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Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 130. Encontrando la verdadera abundancia al atravesar el miedo

Saludos mis muy amados amigos. Bendiciones para cada uno de ustedes, y bendito sea este año nuevo. Que sea coronado por el éxito en sus esfuerzos de crecimiento espiritual.

Las personas suelen confundirse por las aparentes contradicciones en las enseñanzas espirituales. Hemos hablado de esto en varias ocasiones, y siempre he señalado el común denominador que une dos contradicciones aparentes y, por ende, elimina la situación de “esto o lo otro”.

El tema de esta noche es fundamental para su manera de enfocar la vida. Cada uno de ustedes puede encontrar una ayuda sustancial en esta conferencia si piensan profundamente en mis palabras. Ellas responderán preguntas, estuvieran o no estuvieran ustedes conscientes de ellas en su interior.

Hay dos filosofías acerca de la vida y la realidad espiritual que parecen completamente contradictorias. Una dice que la persona espiritual y emocionalmente madura tiene que aprender a aceptar las dificultades de la vida. A fin de salir adelante en la vida, las personas tienen que aceptar lo que no pueden cambiar inmediatamente, lo que está más allá de su esfera directa de influencia. Dice que la falta de aceptación genera desarmonía, ansiedad y tensión, aumenta las dificultades y destruye la tranquilidad. La capacidad de aceptar lo inevitable—como la muerte u otros actos del destino—es una medida de madurez e indica una personalidad equilibrada.

La otra filosofía dice que no necesita aceptarse nada negativo, que todo el sufrimiento, incluida la muerte, es innecesario. Dice que no hay más destino que el que los seres humanos se forjan, y que ellos, siempre que deciden hacerlo, pueden forjarse un destino nuevo en el que ya no sufran. Postula que el verdadero despertar espiritual está marcado por la comprensión de que el sufrimiento no necesita aceptarse, que el universo está abierto, que hay una inconmensurable abundancia para todos los seres humanos aquí y ahora.

Estas son contradicciones aparentes. No ver la ausencia de contradicción en estos dos enfoques debe llevarlos a la confusión, se den cuenta o no. Indudablemente han encontrado ambos enfoques en todas las grandes enseñanzas espirituales, así como en mis propias conferencias.

Ahora bien, amigos míos, ¿por qué no son mutuamente excluyentes estos dos enfoques? ¿Dónde está el común denominador que los unifica? La clave es el elemento del miedo. Si desean la felicidad porque temen la infelicidad, la felicidad permanece inalcanzable. Si desean la felicidad por la felicidad misma y no porque temen su ausencia, nada bloqueará su logro. Y ésta es una enorme diferencia.

Mientras tengan miedo, a veces es inevitable que experimenten lo que temen a fin de perder el miedo. Si pueden eliminarlo percatándose de la verdad de que no hay razón para temer, entonces no es necesario experimentarlo. Pero muchas veces son incapaces de tener esta percepción interior, así que deben familiarizarse con las circunstancias temidas hasta que pierdan su aspecto amenazante.

Mientras deseen lo positivo principalmente porque tienen miedo de lo negativo, su miedo pone barricadas en el camino a lo positivo. El planeta Tierra, esta esfera de conciencia, se caracteriza por el deseo de lo positivo no por sí mismo, sino por el miedo de su opuesto negativo. Examinemos algunos de los deseos más fundamentales de los seres humanos.

Empezaremos con la gran dualidad de la vida y la muerte. Esto les dará una mejor comprensión de una conferencia que dicté hace algunos años, en la que hablé de la vida y de la muerte como dos facetas del mismo proceso. [cf. Conferencia 88] Les dije que deben aprender la capacidad de morir, que lo harán por medio de la aceptación, y por esa aceptación sabrán que no hay nada que temer; de hecho, que no hay muerte. También dije que la persona que teme a la vida inevitablemente teme la muerte, y viceversa.

