces, esto crea una crisis.

El proceso es idéntico al de la Humanidad como un todo. La Humanidad primitiva puede equipararse al niño. No tengo que repetir las palabras, pero, sin temor a equivocarse, pueden aplicar todo lo que se ha dicho del niño a la Humanidad primitiva. La historia me dará la razón. Los hombres primitivos vivían de una manera mucho más aislada, pero incluso dentro de su propio círculo de la familia inmediata era necesario que crecieran, pues de lo contrario no podían sobrevivir. Así, las comunidades primitivas se vieron forzadas a desarrollar algunos procesos mentales que inmediatamente redujeran sus impulsos primitivos egoístas y los volvieran más responsables de otros y menos egocéntricos.

Así, los hombres empezaron a formar una sociedad por cuyo bien funcionaban, a menudo con mucho esfuerzo para superar los impulsos infantiles que querían destruir lo que se interponía entre ellos y su gratificación inmediata. Hasta el día de hoy, siempre existen quienes actúan de acuerdo con estos impulsos infantiles y cuyo sentido de responsabilidad hacia los demás está ausente. Pero, en conjunto, la sociedad y la civilización actuales se derivan de estos primeros intentos del hombre primitivo de encontrar un modo de supervivencia mediante la dominación de los instintos primitivos y egocéntricos.

Si el niño fuera autosuficiente e independiente y al mismo tiempo poseyera impulsos egocéntricos, ya podrán imaginarse lo que sucedería. Gobernaría a todos los que fueran más débiles y los destruiría. Por lo tanto, su debilidad y su resultante dependencia son una necesidad y una protección. De igual modo, durante un largo tiempo, la Humanidad fue regida por la ley de la fuerza y el poder. Pueden ver esto una y otra vez en la historia. Al principio, los gobernantes fueron eliminados por otros que no eran diferentes de ellos, pero finalmente pudieron obtener el poder cuando ofrecieron a sus súbditos algunos derechos también. Por ende, la responsabilidad y la preocupación por otros surgió primero como una necesidad, pues sin ellas no podían obtener el poder y sus ventajas, y después, por fin, como un verdadero desarrollo y convicción interiores.

El niño golpea a otro más pequeño porque quiere las posesiones de éste. En un grado infinitamente mayor, la misma tendencia existía en épocas anteriores, como sigue existiendo hoy. La Humanidad primitiva también era mucho más impotente y dependiente que hoy. Tenía menos medios para controlar los elementos y las fuerzas de la naturaleza. Los hombres primitivos tenían menos medios a su disposición para defenderse de la injusticia y la fuerza bruta de otras personas. No había una ley civil que los protegiera. No había un código de ética que condenara al ostracismo a un infractor. Los humanos fluctuaban entre gobernar y ser gobernados.

Su desarrollo general era tal que la vida se reducía a una cuestión de quién gobernaba a quién, quién era más fuerte y, por lo tanto, estaba mejor equipado para obedecer sus impulsos egoístas a expensas de otros. Esta limitación e ignorancia—como la del niño—los volvía dependientes. Cuanto más manifestaban una fuerza bruta en ausencia de un desarrollo mental y emocional, más débiles se volvían. Su concepto de Dios se basaba en ser gobernados; el gobierno era arbitrario y el individuo vivía en conformidad con ello. Cada persona gobernaba a los más débiles y, a su vez, era gobernada por los más fuertes. Tal vez odiaban violentamente a sus gobernantes, pero no podían evitar obedecerlos y, al mismo tiempo, necesitarlos.

Cuando el niño deja atrás la etapa de bebé y entra en la niñez propiamente dicha, tiene que aprender a tener consideración por los demás y a refrenar sus instintos egoístas. Pueden faltar los sentimientos correctos, pero al menos en sus expresiones, el niño aprende a relacionarse con otros. De igual modo, en cierto punto de su historia, la Humanidad se volvió más consciente de las necesidades de otros. Aquí también fue primero una cuestión de autopreservación que de sentimientos interiores. La transición de un absoluto egocentrismo al interés en los demás es un periodo crucial en el desarrollo de una entidad, trátese de un ser humano individual o de la Humanidad en su conjunto.

