Conferencia 183. El significado espiritual de la crisis
Saludos y bendiciones para cada uno de mis amigos.
¿Cuál es el sentido real y espiritual de la crisis? La crisis es un intento de la naturaleza de efectuar un cambio por medio de la legalidad cósmica del universo. Si el cambio es obstruido por el ego, la parte de la conciencia que dirige a la voluntad, la crisis tendrá lugar para hacer posible el cambio estructural.
Sin este cambio estructural en la entidad, no puede alcanzarse ningún equilibrio. Toda crisis significa, a final de cuentas, un reajuste, ya sea en forma de dolor, dificultades, agitación, incertidumbre o simplemente la inseguridad que proviene de emprender formas desacostumbradas de vivir después de haber renunciado a una familiar. La crisis en cualquier forma trata de derribar estructuras viejas basadas en conclusiones falsas y, por lo tanto, en la negatividad. La crisis sacude hábitos arraigados y congelados de manera que pueda haber un crecimiento nuevo. Derriba y desintegra, lo que es momentáneamente doloroso, pero la transformación es impensable sin ella.
Cuanto más dolorosa es una crisis, más intentará la parte volitiva de la conciencia obstruir el cambio. La crisis es necesaria porque la negatividad humana es una masa estancada que necesita sacudirse a fin de dejarla ir. El cambio es una característica integral de la vida; donde hay vida, hay un cambio interminable. Sólo los que todavía viven con temor y negatividad, que se resisten al cambio, perciben a éste como algo a lo que hay que resistirse. Se resisten a la vida misma, y el sufrimiento los aprieta más. Esto sucede en el desarrollo general de las personas, así como en casos específicos.
Los seres humanos pueden ser libres y sanos en áreas en las que no se resisten al cambio. Ahí están en armonía con el movimiento universal. Constantemente crecen y experimentan la vida como algo profundamente satisfactorio. Sin embargo, estos mismos individuos reaccionan muy diferentemente en áreas donde tienen bloqueos. Se aferran temerosamente a condiciones inmutables dentro y fuera de ellos. Allí donde no se resisten, su vida estará relativamente libre de crisis; en las áreas donde sí se resisten al cambio, las crisis son inevitables.
La función del crecimiento humano es liberar los potenciales inherentes de uno, que son verdaderamente infinitos. Sin embargo, allí donde las actitudes negativas se estancan, es imposible realizar estos potenciales. Sólo la crisis puede derribar una estructura que está construida sobre premisas que contradicen las leyes de la verdad, el amor y la dicha cósmicos. La crisis sacude el estado congelado, que siempre es negativo.
En el camino de la plenitud emocional y espiritual necesitan trabajar intensivamente a fin de liberarse de sus negatividades. ¿Cuáles son éstas? Los errores conceptuales; las emociones destructivas, las actitudes y patrones de comportamiento que surgen de ellas; los fingimientos y las defensas. Pero ninguna de éstas presentaría demasiada dificultad en sí misma si no fuera por la fuerza autoperpetuante que agrava cada aspecto negativo con un ímpetu siempre en aumento dentro de la psique humana.
Todos los pensamientos y sentimientos son corrientes de energía. La energía es una fuerza que aumenta con su propio ímpetu, basado siempre en la naturaleza de la conciencia que lo alimenta y dirige la corriente de la energía en cuestión. De tal modo, si los conceptos y sentimientos están de acuerdo con la verdad y son, por lo tanto, positivos, el ímpetu autoperpetuante de la corriente de energía aumentará hasta el infinito las expresiones y actitudes implícitas en los pensamientos subyacentes. Si éstos y los sentimientos están basados en el error y son, por lo tanto, negativos, el ímpetu autoperpetuante de la corriente de energía se agravará, aunque no hasta el infinito.
Por ejemplo, ustedes saben que los errores conceptuales crean patrones de comportamiento que inevitablemente parecen demostrar la corrección de la suposición, de modo que el comportamiento destructivo y defensivo se atrincherará más firmemente en la sustancia del alma. Todos ustedes, que siguen este camino, han batallado con estos enredos interiores. El mismo principio se aplica a los sentimientos. Por ejemplo, el miedo podría vencerse fácilmente si fuera retado y se exhibieran su equívoco y su mal manejo subyacentes. Muchas veces, las emociones manifiestas no son emociones primarias directas: el miedo puede disfrazar la rabia; la depresión puede disfrazar el miedo. El problema es que el miedo crea más miedo de enfrentarse y trascenderse a sí mismo. Entonces uno teme este miedo del miedo, y así sucesivamente. El miedo se agrava.