Es imposible amar verdaderamente la vida mientras se teme a la muerte. Esto puede corroborarse constantemente cuando se observan las reacciones humanas. Cuanto más vive una persona con entusiasmo y alegría, menos teme a la muerte. Cuanto más se contraen las personas con miedo a la muerte, más se aferran a la vida, no porque la disfruten o porque estén dinámicamente relacionadas con ella, sino con el fin de evitar la muerte. Estas personas en realidad no viven. El miedo a la muerte y al morir impiden que uno viva, y sólo viviendo profundamente pueden aprender que la vida es un proceso interminable, y que morir es una ilusión temporal. Si uno se aferra a la vida por miedo a la muerte, la vida no será significativa, ni puede ser placentera. No necesito decir que esto, como siempre, es cuestión de grado. Como casi nadie está completamente libre del miedo a la muerte—de lo contrario no estarían encarnados en esta esfera de ser—casi nadie vive de verdad. Pero algunos están relativamente libres de este miedo y, por lo tanto, viven vidas significativas y placenteras.

Como es casi imposible que el alma promedio se dé cuenta de que no hay que temer a la muerte, tiene que pasar por ciclos y ciclos de encarnaciones, una detrás de la otra, aprendiendo a morir hasta que la muerte ya no sea una experiencia aterradora. Cuando el miedo de morir se vence, la vida eterna es posible; mientras se le tema, hay que atravesar la muerte.

Otro gran pecado del ser humano es el deseo de tener el control. En consecuencia, la persona teme perder el control. Si bien las enseñanzas espirituales postulan que la muerte es innecesaria, también sostienen que el individuo verdaderamente evolucionado es amo del universo, y que él o ella solos controlan el destino. El alma humana tiende a esta meta. Pero mientras exista el miedo de perder el control, el individuo debe aprender la capacidad de renunciar a él, de ajustarse flexiblemente. Deben aprender el equilibrio fino entre conducir su barco por el río de la vida y la capacidad de soltar. Cuando más miedo tenga uno de soltar, mayor es el desequilibrio de los movimientos del alma, y, en consecuencia, mayor es la pérdida del control final sobre el destino. El estricto control que uno busca es un seudocontrol que sólo aumenta la tensión y la ansiedad. Impide la paz y la confianza en el ser y en el proceso de la vida. La única manera en que puede crecer la confianza es entregándose a lo que parece lo “desconocido” y renunciando al aferramiento tenso. Este soltar finalmente resulta en un dominio pleno sin el miedo de perderlo, pues la persona sabe ahora que no hay nada que temer.

Los seres humanos no son capaces todavía de un control inmediato sobre el ser y la vida. Todavía tienen que aceptar temporalmente ciertas limitaciones dentro del ser que crean un destino indeseable. Negar estas limitaciones por pura voluntad exterior que procede del miedo empeora la situación. La aceptación de las limitaciones temporales y, en consecuencia, de los resultados, no significa resignarse a la tragedia y el sufrimiento. Sólo significa pasar por una fase de menor expansión, comodidad y dicha, aceptando la responsabilidad de este estado y, por lo tanto, venciendo el terror a ella. Esta actitud abrirá la puerta más.

Como el ser humano, en su grado más alto de evolución, tiene el control de su destino, la capacidad de entregarse con confianza a las fuerzas más grandes debe estar, por lo menos, potencialmente presente en todos los individuos. De hecho, sólo haciendo esto puede la persona ser una con estas fuerzas. Cuando uno se niega a soltar el control, es por miedo y desconfianza. Es así que lo más benigno, el poder, la liberación y la dicha, se bloquean.

Otro objetivo humano fundamental es el placer supremo. Todos estos aspectos—la vida eterna, el control sobre el propio destino, el placer supremo—son objetivos espirituales instintivos y profundamente innatos. La psique sabe instintivamente que éstos son tanto su destino como su origen y, por lo tanto, se esfuerza por recapturarlos.