Cada transición en el crecimiento, grande o pequeña, conlleva una crisis. La Humanidad pasó por muchas crisis: las crisis del crecimiento. Examinemos los periodos de transición del crecimiento en el individuo desde el punto de vista de la crisis. Cuando el niño nace, no es sólo una crisis para la madre, sino más aún para la pequeña entidad. Ya dije en un contexto diferente que el nacimiento es un choque traumático para el bebé. Cuando el niño es destetado del pecho de la madre, es una crisis. Cada una de estas fases es un paso hacia una mayor independencia, hacia el tránsito al mundo, lejos del aislamiento. Cuando el niño empieza a ir a la escuela, éste es de nuevo un paso hacia el mundo, hacia la individualidad, lejos del aislamiento. El niño empieza a aprender la responsabilidad; por primera vez se aleja, en cierta medida, del cobijo y la protección completa de los padres. De nuevo, es una crisis.

En el grado en que ustedes se resistan a estos periodos de crecimiento y luchen contra ellos, éstos serán dolorosos y presentarán conflicto y desarmonía. En el grado en que los acepten gustosos, el nuevo modo de vida se volverá deseable y ofrecerá panoramas nuevos, experiencia y retos.

El sistema físico también pasa por una crisis en su crecimiento. Un bebé al que empiezan a salirle los dientes experimenta dolor. La pubertad es un proceso psicológicamente doloroso. Es, otra vez, un paso hacia la individuación.

Este camino es la mejor demostración de la ley del crecimiento. De hecho, mis palabras introductorias a esta conferencia demuestran esto en el nivel de la psique de la Humanidad. Todos ustedes saben que cuanto más se aferran a patrones destructivos, resistiéndose incluso a entender su mecanismo, más dolorosos se vuelven finalmente estos patrones viejos y obsoletos. Y a la inversa, cuanto más dispuestos están a vivir el proceso de crecimiento mediante su determinación interna a entender y cambiar, más emocionante y rica, más significativa y satisfactoria será su vida. En esta última alternativa, la crisis es breve. Dura sólo hasta que reúnen la fuerza para vencer la resistencia. Pero si ceden al razonamiento ciego y defectuoso de esta última, alargan la crisis. Gradualmente se vuelve más aguda hasta que ya no pueden tolerarla, y se ven obligados a hacerse cargo de sí mismos, a descartar los conceptos desgastados e incorrectos y a dejar atrás su aislamiento infantil que ya no funciona para los adultos que ahora son.

La Humanidad ya ha dejado atrás la primera infancia y la niñez. Apenas está pasando por la adolescencia, pero todavía no es una entidad madura y adulta. Si comparan el periodo de adolescencia del individuo con el desarrollo actual de la Humanidad, verán que éste es donde está la Humanidad hoy. Esto les será útil y ampliará su comprensión.

Muchos individuos que llegan a la adultez no son maduros. Su cuerpo ha crecido, pero su psique está rezagada. Así sucede con el mundo. El individuo promedio que llega a la edad adulta puede tener aspectos que son muy maduros, responsables, interesados, libres e independientes, pero al mismo tiempo albergan áreas problemáticas en las que reina el niño egoísta y dominante. El mundo, su esfera terrestre, es igual. Hay grupos, países, nacionalidades, religiones, sectas, secciones—geográfica e ideológicamente—con distintas perspectivas y actitudes. Pueden equipararse con los diferentes aspectos de un individuo. En este camino, han descubierto que les falta paz interna debido a propósitos divididos, impulsos mutuamente excluyentes, conceptos contradictorios. Ahora saben que la personalidad humana carece de integración, integridad y unión debido a escisiones inconscientes. En el curso de su autoexploración descubren áreas interiores que contradicen por completo sus convicciones conscientes. Las reacciones emocionales contradicen los puntos de vista conscientes, o bien están escindidas en sí mismas. Cuando descubren estas contradicciones y escisiones les resulta fácil ver por qué están perturbados, por qué están en guerra con ustedes mismos.

