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Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 143. Unidad y dualidad

Saludos, mis queridos amigos. Que esta noche sea una bendición y un enriquecimiento para todos los que están aquí, y para todos los que lean estas palabras. Que abran su mente y su corazón para que puedan entenderlas profundamente. Y si no pueden entender inmediatamente, algunas de estas palabras echarán raíces en su psique y fructificarán más tarde. La comprensión total de esta conferencia les llegará sólo a medida que exploren las capas profundas de su inconsciente, donde tendrá sentido lo que digo aquí.

Hay dos maneras básicas de enfocar la vida y el ser. O, para decirlo de una manera diferente, existen dos posibilidades fundamentales para la conciencia humana: el plano dualista o el unificado. La mayoría de los seres humanos vive predominantemente en el plano dualista, donde perciben y experimentan todo en opuestos: esto o lo otro; correcto o incorrecto; vida o muerte. En otras palabras, prácticamente todo lo que viven, todos los problemas humanos, están moldeados por este dualismo. El principio unificado combina los opuestos del dualismo. Al trascender este último, también trascenderán el dolor que causa. Pocos seres humanos trascienden el plano dualista, así que la mayoría de la gente experimenta sólo un sabor ocasional de la perspectiva ilimitada, la sabiduría y la libertad del plano unificado.

En el plano unificado de la conciencia no hay opuestos. No hay bueno o malo, correcto o incorrecto, vida o muerte. Sólo hay bueno, sólo correcto, sólo vida. Sin embargo, no es el tipo de bueno, o correcto o vida que comprenda sólo un polo de los opuestos dualistas. Trasciende a ambos y es completamente diferente de cualquiera de ellos. Lo bueno, lo correcto, la vida que existen en el plano unificado de conciencia combina ambos polos dualistas, así que no existe conflicto. Esta es la razón por la que vivir en un estado unificado, en la realidad absoluta,crea dicha, libertad ilimitada, satisfacción y esa incalculable realización de potenciales que la religión llama paraíso. Suele pensarse que el paraíso es un lugar en el tiempo y el espacio. Desde luego que no es así. El paraíso es un estado de conciencia que puede alcanzarse en cualquier momento por cualquier entidad, se trate de un ser humano encarnado, o de uno que no vive en un cuerpo material.

El estado unificado de conciencia se alcanza por medio de la comprensión o la visión clara. La vida en el plano dualista es un problema continuo. Tienen que luchar con la división arbitraria e ilusoria del principio unificado, a través del cual las cosas se vuelven opuestos que imponen conflictos. Esta creación de opuestos irreconciliables genera una tensión en el interior y, por lo tanto, con el mundo exterior.

Entendamos esta lucha específica, y, por lo tanto, el predicamento humano, un poco mejor. En su ser real ya tienen un estado unificado de mente, independientemente de lo inconscientes e ignorantes que sean de ello. Este ser real encarna el principio unificado. Ahora bien, incluso los que nunca han escuchado hablar de esto tienen un anhelo profundo y la sensación de un estado diferente de mente y experiencia de vida de los que conocen. Ansían la libertad, la dicha y el dominio sobre la vida que brinda el estado unificado de conciencia.

Este anhelo es malinterpretado por la personalidad, en parte porque es un ansia inconsciente de felicidad y realización. Pero entendamos con precisión lo que realmente significan estas palabras. Significan la unificación de los opuestos dualistas, de modo que ya no haya tensión, conflicto ni miedo. En consecuencia, el mundo cobra vida y el ser es el amo, no de una manera apretada, tensa y hostil, sino en el sentido de que la vida puede ser exactamente lo que el individuo determine que sea. Esta libertad, dominio y dicha, esta liberación, se buscan consciente e inconscientemente.

La mala interpretación de este anhelo ocurre en parte porque es inconsciente; sólo un sentimiento vago en lo más profundo del alma. Pero aun cuando exista el conocimiento teórico de este estado, de todas maneras se le malinterpreta por otra razón más. Cuando la libertad, el dominio, la unificación y la dicha resultantes del estado unificado de conciencia se persiguen en el plano dualista, surge un conflicto tremendo porque son absolutamente imposibles de lograr en ese plano. Ustedes se esfuerzan por alcanzar la realización de su profundo anhelo de trascender y encontrar, en lo más profundo de su ser, un estado nuevo de conciencia donde todo es uno. Cuando buscan esto en un plano donde todo está dividido, nunca encontrarán lo que buscan. Se desesperarán y se escindirán más en conflictos, ya que la ilusión crea la dualidad.

