Conferencia 146. El concepto positivo de la vida. El valor para amar. El equilibrio entre la actividad y la pasividad
Saludos, mis muy queridos amigos. Sean benditos, cada uno de ustedes. Bendita sea esta hora.
Quiero hablar sobre tres temas. Un concepto positivo de la vida y del universo que encierra un destino benigno para la Humanidad; la libertad y el valor para amar, y un equilibrio sano entre la actividad y la pasividad. Todos estos temas forman un todo comprensivo que constituye la base de la armonía con uno mismo y la vida, y, por ende, la autorrealización. Los tres forman un todo comprensivo que es la base de la armonía con uno mismo y con la vida. Los tres dependen de despertar y activar su centro más íntimo, el núcleo de lo que llamamos el ser real.
Mientras el ego sea el único motivador de la vida de un individuo es imposible tener confianza en la naturaleza benigna de la vida; es imposible ser valiente para amar; y es imposible establecer un equilibrio sano entre la actividad y la pasividad. Veamos esto más de cerca.
Un concepto sano de la vida significa un concepto verdadero de ella. Y un concepto verdadero de la vida significa el conocimiento, la experiencia de la vida como algo completamente benigno. Siempre que se alejan de la verdad, experimentan la vida como una fuerza hostil, como algo de lo cual hay que defenderse. Cuando en su camino llegan a las regiones más profundas de su ser más íntimo, de alguna manera siempre encuentran ese concepto negativo de la vida.
Existe una interacción directa entre sus defectos y el concepto negativo de la vida. Esta interacción siempre funciona en ambos sentidos. Como son impulsados y controlados por la fuerza destructiva puesta en marcha por su concepto negativo de la vida, sus creencias negativas se expanden aun si son apenas conscientes de ellas. Y debido a sus creencias negativas, adoptan una posición defensiva hacia la vida, perpetuando así la tendencia destructiva.
En la última conferencia hablé de la necesidad de transformar los defectos de carácter. El primer paso hacia esta transformación es siempre la conciencia de los defectos. Esto no es fácil, pero tampoco difícil, si lo enfocan con la actitud correcta. Una vez que se den cuenta de sus defectos específicos, el siguiente paso es entender la razón de su existencia, y por qué se aferran a ellos. Cuando los miren objetiva y profundamente descubrirán que en cada caso suponían que el defecto debía evitar algo que ustedes suponían que iba a sucederles. En otras palabras daban por sentada una suposición negativa.
Una vez que vean esto están listos para dar el tercer paso, que es cuestionar la validez de esta suposición. ¿Es verdadera? ¿Qué pasaría en realidad si no tuvieran este defecto? Deben hacerse de manera precisa estas preguntas. Deben considerar seriamente la posibilidad de que su suposición sea falsa. Al mismo tiempo, expandan su visión del significado del defecto en cuestión y su efecto sobre otros, ya sea que se exprese sólo en el pensamiento y en el sentimiento, o también en el comportamiento real. A fin de desear verdadera y sinceramente eliminar un defecto es esencial comprender su efecto en otros, así como cuestionar su valor protector. Cuando ya no estén seguros de que el defecto los protege, y posiblemente vean incluso que son dañados y no beneficiados por él, cuando también vean el daño que inflige a otros, entonces, y sólo entonces, querrán destinar la energía invertida en el defecto en una actitud constructiva nueva que remplace la vieja y destructiva.
Así es como debe ocurrir la transformación; rara vez, o nunca, ocurre de ninguna otra manera. Es imposible transformar algo que ni siquiera saben que existe. Es imposible transformar una actitud cuando no saben por qué se aferran a ella, cuando ignoran su significado y sus efectos. Mientras existan esta ignorancia, esta superficial atención a las cosas, esta vaguedad, la transformación no puede ocurrir.
Este trabajo es imposible de lograr sin la ayuda del ser real, que debe ser directamente contactado y activado por las facultades del ego. Sin esta ayuda, la energía y el vigor necesario estarán ausentes. Las facultades del ego siempre deben establecer una conexión con el ser real para alcanzar la visión e iluminación necesarias.
Examinemos ahora la valentía como condición para el amor. Cualquiera de ustedes en este Pathwork ha visto en un momento u otro que el miedo de amar subyace a la mayor parte de los predicamentos y conflictos humanos. Esto puede adoptar diferentes formas con diferentes personas; incluso en la misma persona puede aparecer en diferentes formas en diversas situaciones.