Si desean placer porque tienen miedo del dolor o de la ausencia de placer, la puerta a éste permanecerá cerrada. Una vez que hayan aprendido que la ausencia de placer no es un abismo de oscuridad del que tengan que escapar, el miedo ya no impedirá su realización.

Todos los aspectos de la vida siguen este principio. Si desean salud en un espíritu de miedo a la enfermedad, impiden la salud. Si temen el proceso de envejecimiento, impiden la juventud eterna. Si temen la pobreza, impiden la abundancia. Si temen la soledad, no tendrán una compañía real. Si temen la compañía, impiden la autocontención. Y así por el estilo.

El gran enemigo es el miedo, y la mejor manera de enfrentar y conquistar a este enemigo es, en primer lugar, comprobarlo, admitirlo y articularlo. Este enfoque disminuirá el miedo en un grado considerable y abrirá el camino a otras medidas para derrocarlo. Desde luego, el deseo de hacerlo debe, como siempre, ser claramente expresado en sus pensamientos e intenciones. No obstante, si luchan contra el miedo por miedo al miedo, esto será difícil. Por lo tanto, el reconocimiento sereno y la aceptación momentánea de él contribuirán más a su eliminación que si luchan contra él.

Hace mucho tiempo dijimos que los tres grandes obstáculos del alma humana son el orgullo, el voluntarismo y el miedo. Cuanto más unificada está el alma, más puede alcanzar el punto básico de unificación cuando se encuentra con divisiones internas. Lo mismo se aplica a esta tríada. El orgullo y el voluntarismo se vencen fácilmente cuando ya no hay miedo. Si no los asusta que su dignidad se vea perjudicada, no habrá necesidad de un falso orgullo. Y si no tienen miedo de ser controlados por factores más allá de su influencia, no tendrán necesidad del voluntarismo.

El miedo es la gran puerta cerrada que les impide entrar, aquí y ahora, en todo lo que está a su alcance inmediato en el momento en que el miedo se desarraiga de su corazón y su alma.

De esto se trata su vida, amigos míos. De eso se trata lo que la esfera humana de conciencia, con sus repetidas encarnaciones, les sirve como escuelas de experiencia. Y de esto se trata nuestro camino aquí: el descubrimiento de que el miedo es innecesario.

Cuando escuchan la advertencia de que es necesario aprender la aceptación, siempre la interpretan como tener que aceptar un destino definitivo de sufrimiento y privación. El consejo de aprender a soltar el control implica para ustedes que tienen que lanzarse a un abismo de peligro, dolor y sufrimiento. Por esto aumenta el miedo, y también la renuencia y la terquedad tensas. Se contraen más rígidamente de su liberación, su vida eterna y su dicha. En verdad, la aceptación debe llevarlos a la comprensión de que son llamados a tener lo que es más deseable. Renunciar al control—el pequeño voluntarismo—finalmente les demostrará que este paso los libera a una nueva libertad, a algo positivo y deseable, de manera que no haya necesidad de aferrarse con miedo.

Cuando el alma es suficientemente experimentada y está profundamente impresionada con la verdad de que no hay nada que temer, la personalidad humana de pronto llega a un punto de entendimiento en que la aceptación deja de ser un riesgo, ya que abraza todo el universo benigno. Entonces ya no se trata de tener que atravesar el miedo a fin de elevarse por encima de él. Entonces está uno preparado para toda la realización, la abundancia, la dicha y el placer supremo en una vida liberada, y en la vida eterna, con todos sus aspectos dinámicos y gozosos. Todo lo que el corazón humano desea está a su disposición inmediata cuando ha vencido el miedo.

Cuando entiendan esta verdad, esa es la liberación que su espíritu ha estado aguardando. Es como si su espíritu exclamara: “¡Oh, así es! ¿Por qué no vi antes esta maravillosa simplicidad? ¿Por qué me acosé con todo el sufrimiento innecesario”? Y salen de su confinamiento. ¡El mundo les pertenece!

