Conferencia 158. Cómo coopera el ego con el ser real y cómo lo obstruye
Saludos, mis muy amados amigos. Que las bendiciones y la fuerza, su comprensión de la verdad y el flujo vital de la energía universal los colmen y sostengan mientras escuchan estas palabras y cuando se las lleven con ustedes; quizás más como un efecto interior en sus fuerzas psíquicas que como un recuerdo intelectual de ellas.
Muchos de mis amigos en este camino intensivo de autorrealización han llegado a una encrucijada en la que ven el viejo paisaje interior, que es el miedo: miedo a la vida, miedo a la muerte, miedo al placer, miedo a renunciar al control, miedo a los sentimientos; miedo a ser, como tal. Ya todos saben que se necesita mucha autoconfrontación para volverse consciente de estos miedos. Generalmente están tapados, pero de todas maneras existen.
Gran parte de mis amigos han llegado al punto en el que, para su sorpresa y asombro, de repente empiezan a ver que temen todos estos aspectos de la vida que acabo de mencionar. A medida que la conciencia de estos miedos aumenta, uno también se vuelve consciente gradual y automáticamente de los efectos que estos miedos hasta ahora inconscientes tienen sobre su vida: lo que obligan a uno a hacer y cómo influyen para que uno se retraiga de la vida. Uno empieza entonces a entender esos sentimientos vagos de estar desperdiciando la vida que uno habitualmente tiene sin saber bien a bien por qué, y empieza a darse cuenta de cuántas cosas se pierde. Amigos míos, efectivamente desperdician la vida misma. Se pierden del proceso creativo de vivir al temer este proceso.
Ahora deseo hablar de algunos aspectos de estos miedos, su común denominador, lo que les indicará cómo corregir una condición innecesaria de miedo, frustración y dolor. Incluso aquellos de ustedes que aún no han descubierto que estos miedos existen, se toparán tarde o temprano con su existencia, especialmente cuando se encuentren creciendo con dinamismo y avanzando en un camino de desarrollo y autorrealización. Cuando de esta manera se vuelvan conscientes de cómo se escondían de la vida debido a estos temores, mis palabras—retrospectiva y retroactivamente—les serán muy útiles. Pueden sembrar una semilla en su psique ahora, que fructificará cuando todo su ser esté listo para ver el problema y resolverlo. Lidiar con estos miedos es verdaderamente el principal problema de la vida.
La naturaleza de todos estos miedos es una mala comprensión de la función del ego y su relación con el ser real. Esta relación es sumamente sutil y difícil de explicar con palabras, pues, como todas las verdades de la vida, está llena de contradicciones aparentes; por lo menos mientras se encuentren pensando viviendo de una manera dualista. En el momento en que trasciendan el dualismo, dos aspectos opuestos y aparentemente excluyentes entre sí se vuelven igualmente verdaderos. Esto se aplica al ego en relación con el ser real. Es muy cierto cuando uno dice que el predominio del ego, su fuerza exagerada, es el mayor obstáculo para la vida productiva. Y es igualmente cierto cuando uno dice que un ego débil es incapaz de establecer una vida sana. Estos no son opuestos ni verdades mutuamente excluyentes, amigos míos.
Antes de entrar en mayores detalles, permítanme, ante todo, hacer hincapié en que la condición infeliz de la Humanidad se debe principalmente a la ignorancia con respecto al ser real. En el mejor de los casos, los seres humanos más iluminados aceptan su existencia como un precepto filosófico, pero éste es completamente distinto de la experiencia—la experiencia viva y dinámica—de su existencia. Si las personas fueran educadas con la idea y el objetivo de que contienen algo en lo más profundo de ellos mismos que es infinitamente superior al ser del ego, se les daría la oportunidad, mediante la experimentación y la exploración, de buscar una comunicación con su núcleo. Se volverían capaces de alcanzar su verdadero ser interior.
Como no es así, las personas se vuelven más y más limitadas en sus conceptos y sus metas. Ignoran que hay algo vivo en ellas además del ego. Incluso aquellos de ustedes que se han formado, durante años, un concepto del ser real, de la sustancia creativa que anima a todo ser humano, olvidan en el noventa y cinco por ciento de su vida diaria que este ser creativo vive y se mueve en ustedes, y que ustedes viven y se mueven en él. Se olvidan de su existencia. No buscan su sabiduría. Ponen toda su confianza en su limitado ser del ego. Olvidan abrirse en busca de la verdad y los sentimientos del ser más profundo. Siguen adelante despreocupadamente como si no hubiera nada más que su mente consciente, su ser del ego con sus procesos de pensamiento inmediatamente accesibles y su fuerza de voluntad. Con esa actitud se engañan enormemente.