Todo el mundo ha sido generalmente consciente de la importancia del amor desde tiempos inmemoriales. Todas las enseñanzas de la verdad postulan que el amor significa libertad, paz y vida. La falta de amor significa esclavitud, conflicto y muerte. Crea inquietud, ansiedad e infelicidad. Aunque todas las enseñanzas espirituales, incluida la ciencia moderna en la forma de psicología y psiquiatría, convienen en esto, las personas, sin embargo, encuentran muy difícil darse de corazón y con valentía a la corriente que viene de lo más profundo de ellas. ¿Por qué? El modo natural de existencia es un estado de amor, pero las personas logran taparlo y torcerlo en muchas formas antinaturales y onerosas. Estos enredos y distorsiones los enajenan de su centro, donde el amor es una corriente natural y espontánea que fluye con la misma gracia que cualquier fenómeno natural.
Cuando ponen obstáculos a este flujo es sólo porque lo temen. Existen muchas definiciones del amor, y ustedes buscan a tientas estas definiciones con la suposición de que deben definir el amor intelectualmente a fin de hacerlo llegar a su alma desde fuera. Esto, de nuevo es un enfoque torcido y erróneo, ya que no necesitan un concepto o definición intelectual, y ciertamente no pueden producir amor desde fuera. El amor existe en forma perfecta dentro de ustedes.
La única definición útil es que cualquier cosa que fomente la unidad, la inclusión, la expansión, la unión y manifieste la naturaleza benigna del universo es el amor y perpetúa el amor. Cualquier cosa que ignore lo divino y la naturaleza benigna del universo y de la vida se mueve, por lo tanto, hacia la exclusión y la separación, que son lo opuesto del amor.
Lo opuesto de la vida es la no vida: es varios grados de muerte, puesto que hay muchos grados de muerte, así como hay muchos grados de vida. Sin embargo, temen la vida, la paz y la libertad del amor y se aferran a las fuerzas separadoras del no amor como mecanismo de protección.
Se ha vuelto cada vez más urgente comprender este punto, pues la mayoría de mis amigos que trabajan con éxito en su camino de autorrealización se han topado en forma reciente, o se toparán pronto, con algo que han ignorado totalmente hasta ahora. Se han engañado pensando que tienen amor, o tal vez han experimentado vagamente una negativa interna a amar, pero nunca han enfrentado ni entendido realmente este hecho acerca de ellos. Esto casi nunca se aplica a la personalidad total, salvo en el caso de los dementes. La mayoría de las personas tienen muchas áreas en las que sí aman y no tienen miedo de hacerlo. Pero donde hay problemas en la vida interior y exterior, éstos se deben a la negativa a amar en sentidos conectados específicamente con esos problemas.
Cuando reconozcan esto les será útil comparar su negativa a amar con las áreas donde sí aman. El análisis y la comparación de ambas actitudes con sus resultados en su vida exterior también revelará cuán falso es el miedo al amor, y cuán seguro, innocuo y benéfico es amar. Una inspección más estrecha de las áreas donde descubren una determinación de no amar también revelará que, aunado a la resistencia—o más bien como causante de ella—, está el miedo al amor. Esta realización es crucial y no debe, en ninguna circunstancia, tomarse superficialmente o ser descuidada en su autoconfrontación. En necesario decir precisamente con palabras: “Aquí, en este o en aquel sentido, no amo, y me abstengo de querer amar porque me da miedo hacerlo”.
En este punto todavía no saben por qué. Pueden sentir consternación, desconcierto, y preguntarse: “¿De qué tengo miedo?” Podrán llegarles algunas respuestas que sean en parte válidas pero también en parte teorías simplistas que podrían parecerles lugares comunes. Tal vez se les presente la respuesta de que son más vulnerables al dolor cuando aman. Y sin embargo, cuando dicen esto, no son realmente convincentes. Cuando piensen profunda y honestamente tendrán que admitir que esto no es cierto en absoluto. O podrían toparse con la respuesta de que satisfacen su deseo de venganza, de atacar a otros y a la vida en su conjunto. Esto está, quizás, un poco más cerca de lo que necesitan encontrar, y que también tiene que reconocerse, aceptarse y entenderse plenamente. Pero todavía no es toda la historia.