Esto ocurre abrumadoramente entre las personas que ignoran estas posibilidades, pero también sucede entre personas que están más iluminadas en lo espiritual, pero que de todas maneras ignoran tanto la diferencia entre estos dos planos como la manera en que pueden aprender a trascender el plano dualista en su existencia práctica diaria.

Cuando el anhelo vago, o el conocimiento teórico preciso del plano unificado de conciencia se malinterpreta y, por lo tanto se busca en el plano dualista, he aquí lo que ocurre: Se dan cuenta de que sólo hay bien, libertad, belleza, amor, verdad, vida, sin un opuesto amenazante, pero cuando aplican esto al plano dualista, inmediatamente caen en el conflicto mismo que buscan evitar. Entonces luchan por uno de los aspectos dualistas y contra el otro. Esta lucha vuelve imposible la trascendencia.

Permítanme demostrar esto en un problema humano cotidiano, para que entiendan estas palabras más concretamente. Supongamos que están peleando con un amigo. Están convencidos, desde su punto de vista, de que tienen la razón; por lo tanto, el amigo pasa a ser inmediatamente el equivocado. Con la comprensión dualista, los asuntos sólo pueden ser “esto o lo otro”. El resultado parece importar más que el problema mismo, pues cuando la intensidad de las emociones se pone a prueba verdaderamente, muchas veces no tiene relación con el asunto en cuestión. Más bien sería proporcional a una cuestión de vida o muerte. Aunque piensen que esto es irracional en un nivel consciente, en un nivel inconsciente estar equivocado verdaderamente significa estar muerto, pues estar equivocado significa ser negado por el otro. En el plano dualista, su sentido de identidad se asocia con la otra persona, no con el ser real de ustedes. Mientras se experimenten sólo como el ser del ego exterior, dependerán de otros. Sólo cuando se den cuenta de la realidad del centro de su ser, que encarna la unificación, deja su vida de depender de otros. De ahí que una leve pelea realmente se convierta en un asunto de vida o muerte, lo que explica la intensidad de las emociones cuando se trata de demostrar que ustedes tienen la razón y el otro está equivocado.

En el plano dualista, cada asunto termina con vida o muerte. La vida se vuelve terriblemente importante a fin de evitar la muerte. Muchas veces la gente tiene tanto miedo de la muerte que corre a encontrársela. Estos individuos no se escapan del miedo a la muerte. Muy al contrario. Su constante batalla con la vida, que resulta de su miedo y su lucha contra la muerte, los vuelve tan infelices que creen que no temen a la muerte. Esta es una ilusión mientras la vida se experimenta en el plano dualista mientras un lado se considera importante y se lucha por él, y el otro lado se ve como una amenaza y se pelea contra él. Mientras sientan que deben ganar porque su lado es verdadero, mientras que el del otro es falso, están profundamente involucrados en el mundo de la dualidad, y, por lo tanto, en la ilusión, el conflicto y la confusión. Cuanto más peleen de esta manera, más grande se vuelve la confusión.

Los seres humanos, por su crianza, y por todo lo que aprenden de su ambiente, aprenden que uno debe pelear por uno y contra el otro de una cantidad cualquiera de opuestos. Esto se aplica no sólo a las cuestiones materiales, sino aún más a los conceptos. Toda verdad puede entonces dividirse en dos opuestos, uno al que se adhiere la persona por ser el “correcto”, y el aspecto opuesto que se considera la idea “equivocada”. Sin embargo, en realidad, los dos se complementan. En el plano unificado, ningún aspecto es concebible sin el otro. Allí los complementos no son “enemigos” o negaciones de uno u otro; sólo en el plano dualista de la conciencia se oponen así. Allí, cada conflicto se multiplica en subdivisiones intrincadas de la escisión dualista primaria. Como todo esto es un producto de la ilusión, cuanto más continúa el conflicto, menos puede resolverse y más desesperadamente se enredan en él.

