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Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 166. Percibir, reaccionar, expresar

Saludos, amigos míos. El amor y el poder universales son parte de ustedes, y ustedes son parte de ellos. Que en esta hora sean capaces de movilizar una parte mayor de ellos que habitualmente, de modo que se beneficien de verdad de estas palabras, y que esta noche sea una bendición para su camino futuro en la Tierra.

Esta conferencia es un intento de continuar con la secuencia actual para mis amigos que están activamente entregados a este camino en particular, y también para los muchos amigos nuevos que han encontrado su camino hasta aquí. Con suerte, podrán seguirnos y beneficiarse, aunque gran parte del material estará fuera de contexto para ustedes.

El propósito de toda criatura viva es liberar el espíritu eterno. Este propósito puede ser inconsciente en muchos, pero eso no cambia el hecho. El peso de las incrustaciones es mucho, y todo el mundo siente la pesadez. Todos ustedes anhelan la brillantez y la ligereza del espíritu que habita en lo más profundo de las incrustaciones, y anhelan también acceder verdaderamente a su derecho natural. El Pathwork se ocupa activamente de satisfacer este anhelo. Después de todo el trabajo y la búsqueda que han estado haciendo mis amigos, algunos de ellos están a punto de acceder a dos puntos fundamentales de autoconciencia. La conexión causal entre estos dos puntos puede detectarse cuando entienden, sienten y experimentan lo que digo aquí. Entonces de verdad sabrán que se encuentran en un umbral vital.

El espíritu vivo que son, que perpetuamente espera desplegarse en una vida y un bienestar creativos y gozosos, se contiene por emociones condensadas; por sentimientos poderosos que no desean experimentar. No es la naturaleza de esos sentimientos mismos lo que crea la pesada costra condensada, sino el hecho de que ustedes niegan su realidad temporal en ustedes. Esta pesada masa es la carga que llevan por todas partes. Los aprisiona en el grado exacto en que tienen miedo de dejar salir esta masa y permitir que se despliegue. Sólo entonces puede disolverse. Este miedo debe superarse.

Ningún ser humano nacido en este ambiente limitado y en las condiciones que prevalecen en esta esfera de existencia está libre de un conglomerado de sentimientos negativos fuertes. Hay una agonía sin esperanza, hay rabia violenta, existe el sentimiento de absoluta indefensión; primero hacia el mundo que parece causar la agonía y por ende la rabia, y luego hacia el ser porque el ego no sabe cómo lidiar con estos sentimientos. La manera de salir de este predicamento parece ser negar la existencia de los sentimientos. Esta parece la única alternativa. Pero cuanto más se niegan estos sentimientos, mayor se vuelve su poder. Como no hay manera de dejar entrar el aire fresco de la verdad, todos estos sentimientos amenazadores se agrandan, se exageran y se malinterpretan. Entonces parece de verdad que los sentimientos de uno lo condujeran a un pozo sin fondo.

A cualquiera que sea nuevo en este camino esto podría parecerle increíble porque no se ha topado todavía con la violencia de los sentimientos a los que me refiero. Pero muchos de mis amigos que están activamente entregados a este trabajo se han vuelto hace poco intensamente conscientes de estos sentimientos. Algunos de los enfoques nuevos han empezado a tener sus muy benéficos resultados, así que incluso los que estaban más desconectados—tal vez incluso después de años de trabajo arduo—se están acercando de repente al umbral de esta área temida en ellos. Éste es en realidad un progreso grande e importante, sin el cual no es posible ninguna experiencia del ser universal. Algunos de ustedes pueden no estar conscientes todavía de estos sentimientos, pero al menos empiezan a intuir, sospechar y sentir aprensión acerca de la existencia de ellos. Algunos de ustedes pueden no haberse armado de valor para sacarlos, como otros lo han hecho.

Así como el resultado de dejar salir los sentimientos es una experiencia y una ola de vida espiritual nueva, de igual manera es desastroso el resultado de evitar el área temida; esto paraliza sus mejores facultades. Si evitan estos sentimientos no pueden vivir realmente en el verdadero desenvolvimiento del espíritu eterno, vivo y que respira, que ustedes son, del cual fluye a todo su ser, a su vida entera, el bien ilimitado. Su ser espiritual tiene todo el poder. El ser espiritual no puede manifestarse cuando cualquier parte del organismo interior se teme, se le niega expresión y se le tiene firmemente apretado. De tal suerte, vivir se vuelve una pobre imitación de lo que podría y debería ser. La mayoría de los seres humanos intuyen eso; de alguna manera saben que lo que experimentan no puede ser lo único que hay en la vida, pero pocos tienen el valor de admitírselo a sí mismos y hacer algo al respecto.