Este olvido tiene inevitablemente diversas consecuencias. La primera es la cuestión de la identificación. Cuando se identifican exclusivamente con el ego o el ser consciente exterior, cuando su sentido de ser está predominantemente asociado con las funciones del ego, se desequilibran por completo y su vida se vuelve carente de sustancia y significado. Como el ego no puede remplazar, ni de ninguna manera acercarse, a la capacidad del ser real, es inevitable que estos individuos—y comprenden a la mayoría de los seres humanos—se sientan tremendamente asustados e inseguros. Es inevitable que se sientan insuficientes, y su sentido de la vida, de vivir, de ser, debe volverse muy plano y poco disfrutable. Entonces se buscan, muchas veces frenéticamente, placeres sustitutos, que son huecos y los dejan exhaustos e insatisfechos. El ego no puede agregar sentimientos profundos y un sabor intenso a la vida. Tampoco puede producir una sabiduría profunda y creativa. El ego sólo puede memorizar, aprender, reunir el conocimiento de otras personas, repetir y copiar. Está equipado para recordar, planear, seleccionar, decidir, moverse en cierta dirección; hacia fuera o hacia dentro. Estas son sus funciones. Pero no es función del ego, sentir, experimentar y saber profundamente, lo que significa ser creativo. Cuando digo creativo, no me refiero sólo al arte. Todos los actos simples de vivir pueden ser creativos, siempre que estén ustedes activados por el ser real. Todos los actos son poco creativos cuando están desconectados del ser real, no importa cuánto esfuerzo les inviertan. De hecho, el ser real no necesita esfuerzo. Dondequiera que se manifieste existe el esfuerzo, pero siempre es un esfuerzo sin esfuerzo. También esto es unacontradicción.
Volvamos a esos miedos humanos fundamentales que enumeré antes y considerémoslos a la luz de esta información. Como dije, estos miedos llegan a existir como resultado de desconectarse del ser real y permanecer en la ignorancia, viviendo con ideas falsas. Empecemos con el miedo a la muerte, ya que este miedo en particular es el que arroja una sombra en la vida de todo el mundo. Si se identifican predominantemente con su ego,su miedo a la muerte es muy justificado, pues el ego muere efectivamente. Esto puede sonar como una declaración aterradora para aquellos que no han experimentado todavía la verdad y la realidad de su ser interior. Es aterradora precisamente por la razón que acabo de mencionar; es decir, que el sentido de ser, de existir, de ser, reside en muchos por su identificación sólo con el ego. Por esto, ningún ser humano que ha activado su ser real y lo experimenta como una realidad cotidiana teme jamás la muerte. Uno siente y conoce su naturaleza inmortal, uno está lleno de su cualidad eterna; sólo puede ser un continuo, pues ésta es su naturaleza inherente. Esto no puede explicarse por la lógica a la que el ego está acostumbrado; esta lógica es demasiado limitada para comprenderlo.
Se forma un círculo vicioso cuando se da una importancia indebida al ego en el sentido de uno de estar vivo. Si uno no puede concebir ninguna otra realidad de pensar, sentir y estar en sí mismo más que la realidad del ego, uno no puede, desde luego, experimentar las facultades superiores y la realidad mayor del ser real. Por lo tanto, escuchar que las facultades del ego, que uno considera las únicas reales, dejan de existir, debe parecer aterrador. Pero para aquellos de ustedes que han experimentado la realidad nítida del ser real, esta declaración nunca puede ser aterradora. Entonces saben perfectamente bien cuán inferior, fugaz e insuficiente es el ego comparado con la realidad del ser interior eterno, que experimentarán como eterno siempre que lo encuentren. Por lo tanto, el miedo a la muerte existe sólo cuando el sentido de ser de uno está adherido exclusivamente al ser del ego.
Quiero agregar aquí que la aceptación intelectual del ser real como precepto filosófico no aliviará el miedo a la muerte porque no puede dar una sensación de realidad y experiencia verdadera del ser real. Esto requiere más. Requiere una realización de las facultades del ser real. Esto, como ya saben, exige ciertas etapas muy claras de desarrollo. Hablaré más de esto después.