Regresemos ahora a nuestro ejemplo y demostremos cómo sucede esto. Cuanto más traten de demostrar que su amigo está equivocado, más fricción se dará y menos obtendrán ustedes lo que pensaban que conseguirían demostrando que tienen la razón y que su amigo está equivocado. Creen que al mostrar que tienen la razón y su amigo no, éste finalmente los aceptará y los amará, y todo estará bien. Cuando no lo logran, malinterpretan eso y se esfuerzan más, pues creen que no han demostrado suficientemente que ustedes tienen la razón y el otro está equivocado. El distanciamiento crece, su ansiedad aumenta y cuantas más armas empleen para ganar la pelea, más se profundizan sus dificultades hasta que realmente se dañen a sí mismos y al otro y actúen en contra de su propio beneficio. Entonces se hallan frente a otro conflicto, que surge de la primera escisión dualista. A fin de evitar un distanciamiento total, con todas sus amenazas reales e imaginadas—pues el daño real ha empezado a forjarse—ahora se enfrentan a la alternativa de tener que ceder a fin de apaciguar a su amigo y evitar un daño mayor para ustedes mismos, o seguir peleando. Como todavía están convencidos de que hay un bien versus un mal, este apaciguamiento les roba el respeto por sí mismos y ustedes luchan contra eso. Usen o no esta “solución”, estarán desgarrados entre pelear o someterse. Ambas posibilidades crean tensión, ansiedad y desventajas interiores y exteriores.

Así pues, una segunda dualidad surge de la primera. La primera es: “¿Quién tiene la razón y quién está equivocado? Sólo yo puedo tener la razón. De lo contrario todo está mal”. La segunda es, o ceder ante una falla que no pueden admitir, pues es una falla total, o seguir peleando. Admitir una falla significa la muerte, en cierto sentido. Así que están ante la alternativa de reconocer una falla, que significa la muerte en la psique profunda, a fin de evitar las temidas consecuencias y la posibilidad de un riesgo real, lo que pondría su vida en una grave desventaja, de nuevo la muerte, en el sentido más profundo, o insistir en que tienen absolutamente toda la razón. Hacia cualquier lado que miren se encuentran con la muerte, la pérdida y la aniquilación. Cuanto más duramente peleen en favor y en contra, menos hay por lo cual pelear y más se vuelven contra ustedes todas las alternativas. La ilusión de que un lado era bueno y el otro malo los ha traído al siguiente paso inevitable en este camino de la ilusión, que es que todas las alternativas son malas. Toda lucha dualista está destinada a conducirlos a más trampas, que son todas productos de la ilusión.

Cuando se elige el camino al principio unificado, ocurre que pronto, lo que al principio parecía un bien incuestionable y un mal obvio, dejan de serlo, e inevitablemente encuentran cosas buenas y malas en ambos extremos. Cuando este camino se lleva todavía más lejos, ya no hay mal sino sólo bien. El camino lleva a lo más profundo del ser real, a la verdad que va mucho más allá de los temerosos intereses del ego pequeño. Cuando esta verdad se busca en lo más profundo del ser, uno se acerca al estado unificado de conciencia. Nuestro ejemplo es banal y puede traducirse en muchos asuntos cotidianos, grandes o pequeños. Puede tomar la forma de una riña entre cónyuges o como un conflicto entre países en guerra. Existe en todas las dificultades con que se topa la Humanidad, individual y colectivamente. Mientras se encuentren en este conflicto dualista ilusorio, experimentarán desesperanza, pues no hay manera de salir del plano dualista del pensamiento. Mientras su existencia misma se identifique con el ser del ego y, por lo tanto, con el enfoque dualista de la vida, no pueden evitar desesperarse, no importa cuánto se oculte esta desesperación o se alivie momentáneamente gracias a un éxito ocasional con la alternativa deseable de los dos opuestos. La impotencia y la desesperanza, la energía desperdiciada de la lucha dualista les roba su derecho natural. Pueden encontrar este derecho natural, el que adquieren por el hecho de nacer, sólo en el plano de la unificación.

Como todo lo que aprenden de su educación y su ambiente está orientado a estándares dualistas, no es sorprendente que estén totalmente apegados y adaptados a este estado de conciencia. E incluso cuando se enteran de esta otra posibilidad, ella los asusta. No pueden creer en ella y se aferran a lo que conocen. Esto crea un círculo vicioso, en el sentido de que las reglas y preceptos dualistas, que los condicionan a este modo de vida, son en sí mismas el resultado de su miedo a renunciar al estado egotista, que es el único que parece garantizar la vida. Tal parece que renunciar a este estado del ego significa la aniquilación de su individualidad, lo que, desde luego, es totalmente erróneo. Así pues, tienen estas reglas dualistas debido a sus miedos erróneos, y se aferran a los temores falsos debido a su adoctrinamiento.