Cuando se acercan al umbral donde se enfrentan a los aparentemente incontrolables agonía, dolor, desesperanza y enojo violento—y donde también se enfrentan a su miedo de no poder agotar jamás estos sentimientos negativos, ni ser capaz de manejarlos—entonces tienen que tomar una decisión vital: hacer que su razón influya en toda la cuestión de si es mejor negar la existencia de estas emociones o hacerles frente y experimentarlas—sacarlas a la luz con la visión constructiva de aprender a manejarlas de aquí en adelante. Esto también requiere un mínimo de confianza en el mundo, del cual son parte, de que no existe el “mal” como tal. Si esto es cierto, también lo es en lo que se refiere a las emociones distorsionadas y destructivas. Y como es cierto, sólo pueden experimentarlo como una realidad cuando se dan la oportunidad de hacerlo.

Su razón también les dirá, una vez que piensen en ello, que lo que existe en ustedes no se anula simplemente porque dirijan la vista a otro lado, porque actúen como si no lo hubiera y, de este modo, vivan una vida de extenuante simulación a costa de toda la energía y la fuerza vitales. Sin esta energía, la profundidad de la experiencia que anhelan no podrá ser suya, no importa en lo que pongan sus esperanzas. Pueden acudir a esta o a aquella panacea supuesta, a este o a aquel enfoque espiritual nuevo, siempre con la vaga esperanza de que les abrirá las puertas de la vida: de la vida plena que de alguna manera saben que se pierden. Todas estas opciones los decepcionarán al final, pues son evasiones, nacidas de la esperanza de que no tendrán que disolver la masa dura de sentimientos apretados de violencia y dolor.

El pozo sin fondo de las emociones que tanto temen resultará ser un error sólo cuando emerjan de la experiencia de ellas. Esta experiencia es amenazadora sólo antes de que entren en ella. Una vez que superen el titubeo y la renuencia y se permitan entrar en la experiencia, no importa lo que sientan, verán que no es en modo alguno lo que temían. Descubrirán que pueden controlar la inundación de sentimientos, sólo porque eligieron voluntariamente dejarlos salir. No obstante, si salen explosivamente de ustedes porque han sido artificialmente negados y contenidos demasiado tiempo, entonces no pueden controlarlos porque su expresión es involuntaria. Así, necesitan expresar, dejar salir sus sentimientos por elección propia cuando y durante todo el tiempo que deseen, con la seguridad de que este desahogo es su salvación. Hacerlo los dejará refrescados y fortalecidos, más ustedes mismos de lo que jamás fueron.

Este umbral es esencial en el camino de evolución de cualquiera. Resulta ser un punto decisivo en su vida interior, donde van de una existencia limitada de fantasía robótica a una vida real, en la que están cada vez más en posesión plena de la energía vital y la sabiduría creativa de su ser más íntimo. Mientras les falte el valor de experimentar todo lo que hay en ustedes, quieran o no responsabilizarse de ello, no se permiten el lujo de descubrir su riqueza e ingenio interiores, su fuerza innata y su riqueza de sentimientos. Cuando digo “responsabilizarse” no me refiero simplemente a una admisión intelectual, sino a la experiencia emocional real y a la expresión volitiva de ella, pues si no enfrentan aquello en ustedes que congela y paraliza el espíritu vivo, es imposible que sean movidos y vividos por él. Su vida es exprimida si ustedes tienen que contenerse de cualquier forma. Quiero insistir una vez más en que esto no implica que exterioricen la destructividad como se les antoje. Elijan de qué manera expresarla para que nadie, incluidos ustedes, salga lastimado por el efecto, sin dejar de conocer todo el tiempo, sin autojustificación, la naturaleza irracional y destructiva de lo que sale.

No se alejen de ese punto donde dicen: “Tengo miedo de estos sentimientos”. Más bien quédense ahí hasta que reúnan la fuerza para dejarlos llegar a la superficie. Esto es mucho mejor que negar y alejarse otra vez de este punto de conciencia en el que saben que tienen miedo de ustedes, pues si se temen y no lo saben, esto es infinitamente peor que si se temen y lo saben. Tener miedo de ustedes y no saberlo los adormece, los hace perderse de la vida. Los hace conectar este miedo mismo a cualquier número de facetas exteriores que no tienen nada que ver con el miedo mismo tal como existe en su estado original.