No pueden llegar a la comprensión plena de esta discusión sin el tercer tema. Antes de abordarlo, sin embargo, quiero recordarles que así como es imposible cambiar de una actitud negativa a una actitud, concepto o característica positivos mediante el uso exclusivo del ego, sin ayuda del ser real, así sucede con el amor, ya que éste no es una cualidad que resida en el ego. El ego tiene otras funciones. Tiene las funciones de la voluntad, la discriminación y la acción, pero no posee la facultad del amor. El amor es un sentimiento que procede totalmente del ser interior. Por eso el amor no puede intelectualizarse, conceptualizarse ni entenderse en términos de procesos intelectuales, como muchas personas tratan de hacer. Es un sentimiento que debe ser permitido. Dar al ser un permiso total de amar comprende no sólo la realización del ser interior, sino también un concepto positivo de la vida y el universo, ya que si fuera cierto que la vida es hostil y privadora, entonces el amor sería efectivamente peligroso. No obstante, si es cierto que la vida es benigna, liberadora y generosa; si más bien está en favor y no en contra de ustedes, el amor no sólo es seguro sino que es la única manera posible de existir en paz y armonía con el universo.
Así que es absolutamente necesario, amigos míos, que conecten su miedo de amar con su concepto negativo de la vida, por una parte, y su ausencia de miedo al amor con un concepto positivo y benigno, y una expectativa de vida, por la otra. Incluso cuando están en armonía total con la realidad y, por ende, tienen una confianza duradera en ciertas áreas de la vida, que resultan en la bien desarrollada capacidad de amar, rara vez surge el impulso de examinar estas áreas y compararlas con sus experiencias infelices de vida, donde se halla exactamente lo opuesto. Esta interacción directa y causal debe traerse a la conciencia y observarse lo más posible.
Sólo poniéndose a prueba pueden convencerse de la naturaleza positiva de la vida. Entonces abandonarán la reclusión, la separación, el odio y el miedo. Ábranse, tentativamente por lo menos; dense la oportunidad de experimentar la naturaleza benigna de la vida, y por lo tanto de la Humanidad, pues ambas son la misma cosa.
El tercer miembro de esta tríada es el equilibrio sano entre la actividad y la pasividad. Muchos de mis amigos han encontrado en el curso de su autobúsqueda un extraño e inexplicable disgusto por la actividad y un ansia igualmente extraña e inexplicable por la no acción. Estas tendencias son más fuertes en algunas personas que en otras, pero en cualquier forma, o en cualquier grado que aparezcan, es necesario entenderlas. Esta ansia de pasividad significa que la persona siente que la pasividad es un estado deseable. Parece prometer el estado de paz que muchos inconscientemente confunden con el estado de ser, mientras que el estado de actividad representa una tarea, una dificultad que temen no poder superar y, por lo tanto, desean evitar. ¿Por qué es esto amigos míos?
En primer lugar, es importante entender que ésta es una distorsión que surge de la dualidad. El error consiste en confundir los aspectos fragmentarios del estado unitivo y separarlos de sus fragmentos complementarios. En el modo dualista de experimentar la vida, la actividad y la pasividad parecen opuestas. Pero en la realidad del estado más elevado de conciencia, el estado de ser, de actividad y de pasividad se entremezclan. Es igualmente cierto decir que el estado sano de actividad también es pasivo, y que el estado sano de pasividad también es activo. Sólo en el nivel dualista parece ser esto una contradicción.
Este argumento puede demostrarse mejor en su vida cotidiana inmediata al recordarles que toda actividad sana que emprenden es relajada, fácil y natural, las cuales parecen ser cualidades pasivas. En la relajación sana el movimiento de acción hacia fuera es sin tensión y tiene el ritmo de la paz, por decirlo así. Este ritmo de paz, si es fragmentado y se experimenta como una partícula y no como un todo, puede parecer pasividad.
También podemos enfocar este concepto desde el otro extremo. Cuando se sienten en un estado pasivo sano, éste nunca es inmóvil o estático. En la pasividad sana—o en el estado de ser—la acción del movimiento existe en el ritmo del universo, el mismo movimiento relajado de paz.