Antes de que hablemos en mayor detalle de por qué se aferran al doloroso estado dualista, pese a la accesibilidad inmediata del plano unificado de conciencia, me gustaría decir algo más acerca de cómo realizar la unificación dentro de ustedes. El ser real, el principio divino, la inteligencia infinita, o como gusten llamar a ese centro interior profundo que existe en todos los seres humanos, contiene toda la sabiduría y la verdad que puedan imaginarse. La verdad tiene un alcance tan amplio y es tan directamente accesible que deja de haber conflicto cuando se permite que esta verdad surta efecto. Los “síes” y los “peros” del estado dualista dejan de existir. El conocimiento de esta inteligencia innata rebasa con mucho a la inteligencia del ego. Es completamente objetiva; hace caso omiso del interés propio pequeño y vano; y ésta es una de las razones por las cuales las personas temen y evitan el contacto con ella. La verdad que fluye de ella iguala al ser con otros. Lejos de ser la aniquilación que el ego teme, la verdad abre el depósito de fuerza vital y energía vibrantes que generalmente usan sólo en un grado menor y de la que hacen un mal uso al dirigir su atención y sus esperanzas al plano dualista, con sus opiniones inflexibles, sus ideas falsas, su vanidad, su orgullo, su voluntarismo y su miedo. Cuando este centro vivo los activa, dan inicio a su desarrollo ilimitado, un proceso cuyos logros se vuelven posibles precisamente porque el ego pequeño ya no desea usarlos mal a fin de encontrar la vida, como lo hacía en el plano dualista.

Siempre se puede hacer contacto con el ser real unificado. Volvamos a nuestro ejemplo para ver cómo. El acto más difícil de llevar a cabo, que, en realidad, es el acto más fácil posible, es preguntar: “¿Cuál es la verdad del asunto?” En el momento en que están más decididos a estar en la verdad que en demostrar que tienen la razón, establecen contacto con el principio divino de la verdad trascendente y unificada. Si el deseo de estar en la verdad es genuino, la inspiración debe llegar. No importa lo fuertemente que las circunstancias parezcan apuntar en una dirección, deben estar dispuestos a ceder y a preguntarse si lo que ven es todo lo que hay en el asunto. Este generoso acto de integridad abre el camino al ser real.

Será más fácil hacer este trabajo cuando consideren que no es necesariamente una cuestión de “esto o lo otro”, sino que puede haber aspectos de razón en el punto de vista de la otra persona, y de sinrazón en el de ustedes, aspectos que, hasta ahora, no habían visto porque su atención ni siquiera estaba dirigida a esta eventualidad. Este enfoque de un problema inmediatamente abre el camino para ascender al plano unificado de existencia y ser movido por el ser real. Inmediatamente libera una energía que es claramente percibida cuando este acto se lleva a cabo con un compromiso profundo y sincero. Alivia la tensión.

Lo que entonces descubren siempre es totalmente diferente tanto de lo que esperaban como de lo que temían en el plano dualista. Descubren que no tienen tanta razón ni son tan inocentes como pensaban, ni están tan equivocados como lo temían. Ninguno de estos hallazgos es su contrincante. Pronto descubren aspectos del asunto que jamás habían visto antes, aunque no estaban necesariamente ocultos. Entienden exactamente cómo llegó a existir la pelea en primer lugar, qué condujo a ella, cuál fue su historia mucho antes de su manifestación real. Con estos hallazgos obtienen una percepción interna de la naturaleza misma de la relación. Aprenden más de ustedes mismos y del otro, y aumentan su comprensión de las leyes de la comunicación. Cuanta más visión adquieren, más libres, más fuertes y más seguros se sienten. Esta visión no sólo elimina este conflicto específico y muestra el camino correcto para resolverlo, sino que también revela aspectos importantes de las dificultades generales de ustedes y vuelve más fácil su eliminación a través de esta comprensión. La paz vibrante que proviene de esta comprensión amplia tiene un valor duradero. Afecta su propia realización y su vida cotidiana. Lo que describí es un ejemplo típico de la comprensión unificada e intuitiva: de conocer la verdad. Después de la necesidad aparente de valor y la resistencia momentánea a ver una verdad más amplia que la egotista, su camino se vuelve mucho más fácil que la lucha que se desencadena en el plano de “esto o lo otro” de la vida dualista.