Cuando tengan el valor de experimentar el dolor, la agonía, el enojo, la violencia y la impotencia, en verdad llegarán a ver que no es insondable ni interminable, y que esto no es todo lo que hay en su vida interior de sentimientos. Verán que hay un final. El final es cuando la energía viva de todos esos sentimientos que desean evitar se convierte en un sentimiento vivo de amor, alegría y placer.

Sin embargo, tenemos el segundo punto de conciencia que mencioné, que también debe enfrentarse a fin de que se vuelvan completamente capaces de tener el valor necesario para arrojarse a sus sentimientos aterradores. Sin este segundo punto de conciencia, el intento puede ser, en el mejor de los casos, sólo un intento tibio. Algunos de mis amigos han empezado últimamente a reconocer, por lo menos ocasionalmente, este segundo punto. Sin embargo, esta conciencia habitualmente regresa al inconsciente, de donde hay que rescatarla una y otra vez. Este segundo punto es que, como resultado de toda la desesperanza y la agonía, en la rabia que surge como consecuencia, han decidido, en lo más profundo de ustedes, alejarse de la vida, del amor y del deseo de contribuir positivamente a la vida.

Este tipo de negatividad es lo que vuelve tan peligroso el valor de experimentar los sentimientos destructivos. Mientras sea un hecho que no quieren amar—dar lo mejor de ustedes, perdonar y olvidar el daño que la vida parece haberles infligido—que no quieren arriesgarse generosamente a dar de sí mismos en el nivel más profundo donde no puede existir el engaño, no puede haber seguridad en nada de lo que hagan. Será tan inseguro ocultarse de sí mismos como expresar lo que hay en ustedes. La llave de la seguridad y de todos los otros recursos de la vida es el amor. Mientras se nieguen a perdonar y deseen estar resentidos con la vida—y por lo tanto con las personas y los eventos que les lleguen tanto de dentro de ustedes como del exterior—se cerrarán a todo el bien que desea fluir de ustedes al mundo y del mundo a ustedes.

Mientras exista esta negatividad, no pueden reunir el valor para enfrentar, experimentar y expresar los sentimientos destructivos. Por lo tanto, deben trabajar alternada y a veces simultáneamente, con estos dos puntos de autoconciencia. Deben entender claramente la conexión causal entre estos dos puntos. A medida que se vuelvan conscientes y puedan reconocer esta negación resentida en ustedes, comprenderán más profundamente la conexión causal entre los dos puntos. No quieren dar nada de sí en este nivel profundo y secreto de su existencia interior. Afuera, esto bien puede ocultarse por patrones aparentemente muy opuestos. Pero la falsa sumisión nunca puede ser una sustitución del dar de sí real e interior. De hecho, el dar real no conoce la autocrítica, ni el martirio ni el tratamiento injusto del mundo. Incluso sugeriría que este patrón señala el camino hacia una crasa falta de generosidad cuando hablamos de sentimientos reales. Oh, bien podrían, en principio, estar dispuestos a dar algo, pero sólo cuando todo esté exactamente de acuerdo con sus especificaciones. Estas se basan muchas veces en la total ignorancia de la legitimidad que entraña el intercambio humano, en la ignorancia de las condiciones existentes producidas por ustedes que vuelven lógicamente imposibles esas expectativas de las relaciones perfectas. No obstante, muy aparte de esta ignorancia, esta negociación tentativa y la mezquina y desconfiada contención de todos los movimientos dadivosos y espontáneos del alma cierran la puerta misma que odian ver cerrada.

Como no desean dar a la vida, ¿cómo puede darles la vida a ustedes? Así que se mueven en círculos y esto se convierte en un círculo vicioso, porque cuanto menos les dé la vida como resultado de no darle a ella, más resentidos se vuelven, más se niegan a dar de sí, más introvertidos son y más violento se vuelve su enojo por esta ininterrumpida frustración. Entonces este enojo los asusta, de modo que lo contienen, y así sucesivamente, hasta que el círculo se rompe.