El siguiente miedo de la lista sería el miedo a la vida. Me han oído decir muchas veces que quien teme a la vida debe temer a la muerte, y quien teme la muerte debe temer a la vida, porque en realidad son la misma cosa. Esta afirmación también puede ser verdaderamente entendida sólo cuando uno experimenta al ser real, que reconcilia todos los opuestos aparentes. Entonces uno ve que la vida y la muerte son los lados soleado y oscuro—si me permiten decirlo así—de cierta manifestación de la conciencia, ni más ni menos.
Ahora bien, el miedo a la vida se justifica cuando el sentido de identificación de uno se conecta exclusivamente con el ego, ya que las capacidades del ego de lidiar con la vida y de vivirla productivamente son sumamente limitadas. De hecho, son francamente insuficientes y dejan al individuo sintiéndose incierto, inseguro e inadecuado. El ser real, por otra parte, siempre tiene respuestas, siempre tiene soluciones, no importa cuál sea el problema; siempre hace de cualquier experiencia, no importa lo innecesaria y futil que parezca al principio, un escalón profundamente significativo hacia una mayor expansión. Aumenta la experiencia de la vida y la realización de los potenciales inherentes de uno. Por lo tanto, tiene la capacidad de volverlos más vitales, más realizados y cada vez más fuertes.
Ciertamente, nada de esto puede decirse del ego. Éste está constantemente atrapado en situaciones, problemas y conflictos aparentemente insolubles. El ego está adaptado exclusivamente al nivel de la dualidad; esto versus aquello, correcto versus incorrecto, negro versus blanco, bueno versus malo. Como ya lo saben, esto es inadecuado para enfocar la mayor parte de los problemas de la vida. Aparte del hecho de que no puede encontrarse ninguna verdad si uno considera un lado negro y el otro blanco, las dimensiones de estos problemas incluyen muchas otras consideraciones. El ego es incapaz de trascender el nivel dualista, de armonizar la verdad de ambos lados, por decirlo así. Por lo tanto, no puede encontrar soluciones y está perpetuamente atrapado y ansioso. Por ende, una identificación con el ego trae automáticamente detrás de ella el miedo a la vida.
El siguiente elemento de la lista podría ser el miedo al placer. A aquellos de ustedes cuya autoexploración no es aún muy profunda, esta afirmación podría sonarles absolutamente increíble, como también les sonaría el miedo a la felicidad. Entonces se dirían: “Esto no se aplica a mí”. Pero déjenme decirles que todos, en el grado en que se sienten infelices, insatisfechos y vacíos, temen la felicidad, la satisfacción y el placer, no importa lo mucho que los busquen y los anhelen en el nivel consciente. Así es necesariamente; es la ecuación que debe salir pareja. Su vida demuestra el hecho, pues su vida nunca es un producto de circunstancias más allá de su control, ni de causas más allá de las que ustedes ponen en marcha interiormente. Siempre es producto de su propia conciencia interior. Saben esto tanto en la teoría como en la práctica. Por lo menos aquellos de ustedes que han hecho algunos autodescubrimientos ven cada día más que, de una u otra manera, han creado y están creando lo que les sale mal. No olviden esto nunca.
Ahora bien, el miedo al placer, a la felicidad, a la satisfacción es una realidad aplicable a todos los seres humanos. Al principio sólo es cuestión de conectarse conscientemente con este miedo. En el momento en que lo hagan, entonces, por fin, entenderán por qué su vida no produce lo que otra parte se ustedes desea tan fervientemente. Cuanto más se atormenta el ego para obtener lo que ustedes quieren conscientemente, olvidando que no es el ego solo el que puede obtenerlo, menos posible puede ser la satisfacción. Empero, no es el ego consciente el que necesariamente la obstruye, sino otra parte de su ser, que no e s ni el ego ni el ser real. No obstante, el ego consciente muchas veces se deja llevar ciegamente y actúa de la manera en que lo dicta la parte inconsciente, temerosa y negadora de la vida. Esto entonces se racionaliza y se justifica. Incluso cuando uno jura fidelidad sólo al ego activo con su conciencia, incluso entonces el ser del ego no es más que un agente obediente, lo sepan ustedes o no. La cuestión es sólo si el ego obedece impulsos erróneos y destructivos, o si está activado por el ser real.