Antes de que puedan alcanzar la manera unificada de pensar y ser, la tensión aumentará, pues mientras permanezcan en el plano dualista, luchan contra la unificación porque creen falsamente que en el momento en que reconozcan y vean dónde están equivocados y el otro tiene razón, se someten y se esclavizan. Se convierten en nada, indignos y lastimeros… y de allí sólo hay un paso para la aniquilación en su vida de fantasía. Por lo tanto, sienten que dejar su plano dualista es el peligro más grave. La tensión aumentará a medida que sus conflictos escalen. Pero en el momento en que estén dispuestos a estar en la verdad, en el momento en que estén dispuestos y preparados, no sólo para ver su punto de vista, su pequeña verdad, para no ceder a la pequeña verdad del otro por temor a las consecuencias si no lo hacen, sino cuando deseen poseer la verdad más grande, más incluyente, que trasciende las dos verdades pequeñas, una tensión específica se eliminará de su psique. Se habrá preparado el camino hacia la manifestación del ser real.

Permítanme recapitular aquí. Las dos obstrucciones más importantes al ser real son la ignorancia de su existencia y de la posibilidad de conectarse con él; y un estado psíquico tenso y contraído con movimientos del alma tensos y contraídos. Estos dos factores vuelven imposible el contacto con el ser real, y, por lo tanto, con un estado unificado de existencia. Mientras vivan en un plano dualista, deben de estar en un estado constante de contracción del alma. Tal vez recuerden cuánto les he hablado de la importancia de observar sus movimientos del alma. Cuando peleen contra un aspecto dualista y ejerzan presión por el otro, observen los movimientos de su alma. Superficialmente, pueden apoyarse en la aparente justificación de la posición por la que ejercen presión. Pueden decir: “¿Acaso no tengo la justificación perfecta para combatir este mal en el mundo?” En el plano dualista bien puede ser así. Pero con esta perspectiva limitada, ignoran que este mismo mal existe sólo debido a su enfoque dualista del problema y a su ignorancia predominante de que existe otro enfoque. La tensión resultante borra la visión de que existen otros aspectos que unifican tanto lo que consideran correcto como lo que les parece incorrecto, independientemente de lo que es en realidad lo incorrecto.

Este simple acto de querer la verdad exige varias condiciones, la más importante de las cuales es la voluntad de renunciar a aquello a lo que uno se aferra, sea esto una creencia, un miedo o una manera preferida de ser. Cuando digo renunciar, me refiero simplemente a cuestionarlo y estar dispuesto a ver que hay algo más allá de esta perspectiva. Esto nos lleva de vuelta a por qué les aterra renunciar al estado del ego, y, por lo tanto, al modo de vida dualista y doloroso. ¿Por qué se resisten tanto a comprometerse con este profundo centro interior, que unifica todo el bien y es instantáneamente accesible? No obstante, está más allá de las consideraciones personales y pequeñas del ego.

El plano dualista es el plano del ego. El plano unificado es el mundo del centro divino, el ser más grande. El ego encuentra toda su existencia en el plano en el que se siente a gusto. Renunciar a este plano significa renunciar a los reclamos del ego pequeño. Esto no significa la aniquilación, pero para el ego parece significar precisamente esto. De hecho, el ego es una partícula, un aspecto aislado de la inteligencia maestra, del ser real e interno. No es distinto de él; simplemente hay menos ser real en él. Como está separado y limitado, es menos confiable que aquello de lo que proviene. Pero esto no significa que el ego deba aniquilarse. De hecho, el ego finalmente se integrará con el ser real de manera que haya un solo ser, que será más pleno, más sabio y estará mejor equipado. Tendrá más y mejores ventajas de las que pueden imaginarse.

Pero el ego separado cree que este desarrollo significa la aniquilación. A su manera ignorante y limitada, el ego existe sólo como un ser separado; de ahí que busque una mayor separación. Como la conciencia limitada ignora la existencia del ser real—aun si se le acepta como teoría, se dudará de su realidad viviente mientras los errores conceptuales personales no se eliminen—, tiene miedo de soltar y de relajar su tenso aferramiento, el movimiento del alma mismo que conduce al ser real. Esta es la constante lucha del ego hasta que deja de pelear contra un opuesto mediante reconocimientos repetidos de una verdad más amplia en cada pequeño asunto personal.