En este ciclo negativo, el brillo vital de su energía y sus sentimientos se convierte en una masa compacta y dura detrás de la cual su espíritu parece marchitarse. Desde luego que esto no sucede realmente. No puede suceder jamás, ya que es una fuerza vital eterna. Pero no puede manifestarse a ustedes, y estarán separados de ella mientras permanezca la actitud de negación. Pueden conectarse con su espíritu sólo cuando vean la negación y se vuelvan lo suficientemente honestos y humildes para darle voz tal como de verdad existe en ustedes: “No quiero dar nada de mí. Siempre que me veo amenazado por el rechazo, la crítica, la frustración de mis deseos inmediatos, enseguida retiro de la vida mis energías vitales, mi buena voluntad, mi espíritu positivo de participación. Quiero permanecer separado y conservar mi enojo y mi resentimiento”. Cuando puedan reconocer esto, instantáneamente sabrán que es esa actitud la que vuelve peligroso el enfrentamiento con la rabia y la agonía.

La rabia y la agonía deben, en efecto, parecer interminables mientras no estén dispuestos a renunciar a esta actitud negativa hacia la vida, en la que abrazan los resentimientos y recurren a juegos deshonestos de sufrimiento como armas contra otros a fin de culparlos. Pero en el momento en que estén verdaderamente dispuestos a dar lo mejor de ustedes mismos, aunque primero sea sólo en principio, antes de que sean capaces de hacerlo en realidad, el Espíritu Supremo los ayudará a volverlo una realidad, y no será cuestión de temer la negatividad y la destructividad interminables.

Posiblemente ésta sea una de las razones por las que en un camino como éste jamás puede existir el peligro, porque aprenden, al enfrentar la verdad temporal, a invocar las fuerzas el infinito espíritu cósmico en ustedes. Y aprenden con su ayuda a volverse generosos y positivos, a arriesgarse a invertir en ustedes; a volverse dadivosos y permitirse sentir, aunque no tengan una garantía de que todo saldrá bien. Esa es la única manera en que su fuerza y su resiliencia pueden crecer, de modo que nada los perturbe jamás.

La combinación de estos dos puntos de conciencia, amigos míos, es una llave. Aquellos de ustedes que se hallan cerca de este punto, o que han hecho ya algunos reconocimientos a este respecto, pueden proceder ahora. Cuando mediten, díganse: “Invierto lo mejor que tengo en mi vida. No retendré nada de mí. Quiero contribuir al desenvolvimiento cósmico y al plan de evolución con todas las facultades que tengo; las que ya están manifiestas, pero que tal vez no se usen de esta manera, y las que todavía están latentes en mí. Deseo contribuir, y sólo como una persona totalmente plena y feliz puedo hacerlo…jamás como un ser que sufre”.

Su negatividad es una defensa, amigos míos. Surge de la trágica falta de comprensión de la dualidad, la dicotomía que prevalece en esta esfera terrenal, donde es tan frecuentemente una cuestión de “esto o lo otro”. En este caso, creen que es una cuestión de su felicidad versus la felicidad del otro. Creen secretamente que dar a otros los empobrecerá, los dejará en desventaja, mientras que arrebatar lo que quieren y no darse a otros aumentará su ventaja. Esta creencia está siempre allí, por debajo, medio consciente o completamente inconsciente. Esto crea un conflicto terrible.

Cuando examinan desapasionadamente la irracionalidad de su negación, de su destructiva insistencia en permanecer separados y poco dadivosos, llegarán a ver que esta dicotomía poco realista está presente en su actitud. Cuando la traigan a la superficie serán capaces de corregirla. Poco a poco recondicionarán sus percepciones, sus reacciones emocionales, su saber profundo e interno de cómo es la vida. Entonces sabrán que cuanto más felices sean, más contribuyen a la felicidad de otros.

En el proceso de eliminar las condiciones malsanas que son el resultado de creencias falsas en lo más profundo de la psique, verán que su realización jamás puede violar la de otros; aunque al principio pueda parecer así. Cuando van a la raíz de todas las cosas, no existe conflicto entre su realización y la de otros; todo lo contrario. Así que no necesitarán ser egoístas, ni tendrán que sentirse culpables por querer su propia realización y alegría. Con esa comprensión debe desvanecerse toda negatividad, aun en las regiones más profundas y las áreas más secretas de su psique. Entonces el desenvolvimiento puede ser completo, pues ustedes serán más libre y valientemente ustedes mismos; se expandirán a la vida y se abrirán para recibir los regalos de ella.