Esto es exactamente lo que le ocurre a la Humanidad en el planeta Tierra. También ella está dividida en su interior. El organismo que, en la perfección, podría funcionar y funcionará armoniosamente, en unión consigo mismo, librará una guerra interior mientras esté dividido por conceptos poco realistas, conclusiones equivocadas, actividades egocéntricas e infantiles, perspectivas limitadas, falta de interés, subjetividad e injusticia debido a tendencias ciegas y aislantes. Si dos naciones tienen propósitos opuestos, esto es tan poco realista e insensato como los propósitos opuestos dentro del inconsciente individual. Es igualmente destructivo e ineficiente.

La Humanidad está empezando a dejar atrás la etapa adolescente. Esto no necesariamente significa que su organismo entero esté más unificado que el del adulto promedio. Sin embargo, la cercanía de un estado más maduro puede sentirse en la Tierra, a pesar de los remanentes de tendencias inmaduras en la psique de la Humanidad. Muchos aspectos de la entidad Humanidad serán comparables con los conceptos conscientes que un individuo ha adquirido por medio de la buena educación, las buenas influencias y la verdad intelectual. Ciertos grupos dentro de la esfera humana y sus propósitos representan esta madurez, mientras que otros grupos y sus objetivos representan los elementos infantiles, erróneos, miopes y destructivos inconscientes. Pero cuanto más crezca la Humanidad, menos confundida estará acerca de lo que es constructivo y lo que es destructivo. Su discernimiento mejorará. En el pasado, cuando se hallaba en los estados infantil y pubescente, la Humanidad tenía dificultad para distinguir la verdad de la falsedad, lo constructivo de lo destructivo. La injusticia y la crueldad crasas podían pasar muchas veces por una causa justa, mientras que las soluciones verdaderamente significativas y maduras a los problemas de la Humanidad se tachaban muchas veces de equivocadas. La mente del niño carece del poder del pensamiento independiente, de la discriminación, y el pequeño rehúye el trabajo de siquiera intentarlo.

A medida que el individuo se vuelva capaz de disolver las tendencias destructivas e infantiles por medio de la razón y el poder de la comprensión, lo mismo hará la Humanidad. Por lo tanto, la Humanidad está hoy en el umbral de una mayor madurez y, por ende, en un estado de crisis. Así como todos los que están en este camino viven periodos de oscuridad antes del amanecer, también la Humanidad los experimenta, una y otra vez. La adolescencia es una etapa particularmente dolorosa y difícil porque el individuo deja atrás el periodo acostumbrado y seguro de la niñez, sin poseer todavía el equipo necesario para ser adulto. Una crisis adolescente similar ha marcado especialmente los últimos cien o doscientos años. ¿Creen que este mundo en el que viven tendría guerras, convulsiones, crimen, hambrunas y todo tipo de otras dificultades si el organismo de la Humanidad no estuviera igualmente escindido y operara en parte de acuerdo con premisas falsas, tal como ustedes lo hacen como individuos?

Ustedes siguen viendo la vida como un proceso separado de ustedes. Por eso establezco este paralelo, que no es simbólico ni arbitrario. Es un hecho que el cuerpo humano, el alma y el espíritu individuales son idénticos al cuerpo, al alma y al espíritu de la Humanidad en su conjunto. La contemplación de esto no sólo los ayudará a entender mejor el mundo en el que viven, sino que profundizará su comprensión de ustedes mismos. Procesos idénticos tienen lugar en todos los organismos. Una célula aparentemente sola también consta de muchos aspectos. También ella se enferma si se le escinde. Los muchos aspectos de una célula son una réplica del organismo más grande del que forma parte, así como el individuo forma parte del cuerpo más grande, la Humanidad.

