J N

Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 172. Los centros de energía vital

Saludos, amigos míos. Bendiciones en forma de amor, fuerza y comprensión llegan hasta ustedes; en el grado en que generen éstos en su interior, podrán percibir y aceptar la bendición que fluye a ustedes.

La conferencia de esta noche retomará el tema que empecé a examinar la última vez, la de los centros energéticos de la estructura humana. Hay mucho que decir acerca de esto. Vamos a dividir nuestra charla en tres partes. La primera se ocupará de lo que determina el funcionamiento de los centros energéticos. La segunda tratará de la función específica de cada centro. La tercera versará sobre el cultivo de estos centros con prácticas para abrir los canales obstruidos que conducen a ellos.

Deben entender, amigos míos, que este Pathwork mismo, el desarrollo de su valor para verse con la verdad—que no es ni la mitad de fácil de lo que uno cree antes de empezar—es el aspecto más esencial de esta práctica. Cualquier tipo de práctica que sea mecánica, que lidie sólo con ejercicios de concentración, respiración y otros, no puede cumplir su propósito. Así que la base del crecimiento siempre es expandir su visión, su conciencia de la verdad de ustedes y de su relación con el universo, y, por lo tanto, de la ley universal y la creación.

Lo que determina la función apropiada de la fuerza vital en el ser humano, y por lo tanto de los centros energéticos, sólo puede entenderse si adquirimos una visión de la estructura entera de la personalidad humana. Para algunos es necesaria cierta recapitulación. La fuerza vital es la fuerza creativa que anima a todo el universo. Contiene todos los elementos de la vida, todos los potenciales, todas las posibilidades de expresión de la vida. Esta es una fuerza tan poderosa que debe adaptarse para no hacer explotar a un organismo cuya conciencia no sea aún lo suficientemente fuerte para aceptar el poder total. Por lo tanto, cada organismo vivo posee centros especiales que convierten, asimilan y equilibran el poder que fluye a él. Los centros del ser humano son infinitamente más diferenciados y complicados que los de, digamos, una hoja de pasto. Esto se debe a que el ser humano tiene proporcionalmente más posibilidades de una autoexpresión variada que la hoja de pasto.

Como dije, la fuerza vital que fluye al organismo debe metabolizarse, distribuirse y ajustarse. De lo contrario, la fuerza sería demasiado intensa. Si la conciencia humana está dividida y en conflicto—si, por una parte, está lista para metabolizar más poder variado, pero, por la otra, está desequilibrada y perturbada—los centros se cierran. Se obstruyen. Así pues, el proceso de autorrealización también significa abrir los centros.

El cuerpo físico humano es sólo un reflejo burdo del cuerpo real, es decir, del cuerpo espiritual y eterno. En el segundo, todas las funciones y órganos son infinitamente más refinados que en la estructura física. Este cuerpo del ser eterno, no puede, desde luego, verse con el ojo humano. Sin embargo, es mucho más real que cualquier cosa que pueda verse con los ojos. Este cuerpo tiene varias manifestaciones más burdas, que reflejan los diversos niveles de conciencia que existen cuando una entidad no está aún unificada con su ser espiritual. El cuerpo físico es la manifestación exterior más cruda y más temporal, y expresa el nivel de conciencia que está más enajenado de su fuente, el ser espiritual.

Los centros existen en perfecta forma y funcionan en el cuerpo espiritual. Allí son órganos visibles, como el corazón y los riñones son órganos visibles en el cuerpo físico. Los varios otros cuerpos sutiles también contienen estos centros, pero ya alterados en su funcionamiento, de acuerdo con el grado de desunión con la estructura espiritual. En el organismo físico los centros pueden detectarse sólo indirectamente: El sistema glandular los refleja y es determinado por ellos. Pero la apertura o el cierre de los centros, su funcionamiento fluido o su congestión, pueden ser claramente experimentados. El efecto tiene marcas físicas claras. No obstante, los centros mismos no son visibles para el ser humano.