El principio del equilibrio activo-pasivo debe reinar en todos los procesos creativos. Es impensable un proceso creativo sin que las fuerzas activas y pasivas se armonicen, se complementen y se fomenten una a otra. Esto se aplica a todas las actividades sanas y resolutas de su vida en el plano de existencia donde funcionan. Incluso las manifestaciones más crasas, tales como el equilibrio entre el trabajo y el ocio, son reguladas por este principio, y cada uno de estos aparentes opuestos contiene elementos tanto activos como pasivos. El trabajo que proviene de un organismo sano fluye sin esfuerzo, mientras que el ocio no puede ser estimulante si es estático. Si fuera totalmente estático, sería la muerte, y la muerte no estimula; sólo la vida lo hace. La vida debe ser movimiento, como lo he dicho en tantas ocasiones.
En la distorsión y la dualidad, la actividad parece movimiento; la pasividad, no movimiento. La actividad parece ejercer tensión; la pasividad promete alivio de la tensión. En otras palabras, regresamos a la dualidad básica de bueno versus malo. Una faceta parece buena y deseable; la otra, mala e indeseable.
La actividad suele experimentarse como indeseable porque requiere la dirección de una meta, un sentido de responsabilidad. Requiere la individualidad de la personalidad madura que lidia con las limitaciones personales y las dificultades de la vida de manera tal que estas limitaciones gradualmente se eliminan. Si están totalmente identificados con su ego, la acción puede ser terrorífica porque el ego no está equipado para emprender una acción decidida sin estar motivado, sostenido y guiado por el ser real. Sencillamente no tiene los requerimientos a su disposición. Así, cuando las personas no están en contacto con el ser real, no importa cuánto hablen de él de labios para afuera, seguramente temen todas las demandas que la actividad les impone. El estado pasivo y estático parece entonces deseable porque no hace demandas; no encierra expectativas ni obligaciones aterradoras.
También es cierto que cuando se identifican exclusivamente con su ego y evitan o descuidan la existencia de una parte más universal de ustedes, muchas veces tienen el mismo miedo a la pasividad, pues el estado pasivo implica entonces impotencia. El estado pasivo implica necesariamente impotencia cuando la actividad se rechaza, se teme y se evita, pues entonces la impotencia es una secuencia natural, un resultado directo. Si no actúan con una intención, en beneficio de las leyes universales dentro de ustedes, sí se vuelven impotentes; sí se vuelven presa de circunstancias más allá de su control. En consecuencia, en un nivel, suelen encontrarse en la posición de evitar la actividad por miedo a no ser capaces de satisfacer los requisitos de la acción, mientras que en otro nivel temen el estado pasivo, incluso la pasividad sana. Como no pueden distinguir entre la pasividad sana y el estancamiento, se vuelven hiperactivos y se enajenan de su ser real.
Con estas ideas, amigos míos, pueden ver una conexión muy importante entre el concepto negativo de la vida, que también implica a su ser más íntimo, ya que los dos son idénticos. Si desconfían y temen a su ser más íntimo, ¿cómo pueden querer establecer contacto con él? La única solución entonces parece ser concentrar todas las energías y las fuerzas en su ego exterior, para desconectarse más y más de su ser más íntimo y sus poderes dadores de vida. Entonces se fuerzan a entrar en un estado amoroso, no sólo porque han aprendido que esto es lo que espera la sociedad, sino también para cumplir con los requerimientos de su conciencia más interior, que nunca puede ser completamente reprimida. Y por último, pero no menos importante, lo hacen para obtener afecto, amor, aprobación, respeto y aceptación, sin los cuales no es posible vivir.
Así, se fuerzan a amar con su ser del ego, intento que, desde luego, está condenado al fracaso. Como lo dije antes, el ego no puede darles estos poderes. No puede dar lo que no posee. Siempre que tienen corrientes amorosas genuinas, éstas proceden de su ser más íntimo, admitan o no su existencia en un nivel consciente. De ahí que estas corrientes entren en su personalidad casi por la puerta trasera, por decirlo de algún modo. Pero cuando esto es imposible porque la puerta está herméticamente cerrada, se desconectan de la vigorización de la corriente vital del amor, lo que resulta en sentimientos crecientes de vacío, impotencia, desesperación y aislamiento. Entonces tratan de contrarrestar estos sentimientos con el laborioso esfuerzo de tratar de amar con su ego. Estos esfuerzos los agotan, y cuanto más agotados están, más se retraen de la actividad, que parece agregar tensión al ego exhausto. Entonces huyen hacia la pasividad, que parece un alivio y, por lo tanto, se convierte en el estado deseable. Pero la pasividad nunca los satisface; siempre los deja vacíos, insatisfechos y cada vez más asustados, como sucede con todas las soluciones falsas. Cuanto más lejos huyen, más apáticos se vuelven, pues, naturalmente, en este punto la pasividad sana se ha convertido en su forma distorsionada de apatía. Para entonces ya casi no les queda un movimiento ni una acción vital y vigorizantes. Cualquiera que haya experimentado este estado sabe que la inanimación estática de la apatía contiene un terror mucho mayor que cualquier herida, dolor o infelicidad.