La verdadera individuación ocurre cuando consiguen el acceso a su cerebro interior, a su conciencia interior. Esto sucede cuando exploran y entienden completamente todos los niveles: la conciencia exterior, la semiconciencia y el inconsciente. En el momento en que penetran las capas de conciencia que cubren a su ser real, a su conciencia real, usando la comprensión profunda y la evaluación veraz, alcanzan la realidad interior de cualquier situación particular. Esta es una experiencia profundamente enriquecedora, jubilosa y tranquilizadora, pero requiere de una estricta honestidad con ustedes mismos. Algunos de mis amigos ya han experimentado este fenómeno. Después de una exploración y autoconfrontación minuciosas acerca de un problema en el que están envueltos, la voluntad interna funciona mejor. El cerebro interno, por así decirlo, que se localiza en el plexo solar, les da la guía, la sabiduría, la comprensión y la respuesta creativa más iluminadoras. Su conciencia interna les transmite la verdad sin el peso de los sentimientos de culpa destructivos, y les muestra la manera de absolverse de los males que hayan cometido. Cuanto más libres estén de errores conceptuales y problemas interiores no resueltos, con mayor precisión funcionarán estas facultades interiores. Cuanto más estén en contacto con estas facultades interiores, más confiable será la guía a lo largo de su vida, más constructivamente vivirán su vida, más se entenderán a sí mismos, sus perturbaciones, sus relaciones con otros y el mundo en su conjunto. En suma, cuanto más profundamente entren en sí mismos, más capaces serán de salir al mundo y tener un contacto y unión fructíferos con otros. Y a la inversa, cuanto más vivan en la periferia de su conciencia—en el nivel superficial de manifestación—, más apartados estarán del mundo y menos serán parte de él.

El humano no es capaz de tomar esta dirección interior cuando es niño, y apenas puede hacerlo cuando llega a la adolescencia. En esa etapa ustedes fueron capaces, con la guía y la educación adecuadas, de empezar a canalizar sus fuerzas en la dirección correcta, pero es un esfuerzo mucho mayor que para un adulto. También la Humanidad tiene que aprender a dirigir la solución de sus problemas volviendo la mirada a su interior, detrás del efecto, para buscar las causas internas. Hasta ahora, la Humanidad no suele resolver los problemas colectivos de esta manera. En la política, la economía e incluso la religión, la Humanidad enfoca la vida y sus problemas en el nivel de manifestación externo y superficial; por ello no puede encontrar soluciones verdaderas. Pero como la Humanidad se está acercando a la madurez, también ella aprenderá a desarrollar su conciencia, su voluntad y su proceso de pensamiento internos.

Ustedes que están en este grupo, que trabajan diligentemente en este camino, ¿acaso no han experimentado una y otra vez lo infructuoso que es tratar de resolver un problema, ya sea dentro de ustedes o con otros, concentrándose sólo en los factores exteriores? O la solución dura muy poco, sólo para manifestarse más tarde con mayor fuerza que nunca de una manera distinta, o se involucran más negativa y confusamente que antes y empiezan a moverse en círculos. Pero cuando hacen el esfuerzo de mirar detrás de la apariencia—detrás de la manifestación externa—, cuando verdaderamente se enfrentan a los problemas que encuentran ahí, aunque al principio esto pueda parecer difícil y desagradable, pronto ven que la situación no es desesperada, que hay una manera maravillosa y realista de resolverla en la que ninguna de las personas involucradas dependen de circunstancias más allá de su control. Cuando el espíritu del mundo empiece a operar de esa manera, todos los problemas existentes hallarán genuinamente una solución. La paz permanente en la Tierra existirá sólo cuando la madurez general de la Humanidad haya alcanzado esta forma de resolver problemas. Entonces podrán prescindir de la fuerza bruta porque dependerán de la razón y la justicia, y no del poder. Pero para que esto sea posible, cada nación, cada gobierno, cada grupo tendrá que examinarse para buscar sus propios defectos, en vez de culpar al otro, independientemente de cuántas apariencias puedan conducir a racionalizaciones. Del mismo modo, la creciente individualidad de la Humanidad le permitirá también afirmar sus derechos, ser consciente de sus valores, sin culpa. No se debilitará cuando se le hagan acusaciones falsas. Este proceso es idéntico al de la creciente individualidad del ser humano.

Cuanto más siga cada uno de ustedes este camino de la manera en que lo hacen, cada vez más decididos a vencer la resistencia a encarar la verdad que hay en su interior, más contribuirán a que toda la Humanidad alcance la fase en que ella pueda resolver sus problemas por medios adecuados, y no temporales y superficiales.