En relación muy estrecha con lo que dije aquí está un aspecto importante de las relaciones. La relación es la esencia misma de la vida. Nadie es capaz de vivir productivamente sin calor y amor, sin que haya un compartir y una comprensión mutua. Esto está verdaderamente en el plan de las cosas del espíritu creativo universal. Hay ciertos aspectos muy básicos de la relación que es importante entender. Existe un principio triple que se aplica a todos los elementos de cualquier tipo de relación y determina su naturaleza. Éste es: percibir, reaccionar y expresar. Cuando este principio triple opera en la salud, la verdad, la armonía y la realidad, entonces la relación debe ser fructífera y gozosa. Cuando estos tres aspectos de la relación operan de una manera distorsionada, poco realista y discordante, la relación no puede ser fructífera ni gozosa.

Como les he dicho muchas veces, no pueden tener una relación buena con otros a menos que primero tengan una relación buena con ustedes. Por lo tanto, primero deben aplicarse estos tres aspectos. ¿Cómo se perciben? ¿Cómo reaccionan a lo que perciben en ustedes? Y, ¿cómo expresan aquello que perciben en ustedes? Si están en guerra con ustedes mismos exigiéndose ser distintos de lo que ahora son, no pueden percibirse correctamente. Por ejemplo, si no están dispuestos y son aparentemente incapaces de deshacerse de su autoimagen idealizada, si insisten en vivir de acuerdo con sus demandas poco razonables, entonces su percepción de ustedes debe de ser defectuosa y limitada. Si es así, su reacción a lo que son debe de ser muy perturbadora.

Cualquiera de ustedes que esté ahora muy cerca del umbral de su destructividad interna—del miedo y el dolor y la rabia, y también de la negativa deliberada y mezquina, aunque posiblemente inconsciente, a dar de sí mismos a la vida y a otros—tendrá una reacción negativa a todo esto sólo porque su percepción de sí mismos ha sido defectuosa. También podrían resistirse a reconsiderar esta autopercepción. Todavía batallan contra lo que es e insisten en ser como no son. Así pues, no perciben en la verdad, de manera que su reacción a ella cuando se manifiesta indirectamente debe de ser discordante y perturbadora. Seguirán negando lo que trata de revelárseles, y crearán más disensión y guerra interiores. Un lado, el lado del espíritu, hace un intento por revelar su verdad inaceptable, el otro lado batalla contra ello. En esa batalla, su reacción se vuelve aún más dolorosa: el resultado es una mayor disensión con ustedes mismos e incluso más rabia hacia el mundo.

Gran parte de la rabia, el enojo y el dolor no son tanto una cuestión de las condiciones de indefensión de la niñez, aunque éstas pueden haberlas desencadenado en esta vida. Gran parte de la reacción dolorosa es producida porque ustedes están en guerra con lo que son y no logran convertirse en lo que quieren ser. Así, lo que perciben los enoja y les duele más. A esto se debe en gran medida la desesperación y la rabia aparentemente interminables de las que hablábamos.

Cuando se perciben de la manera equivocada, y en consecuencia reaccionan a lo que perciben de manera igualmente equivocada, su expresión de ello debe de ser también destructiva y distorsionada. No pueden expresar la verdad de lo que perciben en ustedes puesto que no la conocen; no desean conocerla. En esta confusión aumenta la impotencia, y entonces la tensión interior en aumento busca una salida. Una muy frecuente es buscar chivos expiatorios a quienes se pueda culpar de estos sentimientos y reacciones desagradables. Si se busca con ganas, siempre pueden encontrarse chivos expiatorios. A veces uno ni siquiera tiene que buscar con muchas ganas, pues la imperfección del mundo se presta muy bien para atraer sentimientos rabiosos y amenazadores. Así, la expresión se traduce en hostilidad y rechazo.

Para recapitular brevemente: La percepción equivocada del ser conduce a una reacción equivocada y destructiva y, más aún, a una expresión destructiva que se lanza al mundo. Esto, a su vez, debe afectar a todas las relaciones. Esto es tan evidente que no necesita mayores explicaciones. Como culpan a otros, éstos deben responder en especie. Como no están dispuestos a ser positivos y dadivosos, y no quieren admitir esto a fin de proteger su autoimagen, otros reflejarán esta negatividad. Su reacción a ese reflejo también debe de ser defectuosa, ya que eligen no admitir su negatividad, lo que los hace sentirse injustamente tratados. ¿Cómo puede entonces lo que expresan a otros ser nada sino negativo y destructivo? Además, ¿cómo puede su percepción de otros ser exacta cuando su percepción de sí mismos cierra su visión a lo que hay en ustedes y busca a otros como chivos expiatorios? ¿Cómo puede su percepción de nada ser exacta si no están dispuestos a percibirse correctamente?