Como ven, amigos míos, deben establecer contacto con el ser real y permitirle que actúe, sin importar lo dudosos, resistentes o asustados que puedan sentirse. Éste es el punto central en el que deben trabajar para consolidar todas las dificultades en un solo movimiento interior unificador. Sin el ser real no es posible que encuentren la abundancia y expansión abiertas de la vida que original y esencialmente están a su disposición, donde pueden moverse y crecer sin amenazas y encontrar a su propio ser real. Sin activar el ser real, el amor no puede llegarles, así que no sólo se aíslan y se vuelven desconfiados, sino que su conciencia no podrá darles nunca descanso. Incluso si el no amor es sólo una parte minúscula de ustedes, comparado con las vastas áreas de su personalidad en las que sí aman, su conciencia no los dejará descansar. Esto puede tomar todo tipo de formas, destruyendo lo que es mejor para ustedes.
Cuando sí se identifican y establecen contacto con el ser real interno, la actividad puede ser serena, y la pasividad, regeneradora. Cuando el ser real está a cargo, la actividad y la pasividad pueden fusionarse como una unidad, de manera que sus reacciones se vuelven significativas y relajadas, y la acción se convierte en algo deseable en sí mismo. Del mismo modo, la pasividad no encerrará la amenaza de la impotencia, ya que confían en sí mismos y en la vida. Todo esto depende de la activación, deliberada, precisa y directa de su ser más íntimo.
Muchas veces oigo a mis amigos decir: “Claro, si yo pudiera, pero todavía no soy capaz de querer contactar a mi ser real”. Entonces pasan a esperar un milagro, ya sea de dentro o de fuera, para que de pronto quieran actuar constructivamente; en este caso, activar el centro universal que está en su interior. Esperan como si algo más que su ser consciente inmediatamente accesible fuera a intervenir para impulsarlos. Pero esto nunca puede suceder. Esperarían para siempre a que llegara el momento en el que pudieran decir: “Lo haré, quiero hacerlo, voy a tratar”, independientemente de la resistencia, la duda o el miedo. Exploren la posibilidad de encontrar este núcleo de poder, inteligencia, sentimientos y armonía dándole todas las oportunidades. Deben comprometerse a esta posibilidad, incluso si en este momento es sólo una posibilidad. ¿De qué otra manera puede volverse una realidad experimentada? No mediante las teorías ni por algo que suceda desde fuera o desde dentro. Ustedes deben hacer que suceda. Con este enfoque harán posible el contacto, aunque sea tentativamente para empezar, a fin de que el ser real les revele gradualmente su realidad. Esta acción debe ser el compromiso de ustedes.
¿Hay preguntas sobre este tema?
PREGUNTA: El centro vital al que uno se compromete, ¿está ubicado en los cuerpos sutiles o está en los órganos o estructura físicos? ¿O dónde esta?
RESPUESTA: Está en todos ellos. Es la vida misma, que trasciende todo siempre que encuentra una apertura. No puede estar, por su naturaleza misma, más en una parte y menos en otra, pues no es en realidad un punto fijo. En su visión ilusoria del tiempo, el espacio y el movimiento, el centro vital parece estar ubicado en lo más profundo del plexo solar. Esta no es una ilusión completa en el sentido de que allí es donde en realidad se manifiesta más notablemente, pero sólo porque es allí donde son más receptivos, más vulnerables y más abiertos. En realidad fluye a través de todas las capas de su organismo, a través de todo lo que constituye su entidad total, con la condición, desde luego, de que esté activado y no obstruido por el organismo. En la medida en que no esté activado, no puede llegar a las capas exteriores de su personalidad. En la enfermedad física, el cuerpo permanece inactivo por algún tiempo en los lugares afectados por la enfermedad, debido a los correspondientes bloqueos, distorsiones y errores conceptuales.