Pero cuando el alma no está lista aún, todavía tiene que aprender que no hay nada que temer. Lo hace por estar involucrada en un mundo que expresa esta ignorancia, pues sólo por medio de un involucramiento tan real puede disiparse la ignorancia de la verdad de que no hay nada que temer. El ser debe descubrir que incluso lo que duele nunca es tan real como lo que uno teme.

Todos ustedes han tenido esta experiencia, amigos míos. Cuando preveían cierto evento, ¿cuántas veces descubrieron que, después de pasar por él, no fue ni la mitad de lo que habían temido?

Esto nos lleva a la importante verdad de que el principal elemento del miedo no es un factor o un evento especialmente indeseable, sino la cualidad desconocida de él. Ahora bien, es posible temer algo que uno ya ha experimentado, consciente o inconscientemente. Pero cuando se experimenta algo en un estado de miedo, todas las facultades y percepciones se embotan. La verdad de la experiencia no se registra, asimila o percibe completamente. El miedo opaca la visión y la capacidad de evaluarla objetivamente. Así que es muy posible atravesar una experiencia con cierta actitud mental y salir con la impresión de que esta experiencia no fue de la manera en que realmente fue, sino más bien como uno había esperado que fuera.

Por esto, el alma necesita tantas repeticiones hasta que se libere del miedo, especialmente en la experiencia de morir. Les aseguro, amigos míos, que el trauma de nacer es infinitamente mayor que el de morir. Sin embargo, existe una imagen colectiva peculiar acerca de la muerte, que está profundamente impresa en todas las almas que vienen, una y otra vez, a la esfera terrenal. Cuando un individuo pasa por el evento liberador de deshacerse del cuerpo material, esta imagen colectiva produce tal miedo que la persona está demasiado ansiosa para poder registrar la realidad del evento de morir con plena conciencia.

Además, el intelecto consciente ignora los hechos verdaderos de la muerte, pero se encuentra con un elemento desconocido, y el miedo de él anestesia en parte el acto de la percepción. Lo que se experimenta se vuelve nebuloso, debido a una conciencia muy baja en el momento. Lo poco que se registra se olvida fácilmente, ya que la memoria también depende de un estado mental libre, despejado de miedos, prejuicios y errores conceptuales. Lo poco que el alma sí recuerda se borra pronto por la fuerza de la imagen colectiva que de nuevo abruma al individuo.

Frecuentemente sucede que un individuo registra en el momento de la transición un sentimiento como: “Oh, ¿se trataba de esto? ¡Qué maravilloso!” Sin embargo, la imagen colectiva no puede borrarse a menos que la verdad se experimente con plena conciencia, y el miedo pone obstáculos a una experiencia tan plena. Con cada repetición un poco más de verdad penetra hasta que, lenta pero seguramente, el alma se libra del miedo y se relaja en cuanto a la transición; se relaja como cuando se van a dormir en la noche, o cuando inician una fase aún desconocida de su vida a la que esperan con ansia. La muerte se produce por el miedo que le tienen. Se vuelve superflua y deja de tener lugar cuando el miedo de ella desaparece.

El mismo principio se aplica a muchos otros aspectos de la vida. Siempre que existe el miedo, éste produce las circunstancias que uno teme. Estas circunstancias son, al mismo tiempo, la única manera de convencer al ser de que el miedo es innecesario.

Cuanto más se conoce un evento, menos se le teme. Aunque existe un círculo vicioso en el que el miedo embota los sentidos, todos los círculos viciosos pueden romperse. Podrían ustedes argumentar que el dolor real puede ser muy temido. Pero, amigos míos, piensen en ello: el dolor se teme excesivamente sólo cuando uno no sabe a dónde va a conducir, cuando uno sospecha que hay algo peligroso en él, como una enfermedad seria y finalmente la muerte. Si saben que el dolor no va a amenazar su seguridad, pueden tolerarlo con una actitud relajada y, de ese modo, deja de ser dolor.

