Conferencia 134. El concepto del mal
Saludos, mis muy queridos amigos. Que esta conferencia les resulte útil, y por lo tanto, una bendición. Que estas palabras arrojen luz y claridad sobre su afanosa búsqueda de la liberación.
Me gustaría ahora hablar de un tema que, hasta hoy, he tocado sólo indirectamente: el concepto del mal. La religión tradicional postula que el mal es una fuerza separada. Según este concepto, las personas tienen que hacer frente a la decisión entre el bien y el mal. Algunas filosofías postulan que el mal no existe: que es sólo una ilusión y que en realidad no hay tal cosa. Esta afirmación suele ser malinterpretada incluso por los defensores de esta filosofía. La negación de las manifestaciones del mal es tan ilusoria como la creencia de que el mal representa un aspecto separado del universo.
En esta conferencia me gustaría presentar una comprensión más profunda del mal, que será sumamente útil para todos mis amigos que están profundamente involucrados en el proceso del autodescubrimiento.
El mal es, o resulta de, un entumecimiento y una confusión acerca de la ejecución del control. ¿Por qué es el mal un entumecimiento? Cuando piensan en los mecanismos de defensa que operan en la psique humana, la conexión entre el entumecimiento y el mal resulta muy clara. Los niños que se sienten heridos, rechazados e impotentemente expuestos al dolor y a la privación suelen descubrir que entumecer sus sentimientos es su única protección contra el sufrimiento. Éste suele ser un recurso protector muchas veces útil y muy realista.
Del mismo modo, cuando los niños se confunden porque perciben contradicciones y conflictos a su alrededor, surgen en su propia psique emociones igualmente contradictorias. Los niños no pueden lidiar con ninguna de estas cosas. El entumecimiento es también una protección contra sus propias respuestas, impulsos y reacciones contradictorios. En estas circunstancias, podría ser incluso una salvación. Pero cuando el entumecimiento se ha vuelto una reacción automática y se mantiene mucho después de que las circunstancias dolorosas han cambiado y cuando la persona ya no es un niño impotente, esto, en la medida más pequeña, es el principio del mal; así nace el mal.
El entumecimiento y la insensibilidad hacia el propio dolor significan el mismo entumecimiento e insensibilidad hacia otros. Cuando uno examina de cerca sus propias reacciones, uno podría observar a menudo que la primera reacción espontánea hacia otros es sentir por y con ellos, una compasión y empatía, una participación del alma. Pero la segunda reacción restringe este flujo emocional. Algo hace “clic” por dentro y parece decir no, lo que significa que se ha formado una capa protectora de insensibilidad. En ese momento uno está separado; aparentemente seguro, pero separado. Más tarde esta separación puede ser sobrecompensada por un sentimentalismo falso, una dramatización y una condolencia poco sincera y exagerada. Pero éstos son sólo sustitutos del entumecimiento. Éste, instituido para uno mismo, inevitablemente se extiende a otros.
Podríamos distinguir entre tres etapas del entumecimiento. Primero, el entumecimiento hacia el ser, un mecanismo de protección. En segundo lugar está el entumecimiento hacia otros. En esta etapa es una actitud pasiva de indiferencia que le permite a uno ver sufrir a otros sin sentir la menor incomodidad. Gran parte del mal del mundo es causado por este estado del alma. Como es menos craso, a la larga es más dañino, ya que la crueldad activa induce reacciones contrarias más rápidas. Sin embargo, la indiferencia pasiva, nacida del entumecimiento de los sentimientos, puede pasar inadvertida porque puede disfrazarse fácilmente. Permite a la persona obedecer sus impulsos más egoístas, sin detección abierta. La indiferencia puede no ser tan mala como la crueldad exteriorizada, pero es igual de dañina a la larga.
La tercera etapa del entumecimiento es la crueldad activamente infligida. Esta etapa surge del miedo de otros que parecen esperar estos actos, o de la incapacidad de lidiar con rabias acumuladas, o de un proceso sutil de fortalecer el recurso protector del entumecimiento. Al principio, esto puede parecer incomprensible. Pero cuando piensen en ello profundamente, descubrirán que las personas pueden ocasional y casi conscientemente, encontrarse al borde de una decisión: “O me permito tener sentimientos de empatía hacia el otro, o, a fin de evitar esta fuerte corriente de sentimientos cálidos, tengo que comportarme de la manera exactamente opuesta”. En el siguiente instante este razonamiento se va, la decisión consciente se olvida y lo que queda es una fuerza imperiosa hacia actos crueles.