Cuando están enfermos en su perspectiva, en sus actitudes, y por lo tanto en su vida, el ser real se bloquea y sus emanaciones no pueden penetrar en esas áreas psíquicas. Podemos decir entonces que no llega a los niveles de la personalidad exterior y se encuentra sólo en la profundidad del cuerpo espiritual sutil. Por esta razón, hace muchos años, cuando mis amigos emprendieron este Pathwork, dije que primero deben penetrar en el ser de la máscara que oculta sus actitudes destructivas. Tienen mucho miedo de hacer esto porque creen que este ser destructivo es su realidad última, y que el único bien existe en su fachada. Sólo cuando ganan esta primera batalla pueden dejar salir las corrientes destructivas para que se reconviertan a su forma original, el ser real oculto, que entonces empieza a manifestarse.
Esta es la única manera en que el ser real puede volverse una realidad. Entonces puede elevarse por encima de los niveles exteriores de la personalidad y sanar las distorsiones. Una persona totalmente autorrealizada será avivada por el ser real en todos los niveles, físicos así como emocionales y mentales.
PREGUNTA: He llegado al punto en que medito para activar el ser real a fin de permitir que el amor entre, después de haber encontrado mi error conceptual acerca de la espiritualidad y el cuerpo físico. Pero aún está muerto. No he podido activarlo.
RESPUESTA: Esto es muy natural, amigo mío. No olvides cuán profundamente adoctrinado está en ti este miedo. ¿Cuántos años ya en esta vida, por no hablar de otras, te has condicionado a un patrón de reacción, a una orientación y a una manera de operar, que no pueden romperse de repente? Esto es todavía más profundo de lo que te imaginas. Apenas recientemente has alcanzado las primeras nociones de este hecho, lo que constituye una enorme victoria en tu Pathwork. Poco a poco empezarás a ver cuánto más profundo está arraigado este miedo en ti. Te volverás consciente de razones más específicas de este miedo, además de las que ya conoces y que experimentarás en un nivel más profundo. A medida que hagas esto, poco a poco, el muro pesado, la neblina espesa, los laberintos de confusión que tapaban al ser real con sus sentimientos fuertes y profundos, se disolverán. Ya has adquirido cierta percepción preliminar de este miedo, y esta percepción aumentará a medida que observes tus reacciones cuando expreses el deseo de sentir amor en toda tu persona, y también en tu cuerpo físico.
PREGUNTA: Usted relaciona la muerte con una falta de amor. ¿Cómo puede explicar entonces la muerte física?
RESPUESTA: La manifestación de la muerte física en esta esfera de la existencia humana es precisamente el resultado de la dualidad. La dualidad es un resultado de conceptos erróneos. El error significa, en última instancia, un malentendido de la vida y el universo. Por lo tanto, el individuo cree que la vida es peligrosa, hostil, una fuerza contra la que uno necesita defenderse. Esta defensa debe excluir todas las actitudes de apertura, inclusión, movimiento hacia el otro; es decir, amor. Cuando falta este movimiento, lo que resulta es el estancamiento, la inmovilidad y la no vida; es decir, la muerte.
El error equivale al no amor. El no amor se opone a la vida como realmente es, en su potencial, en su disposición a desarrollarse siempre que se le permita, allí donde los conceptos apropiados y verdaderos no bloqueen el camino. Esta vida es un continuo, un proceso eternamente en movimiento, que puede sentirse sólo cuando la psique personal siga su propio movimiento de vida. Esta es una ecuación matemática.
PREGUNTA: Puedo ver eso, pero sé que estoy destinado a morir, aun si soy capaz de amar.
RESPUESTA: No, ésta es una cuestión de grado. Los humanos son una etapa temporal de evolución. La entidad no viene de un estado de no amor total donde hay una cantidad muy pequeña de vida. La vida inorgánica estaría más cerca de ese estado de vida sin amor. El amor total, por otra parte, donde ya no hay escisiones, divisiones, conceptos falsos, es donde la conciencia universal se realiza completamente. Donde no hay dualidad, no hay vida versus muerte. Para llegar allí, la entidad humana tiene que pasar por etapas muy lentas de evolución.