Por tanto, es absolutamente esencial que se abran a sus propias reacciones interiores que evaden la felicidad y el placer. Para entender esto en un contexto, me gustaría decirles ahora: Si derivan su sentido de ser sólo de las facultades del ego, renunciar a él debe parecer aterrador. Y aquí mismo es donde están atrapados en un conflicto insoluble mientras permanezcan atorados en él: el desarrollo y el placer, el deleite y la vida creativa, la realización y la felicidad pueden existir sólo cuando se activa el ser real, cuando no se identifican exclusivamente con el ego, sino cuando se conectan e identifican con el ser real, con la sustancia eterna y creativa de su ser. Y he aquí lo importante: esto exige soltar los controles directos del ego. Requiere confianza y valor para rendirse a un movimiento interno que no responde al pensamiento exterior ni a las facultades de la voluntad.
Es fácil verificar la verdad de esta afirmación cuando piensan por un minuto en los momentos más felices de su vida. Cualquier cosa que haya sido verdaderamente placentera, inspirada, fluida, valerosa, creativa y profundamente gozosa se debió precisamente a este soltar y ser animado por algo distinto de las facultades usuales bajo la determinación directa del ser exterior. Entonces la felicidad no sólo es posible sino que es un producto natural. No pueden ser el ser real sin estar felices, y no pueden ser felices a menos que estén integrados con el ser real y sean animados por él. Éste es el tipo de felicidad que no conoce el miedo de terminarse, perderse o tener productos indeseables. Es el tipo de felicidad, como dije en otra parte, que es, al mismo tiempo, dinámica, estimulante, emocionante, vibrantemente viva, y sin embargo, serena. Ya no surge ninguna escisión que se produzca por separar estos conceptos y hacerlos mutuamente excluyentes, que es lo que hace el ego dualista. En la manera separada de experimentar la vida, la serenidad excluye la emoción y trae aburrimiento. La emoción excluye la paz y trae ansiedad y tensión. Se ven confrontados, como en tantos otros casos, con una opción que ya no es necesaria cuando entran en el ámbito del ser real unificado.
¿Cómo pueden abrazar sin miedo un estado que debe prescindir de las facultades del ego cuando su sentido de estar vivos parece provenir exclusivamente de estas facultades? Ahí es donde están atrapados. A menos que vean su miedo a la felicidad bajo esta luz, no encontrarán cómo salir de esta trampa. Vacilarán constantemente. Por un lado, les aterrará soltar el ego. Por la otra, estarán constantemente en un estado de mayor o menor impotencia que puede ser más o menos consciente. El sentimiento de estar desperdiciando su vida, de carecer de algo esencial, los perseguirá, porque lo que es necesario para aliviar esta condición no puede producirse hasta que suelten el predominio del ego.
Esto me trae al miedo de la lista que se relaciona mucho con lo anterior, y es el miedo a soltar. Si, de nuevo, el sentido de ser de uno se deriva exclusivamente del ego, la personalidad es incapaz de soltar. Soltar equivaldría entonces a la aniquilación. Pero para aquellos que han empezado poco a poco, primero aquí o allá, a ver la verdad y la realidad del ser real, soltar no sólo no encerrará ningún peligro, sino que será la vida misma.
Sólo gradualmente se aclimatan a la condición nueva, a las vibraciones nuevas, a las maneras nuevas de funcionamiento del ser real. Pero esto no es sin duda incompatible con vivir en un cuerpo en esta esfera terrenal. En absoluto. Solamente significa una interacción armoniosa entre el ego y el ser real. Significa conocer las funciones del ego, así como su poder. Retomaré después este punto.
En primer lugar, me gustaría decir que siempre que uno le tiene miedo al ser real le teme también a la vida y a la muerte, al placer y a la realización, a la felicidad y al desarrollo, a los propios sentimientos y al proceso creativo mismo. En segundo lugar, es obvio que los sentimientos no pueden ser controlados por el ego. Quienes intentan esto, sólo se engañan. Matan la espontaneidad y la libertad del ser real. Por eso, los sentimientos nunca pueden responder a ningún “debe”, dicho por otras personas o por el ser. Se producen indirectamente y parecen tener su vida propia e independiente, sus propias leyes, su propia lógica y sabiduría. Les convendría más explorar y entender esta ley y esta sabiduría en lugar de negar los sentimientos y sobreimponerles su pobre lógica egoica, su ley egoica y su seudosabiduría. Los sentimientos son una expresión del proceso creativo mismo. Todo el mundo sabe que este proceso tampoco puede forzarse. Sólo puede ser alentado o desalentado, al igual que los sentimientos. Éstos y el proceso creativo son movimientos internos, a los que también llamo movimientos del alma. Tienen sus mensajes y señales a los que no se puede prestar demasiada atención si el individuo ha de llevar a cabo su autorrealización y establecer contacto con el ser real.