En todos estos casos, todo el daño, toda la destructividad resulta de negar el ser real espontáneo, y de sustituir las reacciones secundarias que de una u otra manera siempre están conectadas con el miedo.
La frontera entre el entumecimiento pasivo y la crueldad activa suele ser muy delgada y precaria, muy dependiente de circunstancias aparentemente externas. Si las personas entendieran estos procesos no sólo con el intelecto sino dentro de ellas, estarían suficientemente equipadas para lidiar con la crueldad del mundo, que tan a menudo da lugar a la desesperación, la duda y la confusión.
La crueldad activa entumece a la persona que la inflige en un grado aún mayor; no sólo evita el influjo de sentimientos positivos, sino que también repele el miedo y la culpa. El acto de infligir dolor en otros simultáneamente mata la propia capacidad de sentir. Por ende, es un recurso más fuerte para lograr el entumecimiento.
Siempre deben distinguir entre las obras activas de la indiferencia o la crueldad, y las tendencias emocionales. La indiferencia o el entumecimiento pueden no ejecutarse activamente; es posible experimentar esta no participación y entumecimiento, pero no exteriorizarlos. Pueden hacer todo lo posible por ayudar a otro, quizás a veces hasta exagerar, sólo porque no desean, en el nivel consciente, ser tan indiferentes. El deseo de lastimar a otros puede existir sólo como una emoción, sin jamás exteriorizarlo. Sin embargo, cuando sienten culpa, no distinguen entre estas manifestaciones vitales, así que no importa si sienten o actúan de maneras destructivas y dañinas. Por ende, toda el área problemática se niega, se saca de la conciencia, donde ya no puede ser corregida. Admitir, reconocer y enfrentar una emoción, no importa lo indeseable que sea, nunca puede dañar al ser o a otros, y finalmente tiende a disolver el sentimiento negativo. Confundir el impulso con la acción y, por lo tanto, negar ambos, resulta en una extrema perturbación para el ser, afecta indirectamente a otros, sin esperanzas de cambio mientras el proceso permanezca inconsciente
Visto bajo esta luz, será claro que el entumecimiento en su extremo se convierte en crueldad activa. La diferencia entre estos dos es sólo de grado. Es sumamente importante que entiendan esto, amigos míos. Los que se sienten más sacudidos, asustados e incapaces de hacer frente a la crueldad del mundo, los que más sufren por el simple conocimiento de que existe se han entumecido inevitablemente de alguna manera y, en consecuencia, sienten culpa. Por lo tanto, debe existir una correlación entre el entumecimiento de uno y su enfoque o actitud hacia los aspectos malos de la vida. Algunos se sentirán excesivamente abrumados; otros, demasiado sentimentales, y otros más muy duros e indiferentes hacia la existencia del mal. Cualquiera de estas sobrerreacciones debe de estar conectada con el entumecimiento que, en algún sentido, se ha instituido en la psique. En un tiempo, este entumecimiento parecía ser la única protección posible; más tarde se mantuvo inconscientemente.
La segunda faceta del mal se relaciona con el control. Hemos hablado de la importancia de soltar un control demasiado estrecho y de la renuencia a usar los controles que tienen a su disposición para alcanzar una vida plena y rica. El desequilibrio que crea esta renuencia induce una rigidez donde debería existir la flexibilidad, así como una pérdida impotente del ser donde debería prevalecer una firmeza resiliente. El desequilibrio siempre es causado por la ignorancia y la falta de diferenciación entre el ser exterior y el interior.
Todo sufrimiento se relaciona con la impotencia. Cuanto mayor es su impotencia, menos capaz es la persona de evitar el dolor. Los niños, por su naturaleza misma, son impotentes, débiles y dependientes. Por consiguiente, el sufrimiento que pueden experimentar requiere algún medio, como el proceso de entumecimiento, de suavizar su impacto.