Ahora bien, ¿qué determina el funcionamiento fluido de los centros energéticos, y por lo tanto la asimilación apropiada de la fuerza vital? Esto depende enteramente del estado de conciencia. Como la conciencia es el origen de todo lo que es, también debe determinar el sistema más importante del funcionamiento de la vida. Cada creencia e idea determina los sentimientos, las reacciones, las actitudes y las expresiones de una persona frente a la vida. Es inconcebible que un individuo pudiera no ser afectado o ser indiferente a una idea profundamente arraigada. Y no me refiero meramente a las ideas y opiniones conscientes. Mucho más importantes son las inconscientes, porque no pueden ser reorientadas. Un individuo que es lo que llamamos autorrealizado—no importa que todavía esté en el cuerpo físico o que haya trascendido el estado corporal—está en la verdad. Él no sabe todo pero tiene una mente abierta y está libre de errores conceptuales. Ninguna creencia falsa crea miedo, actitudes defensivas ni emociones destructivas. Alguien que está en la verdad percibe la naturaleza benigna del universo. Está abierto, gozoso, sin ninguna traza de aprehensión y, por lo tanto, puede expandirse de manera armoniosa. En este estado mental, corporal y emocional ligero, no intenso, no defensivo y sí relajado, los centros están abiertos. Permiten que la fuerza vital fluya suave y libremente, y los centros distribuyen el tipo correcto de energía en el organismo adondequiera que se necesiten aspectos específicos de la gran fuerza. No hay obstrucción ni bloqueo ya que no hay miedo. Y el miedo no puede existir si no hay negatividad ni limitaciones conceptuales.

Cuanto más se desarrollan y crecen, más cuenta se dan de que cada idea equivocada crea sentimientos destructivos y conceptos limitados del ser y de la vida. Hemos hablado durante un tiempo considerable de la importancia de la visión dualista de la vida en oposición a una visión mundial unificada. Un estado dualista de conciencia es el que percibe la vida siempre en términos de “esto o lo otro”, bueno o malo, esto o aquello, uno en vez del otro. Toda la esfera humana está adoctrinada con este error. Esto es difícil de entender para alguien que no haya entrado profundamente en su ser más íntimo. Cuando hayan hecho esto en un grado considerable y hayan, por lo tanto, superado algunos de los bloqueos e ilusiones fundamentales acerca de ustedes mismos, descubrirán que el universo y sus posibilidades se expanden para ustedes. Allí donde antes estaban convencidos de que tenían que perder, de que tenían sólo opciones insatisfactorias, a medida que crezcan en integridad u objetividad finalmente llegarán a un estado donde no pierdan nada. Cuando la dualidad de la codicia falsa e infantil y el sacrificio falso y autolimitante ceden, la plenitud de la experiencia surge.

El funcionamiento correcto de los centros energéticos es imposible cuando el ser humano aún está involucrado en el conflicto dualista. Tal vez la dualidad más básica—que hemos examinado en otras partes y contextos—es la cuestión de la moralidad versus el placer, el egoísmo versus el altruismo, la autoprivación versus la privación de otros. Todo el concepto del bien y el mal procede de este arbitrario, innecesario y equivocado concepto de la vida. Todas las civilizaciones humanas, casi todas las filosofías, están contaminadas por esta escisión básica de la conciencia humana. Amigos míos, mientras crean que tienen que elegir entre ser buenos u obtener sus ventajas, deben de hallarse en un conflicto terrible. Estarán libres de conflicto sólo cuando se den cuenta en lo más profundo de que al privarse ustedes finalmente privan a otros, que al obtener sus ventajas reales—no las miopes e infantiles—finalmente también benefician a otros.

Para alcanzar este estado más amplio de conciencia, primero es necesario que entiendan su convicción profundamente arraigada de limitación, de tener que tomar decisiones del ser versus otros; para alcanzar esta comprensión primero experimentarán precisamente estas situaciones, en las que parece en verdad inevitable que deben renunciar a una en favor de la otra. De acuerdo con su creencia también deben experimentar. Su creencia crea la condición. Así, debe demostrarse que la creencia falsa es verdadera hasta que uno empiece a percibir la relación entre creencia y experiencia. Si aceptan que su creencia interior “invisible” crea el predicamento de tener que equilibrar su ventaja con la de otros, tendrán que lidiar con estas condiciones autocreadas y limitadas y manejar cada una separadamente, con inteligencia, inversión total e integridad. Ningún sentimentalismo temeroso debe borrar su visión de sus derechos. Ninguna codicia debe racionalizar su egocentrismo. Deben ver y superar ambas tendencias; así tomarán muchas decisiones, cada una distinta. Una vez, renunciarán a su propia ventaja porque ven que lo que está en la balanza no garantiza su gratificación. En otras ocasiones renunciarán al altruismo porque lo que está en la balanza no garantiza su propia privación. Pronto descubrirán que cada pérdida será ilusoria.