El ser real exuda y transmite un río vital de energía, que consta de muchos arroyos distintos. Esto es lo que suelo llamar la fuerza vital. Esta no es sólo un poder enorme: es conciencia. Contiene una sabiduría profunda y una legalidad inexorable, eterna e inmutable. Es necesario explorar y entender estas leyes. Esta comprensión enriquece la vida de una manera maravillosa, en un grado que ni siquiera imaginan.
Negar el intenso éxtasis de esta fuerza vital que se manifiesta en algunas áreas más que en otras en todos los niveles de la existencia, significa invitar diversos grados de muerte. Abrazar esta fuerza vital significa vivir inmortalmente. La negación del placer supremo de la vidaes la muerte. El hecho de que el ego surgiera a la existencia significa que la muerte surgió a la existencia. No puedo entrar en detalle en esto ahora, pues nos desviaríamos mucho. Baste decir que el ego es una particula escindida de la conciencia más vasta, que todavía permanece en todos los seres humanos. A menos que esta parte escindida se integre a su origen, muere. Por lo tanto, la escisión y la muerte están relacionadas, así como la reunificación y la vida están interrelacionadas y son interdependientes. La existencia del ego, la falta de placer y la muerte están directamente conectadas, tal como el ser real, el placer supremo y la vida están directamente conectados. Por lo tanto, quien tiene miedo a soltar el ego, quien teme el placer debido a este miedo, invita a la muerte. Éste es el verdadero significado de la muerte. Es una negación de la verdadera y original semilla de la vida.
Todo esto, amigos míos, puede conducir al malentendido de que hay que prescindir del ego. Por desgracia, muchas enseñanzas espirituales han cometido este error y, así, han sembrado la confusión entre sus seguidores. Nada más lejos de la verdad que una desatención o descuido del ego. Hacer esto simplemente conduciría al extremo opuesto, y ambos extremos son siempre erróneos, dañinos y peligrosos.
Las personas que durante toda una vida—no, muchas veces durante varias vidas—han hecho demasiado hincapié en el ego, con la idea equivocada de que no sólo representa la seguridad, sino la vida misma, se cansan. Se cansan porque todos los movimientos del alma basados en errores conceptuales son agotadores por su naturaleza misma. Hacen que las personas se aprieten a fin de aferrarse desesperadamente. Las diversas maneras falsas de aliviar un ego apretado siempre significan un debilitamiento de éste. Si, por una parte, el ego es demasiado fuerte, inevitablemente será demasiado débil por la otra. Pongo esto en términos prácticos para ustedes que trabajan en este Pathwork: En la medida en que les asuste soltar el control del ego porque creen en la falsa idea de que soltar les hace perder fuerza, en esa misma medida son incapaces de afirmarse porque tienen miedo. Cuanto más capaces sean de rendir su ser y rendir sus sentimientos al proceso creativo, a las cualidades desconocidas de la vida misma, a una pareja, más fuertes serán. Entonces no tendrán miedo de tomar decisiones, de cometer errores, de enfrentar las dificultades. Dependerán de sus propios recursos, tendrán la integridad de sus propios puntos de vista, pagarán el precio de su individualidad, afirmarán sus derechos tal como cumplen con sus obligaciones libre y voluntariamente, no por miedo a la autoridad ni a las consecuencias de la desaprobación. La fuerza egoica de semejante autoafirmación sana vuelve posible la rendición del ser. Y a la inversa, la debilidad de un ego que tiene miedo a la autorresponsabilidad vuelve imposible la rendición del ser y, por lo tanto, el placer. La persona que habitualmente sobrecarga y agota a las facultades del ego buscará entonces un falso alivio. Este falso alivio puede adoptar muchas formas. Una de las formas más extremas es la locura, en la que el ego es completamente inhabilitado. En casos menos extremos adopta la forma de manifestaciones neuróticas, en las que el ego es incapaz de utilizar sus facultades de fuerza, individualidad y autorresponsabilidad. O puede tomar la forma de alcoholismo, drogadicción y todas las maneras artificiales de obtener alivio de un ego demasiado tenso, que está privado del placer porque tiene demasiado miedo de rendirse al proceso creativo.