La impotencia sigue existiendo en los adultos cuya psique ha permanecido infantil o inmadura. Los aspectos problemáticos de la vida interior de uno siempre están marcados por este sentimiento de total impotencia, mientras que en las áreas sanas este sentimiento está ausente. Es obvio que la impotencia y la falta de control están muy conectadas. Como la impotencia causa dolor, el dolor causa entumecimiento y éste lleva al mal; se vuelve claro entonces que el desequilibrio y la falta de control también están conectados con el mal.
En una escala más amplia, la impotencia es uno de los problemas más grandes de la Humanidad. El significado de esto se pasa por alto en gran medida. Las personas se sienten impotentes acerca de su propio cuerpo. Hay un área considerable donde sí tienen el control. Esta área crece hasta el grado en que han encontrado su ser interior o real. Allí donde están distorsionados y el ser real se oculta de su conciencia exterior, el control termina. Es entonces cuando se sienten impotentes, débiles, asustados.
La relación entre su cuerpo, sus sentimientos y las circunstancias de su vida personal es igual cuando se trata del control. Tienen un control directo sobre algunas de sus funciones corporales. Pueden mover sus músculos esqueléticos a voluntad. Pueden determinar con su ser externo, o ego, cómo y cuándo usar ciertos músculos, cuándo y cómo moverse. De hecho, muchas de sus funciones físicas están bajo la jurisdicción directa de su voluntad exterior y no pueden funcionar a menos que ejerzan esta voluntad. Para resumir, todas las funciones corporales voluntarias están bajo el control directo de su ego exterior.
Pero hay una vasta área de su cuerpo a la que su voluntad exterior no puede llegar directamente. Estas funciones no están bajo la jurisdicción de la voluntad exterior. Funcionan en perfecto orden sin ninguna acción deliberada o determinada de su voluntad. Dejan de funcionar bien sin ninguna determinación aparente de su voluntad exterior. Las funciones corporales internas no están gobernadas por el control exterior. Esto los asusta porque no lo entienden. Sienten que no tienen poder sobre una vasta área de su cuerpo, y que están a su merced.
Lo mismo se aplica a los procesos psíquicos. Tienen un control innegable sobre una amplia área de sus acciones, sobre las palabras que dicen, sobre los pensamientos que eligen. Parecen no tener control alguno sobre sus reacciones espontáneas relacionadas con el sentir. Esto también puede ser aterrador. Tal vez quieran sentir una cosa, pero no pueden obligarse a hacerlo. Quizás detesten sentir otra emoción pero son incapaces de evitarlo. De la supresión y la represión, como todos ustedes lo saben, surgen compulsiones extrañas y aún más inquietantes, con el resultado de que se sienten todavía más impotentes bajo el control de su propia personalidad. Aun cuando estos pensamientos no puedan expresarse en palabras concisas, el sentimiento es: “Si no tengo jurisdicción sobre mi cuerpo ni sobre mis propias reacciones y sentimientos; y si un poder aterrador que no conozco ni puedo controlar parece alojarse dentro de mí, ¿cuánto más impotente debo estar frente a la vida misma?”
En realidad, la correlación entre el ser y la vida es muy directa. No tienen más control sobre las facultades de su cuerpo interior y sus procesos psíquicos del que tienen sobre su vida; tampoco tienen menos. En la medida en que hayan encontrado la clave de sus procesos interiores, han encontrado la clave de las ocurrencias aparentemente azarosas que gobiernan su vida.
Un destino insondable parece controlar su cuerpo interior, sus reacciones espontáneas y varias otras circunstancias exteriores. Pero, ¿es cierto que deben estar separados de sus facultades interiores? ¿Realmente no tienen control sobre ellas? O, ¿puede establecerse una conexión entre su conciencia y su cuerpo interior, sus sentimientos espontáneos y su vida?
La misma relación existe en la vida como entre el cuerpo y los sentimientos. Tienen un control directo sobre ciertos sucesos. Su voluntad exterior, directa, puede determinar ciertas acciones que saben que van a producir ciertos efectos. Si hacen tal cosa, debe haber tal efecto. Pero entonces, como sucede con su cuerpo y el mundo de sus sentimientos, hay un área donde este control inmediato y directo cesa. Por ende, las relaciones con su cuerpo, su mundo interior de sentimientos y su vida exterior son todas iguales. Están divididas por una frontera hasta la cual tienen una influencia directa obvia para moldear los eventos y los resultados, y más allá de la cual esto no parece ser así. Allí parece funcionar otro poder sobre el cual no tienen jurisdicción, un poder que no entienden y al que, por lo tanto, temen.