Cada vez más estarán gobernados por consideraciones verdaderas, no por temor a la desaprobación, por la dependencia de la buena opinión de otro, por miedo a la frustración y la incapacidad de tolerar la no gratificación. Así desarrollarán la visión de que verdaderamente no hay división entre su realización y sus intereses y los de otros. A la larga, todo se fusiona. La verdad subyacente concilia ambas partes.

No pueden alcanzar este estado de conciencia sin pagar un precio. Éste requiere toda su inversión e involucramiento en todos los asuntos, no importa lo insignificantes que parezcan. De esta manera trascienden la dualidad y, en consecuencia, el miedo, la codicia, el sentimiento de privación y el enojo, con todos sus derivados. Más y más, su conciencia percibe, experimenta y obtiene la ilimitada abundancia que el universo guarda para todas las criaturas. El primer paso debe ser conocer su existencia potencial.

Mientras vivan en el conflicto humano básico, la conciencia escindida, deben creer que tienen que privarse para ser un humano decente y amoroso. ¿Acaso no es natural que este predicamento induzca sentimientos de resentimiento, frustración, enojo, odio por sí mismos y culpa? ¿Y no es natural que estos sentimientos cierren el flujo de la energía sana? Cuando las emociones se tensan debido a estos sentimientos negativos, la estructura física también se tensará al final. La tensión de los centros, en cuerpo y espíritu, siempre refleja emociones de miedo, enojo y culpa.

Esta dualidad fundamental crea las reacciones en cadena de emociones negativas, conceptos limitados y conflicto entre el ser y otros; por lo tanto, la limitación de la experiencia. Se establece un estado de conciencia que sutil pero definitivamente impide su expansión. Al volverse más conscientes de sí mismos en el curso de la autoconfrontación, también empiezan a detectar esas pequeñas reacciones sutiles que indican como se impiden a sí mismos expandirse y tener experiencias gozosas. Detectan el miedo de usar su máximo potencial.

Cualquier idea limitada de sus posibilidades es el resultado de esta reacción en cadena. La verdadera enfermedad humana es no usar todo su potencial para crear una vida buena. Al reprimir su potencial para expandirse, para crear condiciones mejores, para experimentar sentimientos más profundos de deleite de todas las maneras, siguen en un círculo vicioso. El resultado es la frustración y la limitación, que entonces dan por sentado que es la naturaleza de la vida, por lo menos hasta donde les concierne. Esta convicción cada vez más profunda aumenta los sentimientos negativos, refuerza sus defensas, cierra los centros. Mientras se sientan obligados a tomar la trágica decisión entre la bondad y la alegría, la moralidad y el placer, el interés propio y el amor, nunca podrán decidir totalmente, y se confunden y se perturban tanto que reaccionan ciega y rígidamente, sin saber bien a bien qué los gobierna. El mayor “pecado”, si queremos usar esta palabra, es ignorar su potencial; erigirse bardas innecesarias más allá de las cuales piensan que no pueden ir.

¿Cómo afecta todo esto a los centros específicos? Para entender eso debemos aprender primero el significado de la función de cada centro. Aquí tengo que repetir algo de lo que dije en la última sesión de preguntas y respuestas, para no romper la continuidad.

El primer centro es el sexual, que se ubica en la base de la columna vertebral. Cuando hablo de sexualidad me refiero a algo que va más allá del placer genital. Comprende toda la extensión del amor personal al sexo opuesto; es la capacidad del individuo de experimentar el placer en todos los niveles—el físico, el emocional, el mental y el espiritual—sin ninguna traza de aprensión, tensión, codicia tensa o separación. Es la capacidad de dar y recibir sin defensas. Es, muy ciertamente, la capacidad de entregarse a los procesos de sentimiento involuntarios, sin que el ego necesite estar en control. Implica una actitud de confianza y aceptación hacia el propio inconsciente, con todas sus respuestas y movimientos. Como todos ustedes saben, este tipo de apertura confiada es sumamente difícil para todos los seres humanos. Pero si se alcanza, el centro sexual estará abierto. No estará obstruido por la necesidad del ego de tener el control.

¿Cómo pueden reaccionar confiadamente cuando su conciencia y su percepción de la vida están orientadas a la privación y por ende a los sentimientos negativos, que tienen miedo de exhibir? Por lo tanto, el centro debe estar parcial o completamente cerrado. De ahí que realmente experimenten la privación, porque el flujo completo de la fuerza vital, con todas sus facultades energéticas, dadoras de vida, promotoras de la salud no puede activarse.