Cuando hagan frente a sus miedos y los reconozcan con toda honestidad, es importante que entiendan y específicamente corroboren el elemento desconocido que encierran. Entonces tienen la oportunidad de volver ese elemento un poco menos desconocido. En ciertos casos, pueden eliminar completamente su carácter desconocido, mientras que en otros tendrán que aceptar conscientemente el hecho de que algún elemento debe permanecer desconocido por ahora y, al mismo tiempo, sin embargo, aceptar el miedo.

Cuando hay incertidumbre acerca de lo que traerá el futuro, hay miedo. Nada que uno conozca verdaderamente, incluso las mayores dificultades, se temen en realidad. A fin de volver conocido lo desconocido, hay que entrar muchas veces en lo desconocido que se teme; como la experiencia de morir. Pero esto no debe interpretarse de ninguna manera como que uno ande en busca de experiencias negativas y dolorosas.

Cuando abren toda su psique a la experiencia positiva, sin una sombra de temor a lo negativo, cuando lo desconocido debe volverse más y más conocido, la vida se vuelve cada vez más satisfactoria en todos los niveles.

Ahora, amigos míos, ¿tienen preguntas?

PREGUNTA: ¿Es ésta la única esfera donde pasamos por la experiencia de la muerte como la conocemos?

RESPUESTA: Así es. En otras esferas hay otras experiencias, igualmente importantes para la evolución del alma.

PREGUNTA: ¿Sólo los que temen a la muerte encarnan en esta esfera?

RESPUESTA: Esa es una de las razones para atraer a las almas a esta esfera particular de conciencia. Pero si una persona tiene miedo de morir, ese miedo específico conduce a otras condiciones del alma y se conecta con un gran número de conceptos erróneos. Todos están interconectados. Como dije antes, tener miedo de morir también es tener miedo de vivir; de los elementos desconocidos de ambas cosas. Cuando estos miedos existen, debe de haber errores conceptuales e impresiones erróneas en el alma.

Cuando el miedo constriñe el alma, el ser humano es incapaz de entrar y volverse parte de la fuerza vital cósmica que suavemente lo lleva a la fruición y quiere envolverlo. Lucha contra la fuerza cósmica como si fuera un enemigo, pero en realidad el enemigo está dentro, producto de temores falsos, errores conceptuales y limitaciones innecesarias. A estas limitaciones se debe que las personas se vuelvan contra sí mismas y, a pesar de que una parte de su espíritu continuamente busca su derecho natural de realización, otra parte en realidad busca la insatisfacción, el dolor y la privación. El gran peligro que falsamente se cree que es inevitable parece menos amenazante cuando las personas mismas se lo crean rápidamente. Por lo menos entonces ya no es amenazante. Pero la experiencia negativa evitable tiene un gusto amargo. La experiencia negativa buscada por miedo y error es mucho más difícil de tolerar que la experiencia negativa que es resultado de limitaciones persistentes. Uno no corre a buscar estas últimas voluntariamente. Se necesita una perspectiva profunda de la mecánica de la propia vida interior para siquiera descubrir esto, pero sólo con esa percepción es posible detener el proceso destructivo repetitivo.

Cuando aprendan el ritmo de su vida, cuando ya no luchen contra él, corran hacia él ni se lancen contra él ciegamente, perturbando por lo tanto el ritmo natural, se volverán parte de los grandes poderes cósmicos, con los que pueden jugar, a los que pueden guiar, y de esa manera se convierten de verdad en amos del universo.

PREGUNTA: ¿Qué quiere decir usted con esferas?

RESPUESTA: Esferas de conciencia, esferas de ser. Donde se juntan las entidades con un estado similar de conciencia—y lo hacen de acuerdo con una ley inmutable—, su conciencia general puede llamarse esfera. Desde el punto de vista del espacio, un área geográfica puede ser señalada de esta manera. Desde un punto de vista espiritual, el tiempo, el espacio y el movimiento son todos expresiones de estados particulares de conciencia. Por eso es difícil que una entidad orientada al pensamiento tridimensional entienda el habla de una conciencia que comprende más dimensiones, y que también unifica estas dimensiones en una gran conciencia.