PREGUNTA: En mi trabajo en el Pathwork he descubierto que nunca he amado a nada ni a nadie; mi única manera de amar es neurótica. Al escuchar su conferencia me ha surgido el interés de encontrar a mi ser real a este respecto. ¿Podría usted darme alguna ayuda?
RESPUESTA: Te aconsejaría que te preguntaras específicamente hasta qué grado crees que la vida está contra ti para que no te atrevas a amar. Anota las ideas muy específicas que tengas. ¿En qué sentidos en particular das por sentado que la vida está contra ti?
PREGUNTA: En todos.
RESPUESTA: Sin embargo, no es suficiente admitir esto tan generalmente, pues eso no es muy preciso tampoco. Tiene que hacerse de manera específica. Después de que hagas esto, lee las afirmaciones escritas, y luego piensa. Dite: “Tal vez estoy equivocado, quizás no es así”. Tienes que conceder la posibilidad de que estés equivocado. Muchas veces las personas permanecen en un cuello de botella en su camino porque no se alejan de la conclusión equivocada. La han encontrado, saben en principio que es errónea, pero se quedan con ella, y se dicen: “Así es como me siento”, y esperan sentirse de una manera diferente sin ningún esfuerzo de su parte. Pero la resolución sólo puede llegar cuando cuestionan seriamente sus conclusiones y admiten que las cosas podrían ser distintas. Debes poner en tela de juicio una suposición; una vez que la expreses en palabras precisas, como “Espero que la vida sea de ésta o de aquella manera, por lo menos en lo que a mí se refiere”. Entonces podrías dejar un espacio para una verdad que jamás podría entrar en las habitaciones cerradas de tus sombríos y deprimentes errores conceptuales acerca de la vida y de tu propia naturaleza más íntima.
PREGUNTA: Todos hemos perdido hace poco a un amigo que estaba muy involucrado en este trabajo. Me pregunto si podríamos entrar en contacto con él, de alguna manera.
RESPUESTA: Lo importante no es estar en contacto con ningún individuo específico del mundo no físico, sino que todos los seres, dondequiera que se hallen, estén en contacto con ese centro del ser más íntimo que es universal. Todo lo demás cae en su lugar y unifica a los que le extienden su amor. Establecer contacto de esa manera no es necesario ni realmente útil para cualquiera de los interesados. Desplaza el énfasis de lo que es importante a algo que realmente no importa. Sé que algunas personas se decepcionarán con esta respuesta y pueden creer equivocadamente que éste es un rechazo o una falta de interés. Mi respuesta parece negadora porque el concepto que aún tienen acerca de la vida y del ser no está orientada todavía a una comprensión universal. Con el tiempo verán que hay realmente más verdad y más amor en poner el énfasis en todo lo que promueva el contacto con la única cosa que importa: la autorrealización. Entonces el amor entre individuos sucede sana y naturalmente, de la mejor manera posible. El contacto con las personas que ya no están encarnadas no puede ser jamás una actividad realmente satisfactoria. Necesariamente conduce de alguna manera a escaparse del énfasis mismo que es tan importante. Muchas veces se le busca para aliviar la duda y el dolor, pero nunca logra esto de una manera genuina y duradera.
PREGUNTA: ¿Pero acaso el contacto no daría fuerza a la persona difunta?
RESPUESTA: No, no. Las personas que están orientadas hacia el esfuerzo y el crecimiento tendrán todo el contacto necesario en su propio mundo. Allá existen las mismas leyes que aquí. Cuando no quieres buscar más allá de tus limitaciones y conceptos erróneos, nadie en el mundo puede ayudarte. Esto lo sabes perfectamente bien. Pero en el momento en que sí quieres hacerlo, la ayuda llega de todas partes. ¿Por qué sería esto diferente en otra dimensión de la conciencia? El amor da fuerza, y ésta puede extenderse y expandirse no importa dónde estén los individuos. Para ello no es necesario un contacto manifiesto.
Que el amor y la fuerza y la verdad se expandan en ustedes, en su ser más íntimo. En el grado en que permitan que esto suceda serán susceptibles al amor, la fuerza y la verdad que llegue de otros a ustedes, que está en el aire que los envuelve, en el aire que respiran. Su mirada cambiará. Sus realizaciones y percepciones cambiarán en el grado en que el amor y la fuerza y la verdad de su ser más íntimo se unan con los de otros. Queden en paz. Estén en la verdad. Estén en ustedes.
Dictada el 7 de octubre de 1966.