El segundo centro está en el plexo solar. Su apertura crea una conexión con la sabiduría espiritual, con la conciencia del ser universal; y, por lo tanto, aumenta los sentimientos amorosos generales. Cuando están en la verdad, aman. La apertura del centro sexual les permite experimentar el proceso siempre presente y continuo de la creación y el éxtasis con otro ser humano amado. La apertura del plexo solar los conecta con la verdad y la bondad continuas y siempre presentes de la realidad última. Ocasionalmente sienten esta vida real continua. Esto suele suceder cuando verdaderamente aman y han trascendido así la lucha dualista, o cuando descubren, muchas veces en eventos al parecer insignificantes, su verdad interior donde antes no la habían visto. El espíritu de este descubrimiento está entonces en aceptar, no rechazar, al ser y a la vida.

La percepción del proceso continuo de la vida en su maravilla infinita de grandeza, sabiduría, amor y placer es una percepción completamente diferente de la usual, que es: “Debo alcanzar un estado nuevo”. Este alcanzar sería imposible si no existiera ya en otro nivel de realidad. Lo que tienen que hacer es descubrir la existencia de un estado diferente considerando primero su posibilidad. Así, deben pensar en todos los estados de dicha como si ya existieran; en toda la sabiduría que jamás necesitaran como si ya existiera; en todas las actitudes armoniosas y la realización de su poder y sus potenciales creativos como si ya existieran… y verse separados de todo eso por un muro. Hay que derribar este muro. Pero el proceso continuo de otra vida ya está allí. En sus buenos momentos, amigos míos, se dan cuenta de esto. Se dan cuenta de que han hecho contacto con otra dimensión de la realidad en la que hay paz y alegría totales, en que todas las preguntas se responden, en que la vida es eterna… y no hay nada que temer. Sólo cuando están desconectados de esta realidad y empiezan a dudar y a olvidar es cuando se encuentran en conflicto.

El placer supremo sin trazas de ansiedad es una realidad que siempre existe en ustedes; ahora mismo. Todo lo que los separa de ella es que no la conocen, sus miedos y aprensiones; su propio permiso, por decirlo así, de experimentar esta realidad. De igual modo, la sabiduría siempre viva y apropiada que necesitan en cualquier instante dado de su vida ya está allí. Están simplemente separados de ella porque no conocen su existencia, por identificarse con otras fuentes de sabiduría que son, en el mejor de los casos, sustitutos pobres. Éstos pueden ser su intelecto; sus emociones no exploradas, que no son si no meras reacciones a sus actitudes no exploradas; los dictados de otras personas sobre ustedes; o una mezcla de todas estas cosas. Muchas veces desisten de establecer contacto con este canal, aun cuando ya hayan experimentado su accesibilidad inmediata, porque tienen miedo de los sentimientos buenos que resultan de su profunda sabiduría. No quieren abrir todos estos canales y centros y permitirse fluir en unísono con los movimientos cósmicos universales. Tienen demasiado miedo y enojo para hacerlo. El miedo y el enojo deben volverse conscientes. Asimismo, su miedo a la decepción, su falta de valor para ser felices, les impiden expandirse a ese ámbito de realidad donde encuentran soluciones para todo.

En el plexo solar está el centro que los conecta con la sabiduría suprema acerca de todo lo que jamás necesitan saber, o podrían saber. Esta sabiduría profunda elimina el miedo y hace que fluya el amor.

Para evitar confusiones, quiero agregar aquí que los centros tienen algunas subdivisiones, o contrarreflejos, que veces pueden interpretarse como centros separados. Por ejemplo, el centro que está en la base de la columna vertebral tiene otras proyecciones, o puntos de concentración, en la pelvis y los genitales.

El siguiente centro está en la espalda. Su facultad es la voluntad. Hasta ahora podemos ver que nos hemos ocupado de tres funciones humanas básicas: sentir, saber y querer. Si existe una armonía entre estas tres funciones, hay una interacción perfecta y ninguna pesa más a expensas de otra. El centro de la voluntad es también el centro del ego, la agresión, la autoafirmación, el temple y la autorresponsabilidad. Todas estas actitudes se centran en y se manifiestan desde la espalda. Este centro tiene dos subdivisiones; una en la nuca y otra más abajo, aproximadamente entre los omóplatos. Ambas son reflejos de un centro, que se localiza más “internamente” en el cuerpo espiritual, tal vez en algún punto intermedio. En el cuerpo físico se refleja principalmente en estos dos lugares.