Por lo tanto, cuando se habla de las esferas espirituales, el peligro es que las personas empiecen a pensar en ellas en términos sobresimplificados de áreas geográficas, localizadas en algún lugar del espacio exterior. Aunque puede considerarse que todo el universo físico esta habitado—todo el espacio, todo el tiempo, todos los planetas, todos los sistemas estelares—el universo real, con sus miles de esferas, está dentro del ser. Sin embargo, esto no hace que la existencia de muchos más mundos espirituales sea una idea abstracta. Son una realidad, tal como cada planeta es una realidad y existe tanto por dentro como por fuera.

Ahora bien, cuando hablo de entidades con un desarrollo general comparable, esto no debe tomarse literalmente. No puede negarse que existe una considerable diferencia de desarrollo entre los seres humanos, y así también entre entidades de otras esferas de conciencia. Pero todas tienen ciertos puntos en común, a pesar de grandes diferencias en percepción y comprensión entre los espíritus más viejos y más desarrollados, y los más jóvenes, relativamente nuevos a este estado. Pero todos pueden realizarse mejor si se juntan, por eso son atraídos a formar una llamada esfera.

PREGUNTA: No puedo visualizar una esfera. ¿Podría darnos un ejemplo de otra esfera?

RESPUESTA: En una conferencia diferente, expliqué que las condiciones en la esfera terrestre son una expresión exacta de la suma total de la conciencia de todos los seres humanos que la habitan. Esto también comprende, desde luego, a los individuos que en este momento no residen en un cuerpo, pero pertenecen a esta esfera por su desarrollo general, y que reencarnarán de nuevo aquí. Expliqué que toda la belleza de esta tierra, de la naturaleza, y de lo que es creado por el hombre y la mujer es una expresión directa de esas cualidades que están en armonía con el universo. Al la inversa, todos los conflictos, como la guerra, la pobreza, las peleas, las dificultades de todo tipo, la enfermedad y la muerte, son la expresión de las confusiones de la Humanidad, de su estado de conciencia que se aferra a las emociones destructivas. En otras palabras, la Tierra, con sus condiciones, favorables y desfavorables, la grandeza y la mezquindad, son el resultado directo de todas las conciencias que la habitan. Todo eso puede llamarse una “esfera de conciencia”. Otras esferas expresan también la suma total de todas las conciencias. Si la conciencia global es más elevada que ésta, las condiciones son más armónicas y menos difíciles. En una esfera donde el nivel general de percepción de la verdad es más elevado, es inevitable que las circunstancias que surgen sean menos limitantes.

PREGUNTA: ¿Reencarnamos en la misma esfera?

RESPUESTA: Sí, hasta que hayan aprendido a superar cualquier desarmonía y error que expresa el estado actual de conciencia. De todo lo que he dicho en el pasado así como en esta conferencia, es obvio que mientras la conciencia no se eleve a un grado más alto de percepción de la verdad, no puede crearse una esfera nueva para una entidad específica. El ambiente de una entidad y su estado interior de conciencia son una y la misma cosa. No reencarnan en la misma esfera porque alguna deidad los “envía” o les “ordena” hacerlo; esto se lleva a cabo por un proceso de atracción y repulsión, de acuerdo con la ley, que es como las leyes de los enlaces químicos. No deben imaginar que primero existe la esfera y luego la entidad encarna en ella. Es al revés. La esfera es el resultado de sus pensamientos, sentimientos, actitudes y estado general—la suma total de toda su personalidad. La esfera los expresa a ustedes. Si expresan diferentes cualidades, ya no son atraídos a esta esfera, sino a la que la mayoría de los seres también expresan el estado de desarrollo de ustedes

PREGUNTA: ¿Son también físicas otras esferas?

RESPUESTA: Los seres humanos hacen una distinción demasiado arbitraria entre lo físico y lo no físico. Un ser humano consta de muchas capas, y cada una es materia de una densidad especial. Cuanto más elevada es la conciencia, más fina es la consistencia de la materia. Pero esto no hace que carezcan de forma ni que su existencia sea menos real.