De esta idea de que un poder extraño e independiente parece jugar con ustedes, ha surgido el concepto de un Dios externo; un Dios al que hay que implorar y apaciguar. Encontrar la naturaleza verdadera de este poder es el objetivo final del desarrollo espiritual humano.
El espíritu sabe que el destino humano final es encontrar la verdadera naturaleza de este poder, y extenderlo sobre el destino. Pero este mensaje, que viene de las profundidades de su ser espiritual, muchas veces llega a las regiones exteriores de la personalidad de una manera deformada y distorsionada debido a todos los errores conceptuales y las confusiones. Se esfuerzan por llegar a este fin, pero de la manera equivocada. Muchas veces lo intentan tensando su voluntad exterior y tratando de imponerla sobre regiones donde no tiene jurisdicción. De esta manera dirigen erróneamente las facultades de la voluntad del ego exterior.
Aquellos de ustedes, amigos míos, que han crecido a través de años de esfuerzo en este Pathwork, han notado ocasionalmente que allí donde eran impotentes, ya no lo son en absoluto. No sólo descubren poder, fuerza, ingenio y suficiencia—cualidades que nunca soñaron que poseyeran—sino que también empiezan a ver que entra en acción un control remoto, que gobierna su destino y las circunstancias de su vida exterior. Se dan cuenta de que su control se expande. Experimentan que las áreas donde no tienen control retroceden, y que las áreas de control recién halladas no están bajo un control directo, sino que funcionan por control remoto.
Esta extensión del control no sucede, ni puede suceder, por medio de una fuerte rigidización de las fuerzas del ego: de la voluntad, de la mente o del razonamiento. Sucede más bien por un proceso indirecto de control remoto, que a la larga se vuelve directo. Para ser más específico: tienen que usar las facultades de su ego, pero no de la manera en que suelen intentarlo. Pueden y deben usarlas para disminuir la fuerza de la voluntad exterior. Deben renunciar a la idea de que la voluntad exterior es omnipotente, y tienen que entregar las facultades exteriores a la interior.
Al principio esto puede parecerles confuso, o incluso contradictorio, pero cuando lo comprendan más profundamente, sin duda llegarán a entender, una vez más, el trabajo que hacemos aquí. Cuando entiendan que hay una inteligencia más vasta inmediatamente accesible dentro de ustedes—no una deidad lejana separada de su ser, sino una parte inmediata e integral de ustedes—cuando se den cuenta de esto, sabrán que lo que he dicho aquí es cierto. Verán, al principio, el funcionamiento del control remoto donde no había habido absolutamente ninguna intervención, conexión o control. Y finalmente, el control remoto se convertirá en un control más directo. Al principio, esto no puede ser más que una teoría que deben poner a prueba con buena fe, voluntad y apertura. Más tarde la teoría pasará a ser un hecho, una realidad experimentada.
Si desean ejercer un control sobre áreas inaccesibles a su voluntad exterior—por ejemplo, los procesos corporales internos—se fatigarán por el esfuerzo excesivo, debilitarán sus energías y se expondrán a la decepción y la frustración. No obstante, si entienden que todos los procesos internos—el cuerpo interior, los sentimientos interiores y la vida interior, que se manifiestan en el destino y aparentemente vienen de fuera—pueden ser gobernados sólo por la persona interior, no desperdiciarán energía valiosa de su ego. En vez de ello, usarán su mente exterior para hacer contacto con el ser interior, para que haga lo que necesita hacerse. Cuando entienden esto, se vuelve factible.