Si el ego no está completamente desarrollado y sano, este centro energético está subactivo. La energía no fluye suavemente a través de él. Si el ego está excesivamente tenso, ansioso, demasiado rígido y voluntarioso, tampoco aquí fluye suavemente la energía. Algunas personalidades sienten que es apropiado dramatizar la debilidad y, por ende, convertirla en una ventaja. Otros contrarrestan el miedo de un ego débil haciendo demasiado hincapié en la seudofuerza. Ambas actitudes pueden resultar en problemas similares del cuerpo y la mente. Las tensiones en la espalda distorsionan y congestionan el flujo suave de la energía.

Examinemos por un momento cómo influye un ego débil en las funciones de los dos centros mencionados: Si son débiles y dependientes, deben de tener miedo. Por lo tanto, les falta el valor para tener la gran experiencia de vivir, para poseer la sabiduría más profunda que trasciende al ego. El ego débil los hace aferrarse tanto que no pueden abrirse para lo que está más allá de su alcance. Confiar, amar y ser felices, permitir que los procesos involuntarios desempeñen su papel en el asunto de vivir, exigen fuerza. La percepción de la realidad más grande de la vida se obstaculiza cuando el ego no es flexible y fuerte. Éste tiene que ser independiente sin creer que es la única función con la que puede contar.

El tercer centro está en la garganta. La función específica de este centro es la capacidad de tomar, ingerir y digerir, asimilar y aceptar. Un individuo rígido, cuyos problemas inconscientes internos provocan un caos, rechaza una actitud flexible y aceptante hacia la vida, los sucesos inesperados, las personas y sus inconsistencias y predictibilidades inconscientes. La espalda y el ego débiles, la falta de una autorresponsabilidad independiente, tienen un equivalente en un frente rígido que se niega a tomar o deglutir nada. Estas personas tienen miedo de ser crédulas porque en su interior profundo se niegan a ser independientes. Porque ansían la aprobación más que la integridad de ser fieles a su ser, estas personas tienen miedo a su falta de temple y, en consecuencia, no pueden aceptar ni lidiar con muchas de las cosas que la vida trae.

El siguiente centro está entre los ojos. La filosofía oriental da mucha importancia a este centro. Suele llamársele “el tercer ojo”. Este centro es una manifestación preliminar de la integridad y la realización espirituales; la realización total del ser divino, que se expresa en la coronilla. En centro entre los ojos posee una vasta capacidad para visualizar, para ver, para comprender. Si los centros antes mencionados están abiertos y fluyen en armonía, entonces llegan una visión y percepción espirituales que dan una perspectiva enteramente nueva de la vida, del universo y del ser… de todo lo que hay. La apertura de este centro anuncia la integración total expresada en la coronilla, que lo combina todo. Cuando esto ocurre, uno sabe que no hay límite y que todo es uno.

Desde luego, amigos míos, la apertura de cada centro requiere mucho trabajo. Exige un cambio total de su conciencia, por lo que me refiero, quizás aún más, a la apertura de su inconsciente. Muchas veces su ser consciente tiene el conocimiento correcto, pero no está sostenido por sus percepciones y reacciones inconscientes. Así que el trabajo es largo y concentrado. Pero se vuelve gozoso a partir de cierto momento, después de superar las principales resistencias. Y sólo pueden superarlas dándose plena cuenta de ellas. Cuando las resistencias por fin ceden, su expansión se convierte principalmente en una expresión g ozosa de vida.

Una palabra más sobre la dualidad que estropea las facultades internas de una persona para lidiar con cualquier cosa. Digo esto con el fin de ayudarlos a salir de esto, de modo que sus miedos y defensas puedan empezar a relajarse en lo profundo de ustedes. El primer paso debe ser volverse conscientes de los miedos inconscientes. Esto no es, como lo saben bien ustedes que trabajan en el camino, tan fácil como suena. Pero una vez que sean plenamente conscientes de ellos, deben encontrar la manera de soltar la apretura que su miedo crea. Esto sólo puede hacerse cuando aceptan en lugar de resistirse.

Pero, ¿qué deben aceptar? ¿La privación, la insatisfacción, el sacrificio? La religión les ha enseñado esto durante siglos, milenios, porque no entendió el significado de la aceptación. Es verdad que ustedes deben aceptar, pues cuando dicen: “Tengo que tener esto y no debo experimentar aquello”, se hallan en un estado de defensa apretada y ansiosa. Están en una lucha insuperable. Esta es quizás la lección más dura que el ser humano debe aprender. ¿Cómo pueden renunciar a la actitud de “Debo” sin renunciar a su felicidad? Este tipo de renuncia se confunde muy fácilmente con la negatividad, la resignación e incluso la autonegación masoquista.