El ser real no puede manifestarse mientras los problemas personales no se resuelvan. Pero el proceso de hacer esto y los primeros indicios de la autorrealización suelen traslaparse; uno promueve al otro. Muchos de mis amigos pueden usar estas palabras para enfocar sus problemas de una manera diferente, aunque no hay nada nuevo en mis palabras como tales; no obstante, esta manera de contemplar su lucha humana básica puede ayudarlos considerablemente. Mientras estén totalmente identificados con su ego, seguirán cultivando más separación, y la consecuencia será la autoidealización. Esta y la autoglorificación parecen, desde este punto de vista, la aparente salvación y garantía para aliviar sus miedos existenciales. El ego piensa: “Si todos los que me rodean me consideran especial, mejor que otros, inteligente, bella, talentosa, feliz, infeliz, o incluso mala”,—o cualquiera que sea la especialidad que han elegido para su autoglorificación idealizada—“entonces recibiré la aprobación, el amor, la admiración, y la aceptación que necesito para poder vivir”. Este argumento significa que en algún lugar profundo de ustedes creen que pueden existir sólo si son notados, afirmados y confirmados por otros. Sienten que si nadie se da cuenta de ustedes, dejan de vivir. Esto puede sonar exagerado, pero no lo es. Explica por qué su imagen idealizada de ustedes mismos es tan destructiva. Se sienten más seguros de sí mismos cuando se hacen notar que cuando hacen esfuerzos positivos.

De este modo, su salvación parece residir en otros que reconocerían su existencia sólo si son especiales. Al mismo tiempo, el mensaje malinterpretado del ser real desea que ustedes dominen la vida, pero la dominan en el plano equivocado y creen que deben vencer todas las resistencias que hay en su camino. Cada seudosolución personal es una manera que tienen de eliminar sus obstrucciones en el camino a ser especiales. La seudosolución que hayan escogido depende de los rasgos de carácter individuales, de las circunstancias y de las influencias tempranas. Cualesquiera que sean—y hay tres básicas: las soluciones de agresividad, de sumisión y de retraimiento—, están destinadas a triunfar sobre otras y establecer su libertad y su realización.

Su existencia parece estar garantizada cuando son totalmente amados, aceptados y servidos por otros, y esperan obtener esto triunfando sobre ellos. Ahora pueden ver que están gobernados por una sucesión de conclusiones equivocadas, que son todas completamente diferentes en la realidad.

Desde luego, todas sus reacciones y creencias pueden ser confirmadas sólo cuando han aprendido a admitirlas. También necesitan cuestionar el significado de una reacción específica y mirar detrás de la fachada, más allá de lo que simula significar. Una vez que admitan esto, es fácil verificar que todos estos errores conceptuales los gobiernan y los despojan de la belleza de la realidad. Además, llegarán a ver—no como teoría, sino como una realidad—que su vida no depende de que otras personas afirmen su existencia; que no necesitan ser especiales ni estar separados de otros; que esta misma afirmación los atrapa en la soledad y la confusión; que otros les brindarán su amor y su aceptación sólo cuando no deseen ser mejores, ni especiales ni diferentes de ellos. Asimismo, este amor llegará cuando su vida misma no dependa de ello.

Cuando hayan alcanzado verdaderamente el conocimiento, su logro, en cualquier campo que sea, no podrá tener el efecto en otros que tiene cuando ese logro los coloca a ustedes en un sitio aparte. En el primer caso su logro será un puente hacia otros, porque no es un arma contra ellos. En el otro caso, creará antagonismo porque ustedes desean tener logros a fin de ser mejores que los demás, lo que siempre significa que los otros deben ser menos. Cuando necesitan ser mejores a través de sus logros, lo que le dan al mundo debe volverse contra ustedes porque lo ofrecen con un espíritu de guerra. Cuando comparten sus logros a fin de enriquecer la vida y a otros, ustedes y su vida experimentarán una mejoría porque lo que ofrecen lo hacen con un espíritu de paz. En el último caso, se convierten en parte de la vida. Al tomar de la vida—el centro vivo dentro de ustedes—y al devolver a la vida como parte integral de ella, actúan de acuerdo con el principio unificado.