Ahora bien, ¿cómo puede activarse el ser interior? No puede activarse por sí mismo, pues sólo responde a la conciencia. Su conciencia exterior, así como la interior, tiene la facultad de dirigir a este ser interior, con toda su maravillosa inventiva, con su inteligencia y su poder. Este ser interior, a su vez, tiene jurisdicción sobre los procesos internos. Las personas no tienen ni idea de las posibilidades ilimitadas, que se extienden muy por encima y más allá de lo que creen que es la ley natural. Una vez que las entienden, el verdadero significado de la vida, y de la meditación, se absorberá, se vivirá, se experimentará. Ya no habrá problemas ni confusiones acerca del uso de las facultades.
Lo que casi siempre se pasa por alto es que las limitaciones de las facultades del ego exterior existen sólo mientras no entiendan que estas mismas facultades deben usarse para entrar en contacto directo con el ser interior, que entonces controla todas las facultades interiores, incluido el cuerpo, los sentimientos y el destino aparente. La conciencia exterior debe usarse para activar la conciencia interior. Pese al enorme poder de esta última, ella responde sólo a un esfuerzo directo y deliberado de la mente exterior Es este enfoque indirecto de dos pasos del ser interior lo que establece lo que he llamado control remoto.
Este control empieza a funcionar más y más a medida que la personalidad remueve distorsiones y errores conceptuales arraigados en la psique. Estas distorsiones crean una barrera entre la conciencia exterior y la interior. Pero cuando se adquiere mayor percepción interior, poco a poco, y las actitudes destructivas cambian, la cooperación entre el ser exterior y el interior extiende las áreas de control.
Al principio esto parece ser casi una coincidencia. Las inevitables recaídas vuelven a poner en duda las certidumbres ocasionales. Saben muy bien que en el proceso de crecimiento los problemas no se desvanecen de una sola vez. Quedan remanentes que siguen haciendo de las suyas, hasta que desaparecen todas las distorsiones. Lo que era una vez un destino misterioso y azaroso al que uno estaba impotentemente expuesto, se vuelve gradualmente visible como causa y efecto que operan por control remoto, al revés del control directo de las facultades exteriores. Y al proseguir el desarrollo, el control remoto se vuelve más y más directo. Entonces las facultades interiores y exteriores se vuelven una. Y al continuar este proceso, el control—cuándo soltar las facultades del ego exterior, cuándo renunciar al control estrecho y excesivo y cuándo usar la voluntad exterior de la manera apropiada—deja de ser un problema. Tampoco resulta ya necesario entumecerse ni lidiar con una exposición indefensa al dolor, pues ya no son impotentes.
Queridos amigos, la absorción, la comprensión, el conocimiento y la experiencia de todo esto es de gran importancia para todos ustedes en este Pathwork.
¿Tienen preguntas?
PREGUNTA: Me gustaría conectar lo que ha dicho con un problema mío. Me parece que tengo una tendencia a sentirme agobiado por la crueldad que existe en este mundo. Al revisar mi niñez, descubrí que una de mis seudosoluciones es retraerme. Ahora, cuando me retraigo, automáticamente retiro mi amor. ¿Hay alguna culpa involucrada aquí?
RESPUESTA: Sí, pero también hay otras ramificaciones. Como lo expliqué en esta conferencia, cuando retiras el amor, te entumeces.
Aunque este entumecimiento durante la niñez fue un escudo protector contra la crueldad del exterior, eso no impide que surjan las emociones negativas de tu composición interior, como la rabia, el miedo y el enojo. Estas emociones no pueden entumecerse. Sólo pueden ocultarse. Esto, entonces, aumenta la culpa. Si tradujeras en palabras concisas lo que está ocurriendo en la personalidad, dirías: “Aquí estoy, temiendo la crueldad del exterior, temiendo la rabia y la indiferencia del mundo. La injusticia de otros se debe a su falta de sensibilidad hacia mí. En mi miedo de esta injusticia, esta falta de sensibilidad, indiferencia, crueldad y rabia, me entumezco tanto como deben de hacerlo ellos”. La culpa expresa claramente que uno condena en otros lo que se siente obligado a perpetuar, en el malentendido de que una tendencia similar, aunque disfrazada, es una protección. La psique dice: “Me impido tener sentimientos cálidos y amorosos para protegerme. A pesar del efecto entumecedor sobre ciertas emociones, no puedo insensibilizar mi propia rabia y enojo”. Esto, entonces, agrava la culpa.