El postulado de la religión de que la persona buena debe sacrificarse es un error. El significado original tiene dos facetas. La primera es que el egoísmo debe superarse a veces si lo que estaba en juego para la otra persona es más importante que lo que el ser puede ganar. Los que sienten amor frecuentemente experimentarán que estos actos no los privan de nada, pero este amor no puede desarrollarse en un clima de miedo y coerción. La segunda faceta, aún más importante, tiene que ver con la actitud de soltar, que todo visionario espiritual genuino ha tratado de transmitir a la Humanidad. Sólo en la dualidad de la mente el aprender a soltar implica: “Debo renunciar a lo que quiero”.Más allá de la dualidad, no es así. Si pueden aprender a soltar sin renunciar a su satisfacción y autorrealización, podrían en efecto tener que aceptar que una manifestación específica de su deseo no puede ser satisfecha ahora a su manera. Esto se debe a que sus conceptos interiores limitados y sus centros energéticos cerrados impiden la expansión. Todavía padecen los resultados de sus actitudes pasadas y deben aceptarlos temporalmente sin darse del todo por vencidos. Si sueltan o dejan ir con una sensación de privación temerosa, resignada, obediente y sacrificada, permanecen en la dualidad. El movimiento de destensar puede ser sólo temporal. Pero si pueden soltar con un espíritu de expectativa confiada, su pérdida momentánea necesaria pronto resultará ser una ganancia. Abren espacio para nuevas y distintas posibilidades de experiencia si no insisten en una forma limitada ahora mismo.

Si aprenden a soltar confiadamente, trascienden la dualidad. Salen de la lucha entre el miedo y la privación, por una parte, y el aferramiento rígido por culpa y ansiedad, por la otra. Si pueden soltar con el espíritu que dice: “Si no puedo tenerlo de esta manera, tal vez haya otra manera; si no ahora, después”, perderán el miedo, la apretura de los centros y la sensación de pérdida. Entonces las fuerzas vitales burbujearán e inundarán todo su organismo: físico, mental, emocional y espiritual. Operarán en armonía total y funcionarán de la manera en que está destinada la vida, que es dicha total y una expansión cada vez mayor. Entonces los centros energéticos funcionarán en armonía y se desharán de la energía inservible que ahora existe en su sistema. No puede haber más envenenamiento tóxico que el material inservible y no desechado que debe dejar el organismo. Ya saben que este principio se aplica a todo lo demás: la comida, el agua y el aire. También se aplica al metabolismo del material energético y mental. Todo lo que funciona como eso debe ser constantemente renovado; el desecho del material inservible y la incorporación de material nuevo.

Traten de digerir algo de lo que he dicho aquí. Estudien estas palabras, úsenlas, háganlas propias. Que sean un incentivo de que la vida puede ser muy diferente de lo que es. Lo que experimentan ahora en su mejor forma es sólo una pequeña muestra de lo que les espera. Las dificultades que experimentan son una especie de enfermedad, por decirlo así, y son innecesarias; algo que ciertamente puede eliminarse, si aprenden a entender su significado. Y eso es, desde luego, lo más importante, pues la mayoría de los seres humanos experimentan sus dificultades como si les llegaran por accidente. Decir: “Así es la vida” le impide a la conciencia ver la dificultad como una expresión vital del ser, no importa lo mucho que parezca ser infligida al ser desde fuera. Nunca es así. Y en el grado en que puedan entender su experiencia de vida como una expresión de esa parte de ustedes con la que no están familiarizados, verdaderamente superarán la obstrucción a su felicidad.

Todos ustedes necesitan ayuda para hacer esto. La victoria, el auge de alegría y paz que vienen de esta realización son incomparables. Ningún bien que les llegue de fuera, porque otros casualmente actúen de acuerdo con su voluntad, podría darles tanta paz y alegría como la comprensión completa de sus dificultades. Esa es, de hecho, la trascendencia y evolución de su ser personal. Entonces la alegría se expandirá para siempre, y la vida se volverá más y más lo que se supone que debe ser, lo que ya es, en la dimensión de la que aún están separados en su conciencia.

Sean benditos, todos mis amigos amados que están aquí. El amor del universo, el amor que está aquí, los abarca y envuelve a todos, dondequiera que se encuentren.

Dictada el 28 de marzo de 1969.