Siempre que crean que “a fin de vivir debo ser mejor que otros, debo separarme”, el desengaño es inevitable. Esta creencia no puede traer el resultado deseado porque se basa en la ilusión. El concepto dualista es “yo versus el otro”. Esta creencia ilusoria vuelve muy difícil la transición del plano dualista al plano unificado de conciencia, ya que renunciar a esta “pelea” contra el otro parece implicar la autoaniquilación. Cuanto más pelean con otros, menos obedecerán ellos la demanda de ustedes de afirmar su ser y más experimentarán ustedes esto como un peligro igual a renunciar a la pelea misma. Así que, para donde volteen parece haber bloqueos. Se vuelven ustedes completamente dependientes de los demás con su concepto ilusorio de que a menos que reciban su aprobación están perdidos, mientras que, al mismo tiempo, tratan de rebasarlos y triunfar. Sentirán malestar por lo primero y culpa por lo segundo. Ambas posturas crean frustraciones y angustia intensas; ninguna ofrece ninguna salvación.

Noten la renuencia inicial a poner en tela de juicio sus suposiciones con respecto a cualquier asunto problemático en su vida. El problema exterior es muy doloroso sólo porque la pelea interna es entre la vida y la muerte… o eso creen. La falacia de esto puede establecerse sólo cuando se atreven a cuestionar sus reacciones honesta y precisamente. Aunque algunos de ustedes practican bastante bien este Pathwork y se enfrentan a sí mismos hasta cierto grado, aun así logran esconderse de los problemas cuando se vuelven realmente dolorosos y temibles. Éste es su escollo mismo porque rehuir lo que parece ser tan doloroso y temible vuelve imposible que descubran la falacia de su creencia oculta. Se aferran a ella secretamente, a causa de su perspectiva dualista, pero la batalla interior resultante les da el tenso movimiento interno que los debilita. Paraliza sus energías que fluyen libremente y vuelve imposible la transición al plano unificado. Cuando contemplen sus problemas de la manera más objetiva y desapegada que puedan, expresando la perspectiva más amplia del ser real, a medida que dediquen su mejor intención y voluntad al asunto que los perturba con un afán genuino de ser imparciales, notarán primero un retroceso de este deseo y una manera más o menos abierta o sutil de tapar su deseo de huir. Sorpréndanse en este acto y sigan adelante valerosamente, cuestionándose más y con mayor profundidad. Entonces llegarán a ver que, finalmente, la dificultad exterior es una representación simbólica de su pelea interior, en la que luchan por la vida contra la muerte, por la existencia contra la aniquilación. Verán lo que evidentemente creen que necesitan de los demás a fin de existir.

Cuando hayan llegado a este nivel de su ser, podrán cuestionar los preceptos que consituyen los cimientos de esto. Y éste es el primer paso para volver posible la transición del error dualista a la verdad unificada. También notarán que renunciar a los ideales y convicciones se siente como una aniquilación, ya que estar equivocado significa morir, y tener la razón significa vivir. En el momento en que atraviesen este momento de abrirse y tengan el valor de querer la verdad, una verdad más completa que la que pueden ver en el momento en cualquier asunto, hallarán una nueva paz y un nuevo conocimiento intuitivo acerca de cómo son las cosas. Algo en la sustancia endurecida de su psique se habrá aflojado y preparará aún más el camino hacia la autorrealización total.

Cada vez que aflojan el clima de su psique será más auspicioso para el despertar final, total de su centro interior, que contiene toda la vida, toda la verdad, toda la bondad unificada de la creación. Cada paso en esta dirección abandona otro error conceptual, y cada error conceptual representa otra carga. La renuncia a lo que al principio parecía una protección contra la aniquilación ahora se revelará como lo que realmente es: una carga, un sufrimiento, un encarcelamiento. Entonces entenderán el absurdo hecho de que en realidad se oponen a dejar la vida dualista, con todas sus dificultades y desesperanza.

Tal vez entiendan ahora algo de esto, y los ayudará en su camino personal. Cuando apliquen esto a su vida cotidiana, verán que las palabras aparentemente abstractas que utilizo aquí no son algo lejano, sino algo accesible a cada uno de ustedes. Verán que estas palabras son prácticas y concretas, tan sólo si están dispuestos a verse, en relación con la vida, en una verdad más amplia de la que están hasta ahora dispuestos a contemplar.

En el plano dualista las cosas deben ser como ustedes quieren. Deben triunfar sobre la vida, sobre otros, sobre las circunstancias. Deben demostrarse que son más fuertes que todas las otras fuerzas de su vida que puedan oponérseles. Oponerse a ustedes significa que pierden, y perder, a final de cuentas, significa la aniquilación. Esto es lo que los asusta y por lo que luchan con tanta intensidad. Por eso siempre sienten como si estuviera en juego algo mucho más fuerte que el problema real. Por esto niegan la intensidad de sus emociones al saber que lo que tiene lugar en el nivel consciente no es proporcional a sus reacciones reales. Si, en ocasiones triunfan sobre las circunstancias, ¿realmente obtienen una paz duradera? Realmente, no, amigos míos.