PREGUNTA: Con respecto a las funciones físicas que están más allá de nuestro control: ¿son esta rabia y enojo, así como la culpa, lo que crea la enfermedad?
RESPUESTA: Desde luego. Lo diré así: Todas las emociones destructivas que están enterradas crean problemas, peligros, dificultades que se manifiestan en el sistema físico, emocional o mental, o en las circunstancias de la vida exterior de una persona. Es verdad que estas emociones negativas ocultas, que provienen de valores distorsionados y conceptos equivocados, crean enfermedades. Pero también es cierto que el ser exterior puede tener acceso al ser interior para crear un estado de resistencia impotente, en vez de corregir, sanar, mejorar e impedir ocurrencias negativas en el futuro. Cuando uno siente que es víctima del destino, de poderes fuera de su control, tiende a pasar por alto los recursos más obvios y directos.
El conocimiento de que el ser exterior y el interior tienen que cooperar para llevar orden, armonía, verdad y realización permitirá a las personas usar sus energías en la dirección correcta. Es el ser interior el que construye, conserva y restaura la salud. Ignorar su presencia y su poder hace de las personas víctimas indefensas. Es el ser interior el que puede crear una vida constructiva, en la que la persona obtiene todo lo que necesita del exterior, porque no existen barreras interiores. Y es la persona interior la que tiene que estar en contacto con las facultades exteriores de voluntad y mente. Esto debe hacerse muy sencilla y directamente. Pero lo que se interpone en el camino debe eliminarse. También la eliminación sucede más rápida y adecuadamente cuando se tiene la ayuda del ser interior.
Terminemos esta conferencia con la siguiente sugerencia de meditación. Combinemos el control por medio del ser interior con la renuncia al entumecimiento inconsciente y deliberado. La siguiente podría ser la manera de enfocar la relación entre las facultades exteriores de la mente y la voluntad y el ser interior con el propósito de eliminar el entumecimiento:
“Mi voluntad exterior no puede llegar a las áreas donde he entumecido mi percepción, mi experiencia, mis sentimientos y mi sensibilidad. Por lo tanto, deseo establecer contacto con mi ser interior de inteligencia y poder más grandes que mi mente exterior, a fin de dar los pasos necesarios para descongelar estas facultades: traerlas a la vida, para que yo pueda convertirme en un ser humano que funciona plenamente. Allí donde haya miedo y error conceptual, deseo entenderlos para poder eliminar los obstáculos. Son las prohibiciones inútiles que no conozco todavía muy bien lo que me hace estar parcialmente vivo. Yo quiero estar plenamente vivo. Para conseguir esto, hago contacto con el ser interior para que me ayude a eliminar las obstrucciones, para que traiga a mi conciencia lo que necesito saber, para que yo despierte y viva en un estado de plenitud, individualidad y belleza”.
No tienen que repetir estas palabras exactamente; usen las suyas propias, su manera individual de verbalizar y expresar la esencia de estos pensamientos. Ese sería el enfoque, amigos míos.
Sean benditos, cada uno de ustedes, en la continuación de su Pathwork. Que sientan, cada uno, la luz de la verdad y el amor que podría ser su vida si así lo quisieran. Cuando dan los pasos correctos y constructivos para integrar el ser exterior y el interior, estableciendo activamente un contacto entre ellos, la vida puede ser infinitamente más de lo que podrían desear. La vida no es ni más ni menos de lo que le permiten ser, lo mejor o lo peor, o los muchos grados intermedios. La vida no es ni más ni menos que lo que su conciencia expresa. Los límites que ponen a su realización, como los límites que creen que existen con respecto al control, son enteramente arbitrarios; dependen de lo que ustedes crean. En la medida en que conozcan los poderes de sus facultades inherentes, poseerán el mundo; pero estos poderes inherentes residen en la persona interior no en el ser exterior del ego.
El grado de la realización de sus facultades interiores depende de la suma total de su conciencia, de sus creencias, sus conceptos, sus expresiones. Todo esto, a su vez, depende de lo libre que sea su ser interior para manifestarse, o de cuán obstruido esté. Sólo él es capaz de hacer que ustedes y su vida sean uno, en el mejor sentido de la palabra.
¡Queden en paz, queden en Dios!
Dictada el 28 de mayo de 1965.