Tal vez se pregunten qué pasará con la Humanidad cuando haya madurado de verdad en todos sus aspectos. Desde luego, sólo puede hablarse de esto en principio, ya que pasarán millones y millones de años antes de que se alcance la individuación completa del espíritu del mundo. Después de todo el lapso de tiempo de la existencia de la Humanidad, apenas ahora está a punto de dejar atrás la adolescencia, así que lo que va a pasar cuando llegue a la madurez no constituye una consideración inmediata. Sin embargo, necesitan hacer la pregunta a fin de entender ciertas leyes espirituales en conexión con el destino de la Humanidad en este planeta.

También podrían preguntarse por qué es necesario que pase tanto tiempo. La respuesta a esta pregunta es que hay muchas almas individuales involucradas en el proceso. Para que la totalidad de la Humanidad alcance la madurez, todas las partes individuales de ella tienen que hacerlo también, así como la personalidad de ustedes permanece en conflicto hasta que integren cada aspecto de su ser con aspectos que ya han alcanzado la madurez. Esta integración debe ser una libre y voluntaria elección, no una compulsiva. Con demasiada frecuencia tratan de forzarse por compulsión ciega, mientras que ciertas reacciones emocionales se rebelan. Esto no significa individuación ni integridad. Si el espíritu del mundo fuera verdaderamente maduro, forzar a los aspectos aún inmaduros de él a someterse contradiría la libertad de la realidad espiritual. No obstante, cuanto más alcance la Humanidad la madurez global, más rápido será el progreso para los rezagados. La atmósfera y la influencia generales serán conducentes a un desarrollo más rápido. De nuevo, esto puede equipararse con el individuo que siente que el Pathwork y la autoconfrontación se vuelven más fáciles a medida que enfrenta y resuelve sus problemas más importantes. Por lo tanto, el elemento del tiempo no puede fijarse ni pueden establecerse reglas de que cada periodo debe durar una cantidad igual de tiempo. El periodo de la infancia puede ser relativamente más largo que los periodos de crecimiento de la adultez. El elemento del tiempo no puede compararse con el tiempo fijo que le toma a un organismo físico crecer de un estado al siguiente.

Ahora bien, en cuanto a la pregunta del destino de la Humanidad en su conjunto después de que alcance la madurez plena, comparémosla con el del individuo. Una entidad individual está atada a la esfera terrestre hasta que alcanza la madurez. Regresa una y otra vez. Cuanto más desarrolla sus facultades internas, y por ende se relaciona mejor y mejor con otros, más eleva su conciencia. El ser humano altamente desarrollado empieza a percibir una dimensión nueva que ya existe fuera de la esfera humana. A medida que continúa este proceso evolutivo, las emanaciones del individuo se vuelven más y más finas. Su materia se vuelve más y más sutil, y disuelve la materia áspera y burda que conocen ahora. Casi imperceptiblemente, al avanzar la evolución, el individuo crea una nueva clase de materia corporal—materia del alma—, y es atraído así a un mundo diferente. Estos individuos ya no sienten la atracción de esta esfera. Sus emanaciones y su materia más sutiles los jalan a un ambiente correspondiente. Esto no es, como suele decirse, un cambio de una residencia geográfica a otra, sino un cambio de perspectiva espiritual y psicológica, un estado de ser distinto. A medida que el espíritu del mundo, como totalidad, alcance este estado, también él sufrirá un cambio idéntico. La esfera terrestre misma se volverá más fina, su materia más y más sutil, su vibración más fuerte, debido a su grado de conciencia más elevado.

En esta época del año, que señala una fase nueva, un segmento nuevo de tiempo, esta conferencia les ofrecerá una mejor visión general y mucho material de reflexión, que les será útil no sólo para la especulación general, sino para ayudarles a resolver sus problemas más personales en su trabajo, en su vida. En la discusión que vamos a tener sobre esta conferencia, sería fructífero que pensaran en sus problemas personales y en cómo éstos corren paralelamente a la historia del mundo, al desarrollo de la Humanidad como un todo. Si recibimos ejemplos de los participantes, esto será más valioso, amigos míos.

¿Hay preguntas que quieran hacerme?

PREGUNTA: Usted dijo que completar el ciclo se llevaría millones de años. ¿De qué manera pueden contarse la infancia y la niñez desde su punto de vista? ¿También en millones de años?