Por lo tanto, es de primordial importancia comprender cuáles son las facultades del ego, cómo usarlas y dónde están sus limitaciones. Entraremos en mayor detalle en el futuro; lo único que quiero decir en este momento es esto: el ego debe saber que es sólo un sirviente del ser interior más grande. Su función principal es buscar deliberadamente un contacto con este último. Debe conocer su posición. Debe saber que su fuerza, su potencial y su función es decidir buscar ese contacto, pedir la ayuda del ser más grande, establecer con él un contacto permanente. Además, la tarea del ego es descubrir las obstrucciones que lo separan de ese ser más grande. Aquí también, su tarea es limitada. La comprensión siempre viene desde dentro, del ser real, pero llega como respuesta al deseo del ego de entender y cambiar la falsedad, la destructividad y el error. En otras palabras, la tarea del ego es formular el pensamiento, la intención, el deseo y la decisión. Pero su limitación está en la ejecución del pensamiento, la intención y el deseo.
Después de que ha cumplido con su tarea de optar por la veracidad, la integridad, la honestidad, el esfuerzo y la buena voluntad, debe hacerse a un lado y permitir que el ser real surja con su intuición e inspiración que marcan el ritmo y dirigen el camino individual. El ego debe, una y otra vez, elegir, decidir, proponerse, a fin de seguir este desarrollo. Debe estar dispuesto a aprender desde dentro y comprender el lenguaje más profundo del inconsciente, que al principio es muy oscuro, pero que más tarde se vuelve cada vez más obvio. Debe aprender a interpretar los mensajes del inconsciente destructivo, así como del aún más profundamente inconsciente ser real, con toda su maravillosa creatividad y constructividad. El ego debe prestar su apoyo incondicional, su esfuerzo concentrado, su actitud más constructiva y su atención plena al camino interior. Debe conocer su limitación en cuanto a la sabiduría profunda, al ritmo individual del camino, a la oportunidad, a la fuerza para perseverar en tiempos difíciles, y convocar los recursos ilimitados del ser real. Debe desarrollar una finura para sentir la sutil interacción entre el ego cada vez más alerta y el ser real cada vez más manifiesto, de manera que aprenda cuándo ser fuerte y asertivo para vencer la resistencia, para revelar pretextos y racionalizaciones, y cuando hacerse a un lado con una actitud más pasiva de escuchar y aprender. El ego puede compararse con manos y brazos que se mueven hacia la fuente de la vida y dejan de moverse cuando su función no es más que la de recibir.
Que todos se beneficien verdaderamente de esta conferencia. Que la estudien en profundidad y mediten sobre ella. Estúdienla oración por oración en lo que sientan que se aplica a ustedes. Mediten en el deseo de usarla, no sólo entendiéndola teóricamente, sino buscando esa parte de ustedes que es eterna, que es adecuada y que siempre está en un estado de deleite maravilloso y extático, pues éste es su derecho natural. El precio es cierto esfuerzo para vencer la pereza, la resistencia y los artilugios que les dan una falsa seguridad.
Esto incluye también explorar las condiciones que vuelven posible una conexión con el ser real. El ser del ego debe ser compatible con el ser real. El ser real trasciende las chatas leyes de la moralidad exterior; por lo tanto, deben tener el valor de estar en su propia verdad, en vez de jurar lealtad a la opinión pública, a una autoridad o a la sociedad en general. Esta sumisión sucede sólo por miedo y codicia, cobardía y oportunismo. Así pues, la moralidad exterior no es necesariamente una señal de moralidad interior y real. El ser real tiene normas muy rigurosas de moralidad real, de una naturaleza mucho más profunda que la primera. Uno debe ver dónde existen en el alma el egoísmo, la crueldad, el egocentrismo, la codicia y la deshonestidad, así sea en una cantidad mínima. Cada una de estas partículas, no importa lo diluidas que estén por la bondad genuina, son un estorbo, particularmente cuando no se reconocen, cuando se niegan o justifican. Si se engañan tratando de engañar a la vida, se vuelven incompatibles con las leyes y el poder de su ser creativo más interno. Así que descubran las áreas donde hacen trampa. Pueden estar ocultas, efectivamente, pero siempre existen en la misma medida que la infelicidad y el descontento, y por ende en la medida en que están separados de su ser real. ¡Queden en paz, sean benditos, queden en Dios!
Dictada el 8 de diciembre de 1967.