La tríada de percepción, reacción y expresión opera de manera muy diferente en la verdad y la vida creativa. Si la percepción es veraz, todo el cuadro cambia. No tienen que ser ya un espécimen perfecto si usan esto de una manera positiva. Su percepción veraz de lo que dista de ser perfecto en ustedes los volverá capaces de reconocer esto sin perder el equilibrio dentro de ustedes, sin perder de vista el hecho de que son un espíritu divino con todas sus facultades intactas. Al percibirse con exactitud, su reacción se vuelve automáticamente favorable, pues entonces querrán deshacerse de la negatividad y buscarán la manera fructífera que no niega lo que es, sino que basa todos los pasos siguientes en una percepción clara del Ahora. Con ese espíritu, lo que se expresa debe ser infinitamente positivo. Con esa actitud, ven todo como es y a dónde pertenece realmente. Ven lo bueno y lo malo en ustedes mismos. Ven la verdad en sí mismos y la aceptan. Por lo tanto, su expresión será veraz. Esto volverá más y más posible el desenvolvimiento de sentimientos, corrientes y conocimiento sumamente creativos.

Con esta relación unificada hacia el ser, en vez de una dividida, la relación con otros ha de volverse igualmente positiva y fructífera. No puede ser de otra manera. Lo repito de nuevo, amigos míos: Siempre que se encuentren en conflicto, hay algo en su relación con ustedes que no va de acuerdo con el aspecto positivo de este principio triple. Mi consejo es que reconozcan este hecho y lo dejen ir, y después pidan la verdad que reside en ustedes. Les llegará. Las respuestas siempre llegan si son sinceros al querer saber y son, por ende, correctamente receptivos.

Entonces, y sólo entonces, podrán desarrollar el mismo principio triple hacia el espíritu divino que los habita. Lo percibirán más y más. Reaccionarán a él, pero no con el viejo miedo, pues mientras tengan miedo a la negatividad que reside en ustedes, también temerán el poder interior para tener experiencias y un desenvolvimiento positivos. Ya no reaccionarán con miedo al mayor poder del universo, que está dentro de ustedes. Serán receptivos a él. Entonces expresarán este poder, pues son parte viva de él y llegarán a serlo más y más.

Recapitulo el meollo de todo esto: La necesidad de alcanzar el punto de reconocimiento de que hay en ustedes un miedo a las emociones violentas e incontrolables con las que no desean lidiar; y la necesidad de alcanzar el punto de conciencia de que desean—por lo menos en ciertas áreas—permanecer negativos hacia la vida y otros. Conforme renuncien al deseo de seguir siendo negativos y lo cambien por un deseo de ser extrovertidos, positivos y dadivosos, el miedo al ser se desvanecerá. Entonces el principio triple que gobierna las relaciones cambiará de lo negativo a lo positivo. Se percibirán correctamente, reaccionarán productivamente a lo que perciben y lo expresarán de una manera significativa.

Poco a poco, esto cambiará toda su vida. Dondequiera que la vida sea ahora discordante, limitada, frustrante y retentiva, ésta se abrirá gradualmente y les brindará sus riquezas. No necesito decir que ésta no es una fórmula fácil de aplicar. Aunque su verdad es bastante sencilla, ponerla en práctica requiere el máximo de inversión y compromiso de su parte con la verdad interior, con la verdad de su vida, con el espíritu vivo del crecimiento perpetuo. Exige tiempo, perseverancia y una percepción interior sabia y madura de la dinámica del crecimiento. Requiere una búsqueda continua del equilibrio correcto de permitir que el niño interior destructivo, ignorante e irracional se exprese, sin caer en la trampa de creer que su verdad es la verdad, de manera que pueda establecerse un diálogo inteligente con la parte de su personalidad que se resiste a la vida.

Que estas palabras les den esperanza, valor y un vigor renovado para seguir adelante en este camino, para que puedan derribar el muro de su miedo a sí mismos. Deben emerger triunfantes, purificados, más fuertes y mejores, pues la vida del espíritu en su bondad y realización indiferenciadas será más y más una realidad de su vida. Sean benditos, estén en paz, sean quienes de verdad son: ¡el espíritu vivo, el Espíritu Universal Vivo!

Dictada el 11 de octubre de 1968.