RESPUESTA: Desde luego. Piensen sólo en cuánto tiempo se sabe que han existido la Tierra y la Humanidad.

PREGUNTA: ¿Cómo explica el auge y la caída de civilizaciones y razas si ahora generaliza el estado de adolescencia? ¿Tuvieron un auge y murieron?

RESPUESTA: Parte de la respuesta es que algunas almas de esas civilizaciones ya completaron su desarrollo en esta esfera específica. Otras vienen otra vez a distintas civilizaciones y razas para completar su evolución. No es necesario regresar al mismo ambiente. Otra parte de la respuesta es una comparación con el individuo. Supongamos que, como personas jóvenes, adoptan un modo de vida, una actitud ante ésta y ante otros, en la que desean lidiar con sus dificultades personales y con las del mundo. Este intento puede combinar algunas facetas, constructivas y destructivas, realistas y no realistas. Durante un tiempo parecen estar a gusto con esta solución, pero al ir envejeciendo y con el cambio de las circunstancias, la solución ya no funciona. Así que la descartan a fin de adoptar un modo de vida nuevo, tal vez aún distorsionado, de modo que, en un periodo posterior, tienen que descartarlo otra vez. Podríamos comparar las civilizaciones que han surgido y caído con las seudosoluciones exteriores o interiores de la persona joven, modos de vida que combinan elementos en conflicto en el ser y en el mundo.

PREGUNTA: ¿Podría explicarnos el papel de Egipto? Puedo aceptar la teoría de las seudosoluciones en lo que atañe a Grecia y otras culturas, pero con Egipto algo se perdió. Parece ser que los egipcios tenían un conocimiento interno.

RESPUESTA: Nada que sea real puede perderse jamás. Tal vez parezca que se perdió por no asociarlo con Egipto, pero eso no significa que se haya perdido para el mundo. Es como en el individuo que retiene facetas constructivas de un intento por resolver problemas, aun si todo el núcleo no se resuelve. Cuando preservan este elemento constructivo, no recuerdan cada vez que, en un periodo específico, combinaron un modo de vida temporal que resultó insatisfactorio con esta tendencia constructiva específica. Un individuo o una civilización no inventa la verdad. La verdad es. Existe para ser usada por los seres creados. No puede extinguirse.

Mis muy amados amigos, específicamente en esta época del año, reciban bendiciones muy especiales para su continuo desarrollo y autorrealización. Esta época señala uno de esos tiempos de crisis de los que he hablado. El espíritu llamado Jesucristo representó visiblemente uno de esos periodos decisivos de cambio. Esto marcó—en la historia—un cambio entre la niñez y la adolescencia. Puede parecer desproporcionado que haya pasado tanto más tiempo de la primera infancia a la niñez, y de nuevo de la niñez a la adolescencia, mientras que sólo han pasado dos mil años y la Humanidad está ahora en el umbral de la madurez. Pero repito que estas fases de crecimiento no pueden medirse en estados fijos, como sucede con el organismo físico. Además, como ya también lo he dicho, el individuo puede ser más o menos adulto y maduro, y, no obstante, seguir albergando elementos muy inmaduros y destructivos. El hecho de que la raza humana en su conjunto esté al borde de entrar en la madurez sin duda traerá mucha mejoría a este mundo, pero no elimina sus aspectos destructivos.

Hay un significado en el hecho de que haya yo elegido este tema específico para esta noche. La encarnación del espíritu de Jesucristo señaló el mismo tipo de convulsión y agitación por el que pasa el organismo humano cuando el niño llega a la pubertad. En estos periodos, la entidad descubre mucho idealismo. Los jóvenes están llenos de fuerza e ideales y, al mismo tiempo, tienen impulsos violentos, rebeldes y crueles. Esta es exactamente la etapa por la que pasó la Humanidad en ese periodo.

Con esto en mente, sigan su camino en paz. Mantengan encendida su luz interna para que pueda continuar dentro de ustedes el crecimiento y la individuación, y para que esto les permita establecer lazos con otros en su verdadero estado interior. Se volverán más independientes, más libres, más responsables y menos aislados. Nuestro amor y bendiciones van a todos ustedes. Queden en paz. ¡Queden con Dios!

Dictada el 13 de diciembre de 1963.