En el momento pueden sentirse gratificados, tranquilos y seguros. Pero, ¿por cuánto tiempo pueden conservar el dominio sobre la vida al aferrarse al pensamiento dualista? Cada problema nuevo vuelve a ponerlos en peligro, y en lo más profundo de ustedes saben esto, sólo que lo saben de la manera falsa; creen que es su ruina. Por lo tanto, deben vivir constantemente con el miedo de que no siempre pueden ganar. En esta dependencia necesitan que la vida se mueva siempre de acuerdo con sus necesidades o, más bien, sus necesidades imaginadas. Entonces se resienten con aquellos que impiden su gratificación. Inevitablemente se resienten con la vida, que al parecer no los deja ser. El mensaje que proviene del ser real dice: “Su derecho natural es la felicidad perfecta, la libertad y el dominio de la vida”. Cuando luchan por este derecho de nacimiento de acuerdo con principios dualistas, se alejan más y más de la autorrealización, en la que en verdad podrían tener el dominio, la libertad y la realización total. Buscan todo esto por medios falsos. Éstos son tan variados como el carácter de cada individuo.

Muchas veces hemos hablado de las seudosoluciones. Si vuelven a estudiarlas a la luz de esta conferencia, entenderán en un nivel más profundo de qué se trata todo esto. Verán cómo tratan personalmente de crear la pelea falsa que conduce a más confusión y dolor. Las tres seudosoluciones básicas son simplemente un medio para conquistar la vida en el plano dualista a fin de garantizar su existencia. La pelea abierta no se opone ni un poco más a la verdad y la paz, y no es ni un ápice menos agresiva que la solución de sometimiento, cuya hostilidad siempre bulle bajo tierra. De cualesquiera maneras que traten de ganar, dependen de otros y de circunstancias muchas veces más allá de su control real, y, por lo tanto, están destinadas al fracaso. Esta lucha fútil endurece su material psíquico. Cuanto más quebradizo se vuelva menos pueden entrar en contacto con el centro de su ser interior, donde se encuentra todo lo que puedan necesitar: bienestar vital, productividad y paz interior, que es un producto de encontrar al ser real.

La única manera en que pueden entrar verdaderamente en el estado unitivo donde pueden alcanzar el dominio, es soltando la necesidad falsa de ganar, de estar separado, de ser especial, de tener la razón, de salirse con la suya. Descubran el bien en todas las situaciones, ya sea que las consideren buenas o malas, correctas o incorrectas. No necesito decir que esto no significa resignación, ni una renuncia temerosa, ni debilidad. Significa ir con el flujo de la vida y lidiar con lo que todavía está más allá de su control inmediato, les guste o no. Significa aceptar el lugar donde están y lo que es para ustedes la vida en este momento. Significa estar en armonía con su propio ritmo interno. Este procedimiento abrirá el canal a su ser divino, para que finalmente tenga lugar la autorrealización total. Todas sus expresiones en la vida estarán motivadas y vividas por el principio divino que opera en ustedes y se expresa a través de su individualidad, integrando las facultades del ego con su ser universal. Esta integración realza su individualidad; no la disminuye. Realza y aumenta cada uno de sus placeres, no les quita nada en absoluto.

Que cada uno de ustedes comprenda que la verdad está en ustedes. Todo lo que necesitan está en ustedes. Que descubran que en realidad no tienen que luchar, como constantemente lo hacen. Todo lo que tienen que hacer es reconocer la verdad, dondequiera que se encuentren hoy. Lo único que tienen que hacer, en este momento, es reconocer que puede haber más en ustedes de lo que ven; invoquen este centro interior y permítanse abrirse a sus mensajes intuitivos para ustedes. Que encuentren esto posible exactamente donde más lo necesiten en este momento específico. Su indicador siempre es lo que más incómodo se siente, lo que más los tienta a apartar la mirada.

Sean benditos, sigan en su maravilloso camino, que los llevará a la comprensión de que ya tienen lo que necesitan y están donde necesitan estar. Sólo apartan la mirada porque están orientados hacia la dirección opuesta. Queden en paz. Queden con Dios.

Dictada el 13 de mayo de 1966.