De acuerdo con las creencias de las personas, éstas serán atraídas a esferas de materia más física—es decir más densa—, o a vibraciones más finas. Si todos los pensamientos están todavía asociados a un plano muy superficial y materialista, la materia que la entidad produce para el vehículo de su espíritu vibrará en consecuencia. Cuanto más densa sea la materia, mayores serán la ignorancia, los errores conceptuales, los prejuicios, las limitaciones y la oscuridad; por lo tanto, mayor será el sufrimiento.

Cuando los humanos se den cuenta de que su ser real no está sólo en el cuerpo, sus percepciones se ampliarán y la materia de toda la sustancia de su alma se volverá mucho más fina y más sensible a la verdad. El resultado será un mayor sentido de la realidad.

Es sumamente importante que todos ustedes que trabajan en este camino encuentren dónde temen lo negativo y por lo tanto buscan aferrarse a la alternativa positiva. Cuando encuentren las áreas de miedo y vean que desean lo positivo por motivaciones negativas, podrán aceptar la rica abundancia de la vida con la cabeza en alto, como una persona libre. Este movimiento del alma es el que hace toda la diferencia.

La condición de valentía del alma produce la convicción de que nada negativo es jamás necesario y que el destino de la entidad humana es la dicha, el desarrollo y la vida dinámica. Y donde existe esta convicción, los hechos externos deben seguir el ejemplo. Huir de una alternativa temida y desear la alternativa positiva debido a ello hace que la segunda sea una ilusión inalcanzable. Esto puede explicar a muchos de mis amigos por qué muchas puertas se han cerrado para ellos a pesar de su gran progreso y percepciones. Sin embargo, se necesita una conciencia extendida para notar la existencia del miedo, y para darse cuenta de la fina diferenciación entre desear la felicidad por la felicidad misma, o desearla a fin de evitar la infelicidad.

He hablado de objetivos generales, pero sus deseos específicos, con el miedo de sus opuestos, tienen que verificarse en su trabajo personal. Nada es demasiado grande o demasiado pequeño, importante o poco importante, cuando se trata de la psique humana. Cualquier cosa que pueda parecer un aspecto insignificante está, a final de cuentas, conectado con las grandes cuestiones de la vida. Cuando encuentren estos elementos se les abrirán puertas nuevas, amigos míos. Incluso antes de que puedan desprenderse del miedo mismo, el hecho de verificarlo y saber lo que significa debe producir una gran diferencia en su actitud hacia ustedes mismos, hacia la vida y hacia el deseo específico que ha permanecido insatisfecho porque ustedes han pasado por alto el cambio de motivación.

Tampoco pasen por alto que la presencia de un miedo de lo negativo no necesariamente anula un deseo sano de lo positivo por sí mismo. Es absolutamente posible—de hecho, es frecuente—que un deseo sano exista simultáneamente con la motivación distorsionada.

Una vez que pongan el dedo en el miedo, pueden tratarlo directamente en sus meditaciones. Esto significará una gran diferencia en su camino. Puede ser una solución a muchos problemas que hasta ahora han permanecido tenazmente encerrados. La mera reflexión: “No puedo dar un paso hacia la libertad porque deseo la libertad no por sí misma, sino porque me da miedo ser prisionero” los acercará grandemente a la liberación. Si se dan cuenta de que no pueden ser libres porque le tienen miedo a la falta de libertad, en ese darse cuenta tienen mayor libertad. Esto puede parecer complicado y muy paradójico, pero si piensan profundamente en ello, entenderán lo cierto que es.

.Bendiciones para cada uno de ustedes, amigos míos. Que estas palabras eleven su espíritu y los acerquen a la luz de la verdad, a la realidad del amor, a la dicha interminable de la existencia espiritual. ¡Queden en paz, queden en Dios!

Dictada el 8 de enero de 1965.