Tomemos la depresión. Si las causas subyacentes del sentimiento original de depresión no se exhiben valientemente, se deprimen por estar deprimidos. Entonces pueden sentir que deberían poder enfrentar su depresión en vez de sentirse deprimidos por ella, pero no están realmente dispuestos—y por lo tanto no son capaces—de hacerlo, y eso los deprime aún más. Esto se convierte en un círculo vicioso.
La primera depresión—o miedo, u otra emoción—es la primera crisis que no se atiende ni su verdadero significado se entiende. Se le evade, de modo que la depresión por estar deprimido se disparará en un círculo vicioso autoperpetuante. La conciencia de la persona se aleja más y más del sentimiento original, y por lo tanto se aleja de sí misma, lo que vuelve más difícil encontrar el sentimiento original. El mayor ímpetu negativo finalmente lleva a un colapso de la autoperpetuación negativa.
Contrariamente a la verdad, el amor y la belleza, que son atributos divinos infinitos, la distorsión y la negatividad jamás son infinitos. Llegan a su final cuando la presión estalla. Esta es una crisis dolorosa, y las personas suelen resistírsele con toda su fuerza. Pero imaginen si el universo estuviera creado de forma diferente y la autoperpetuación negativa continuara hasta el infinito. Esto sería un infierno eterno.
El principio de la autoperpetuación negativa es más obvio en el caso de la frustración y el enojo. Muchas personas pueden ver con relativa facilidad que la frustración es menos difícil de soportar que su frustración de sentirse frustrados. Lo mismo puede decirse del enojo contra uno mismo por estar enojado y de ser impacientes con la propia impaciencia, deseando que uno pudiera reaccionar de manera distinta y no poder hacerlo porque las causas subyacentes no se exponen ni se encaran. Así, las “crisis” de la emociones como el enojo, la frustración, la impaciencia y la depresión no se reconocen por lo que son. Esto fortalece cada vez más la autoperpetuación negativa, hasta que el forúnculo inflamado explota. Entonces tenemos una crisis obvia.
La crisis puede significar, si la conciencia de uno así lo acepta, el final de la autoperpetuación negativa inflamada. Cuando llega la erupción, las opciones de reconocer el significado o seguir escapándose se definen más claramente. Aun si esta erupción no lleva al reconocimiento y a un cambio de dirección interior, una crisis final llegará cuando la entidad ya no pueda ocultarse de su mensaje. La personalidad debe ver a la larga que la intención de todas las erupciones, los quiebres y las crisis es derribar la estructura vieja con el fin de edificar una nueva que funcione mejor.
La “noche oscura” de los místicos es ese momento del quiebre de las estructuras viejas. La mayoría de los seres humanos todavía no entiende el significado de la crisis. Continuamente buscan en la dirección equivocada. Si nada se colapsara, la negatividad continuaría. Es posible, después de que haya tenido lugar en la conciencia cierto despertar, que la persona no permita que la negatividad se arraigue demasiado firmemente. Así, se impide que la negatividad comience el ciclo autoperpetuante. Se le confronta en el momento mismo del comienzo.
La crisis puede evitarse mirando la verdad interior cuando los primeros indicios de perturbación y negatividad se manifiestan en la superficie. Pero se requiere una enorme dosis de honestidad para retar las convicciones más fuertemente preciadas de uno. Este reto pone fin a la autoperpetuación negativa, la fuerza motora que agrava la materia psíquica destructiva y errónea, hasta que encuentra un punto de quiebre. Evita muchos círculos viciosos dentro de la psique humana y en las relaciones que son dolorosas y problemáticas.
Si las dificultades, las turbulencias y el dolor en la vida del individuo, así como en la vida de la Humanidad en su conjunto, se contemplaran desde este punto de vista, el significado real de la crisis se entendería y podría evitarse mucho dolor. Les digo ahora: No esperen a que la crisis llegue con una erupción como el evento natural y restablecedor del equilibrio que tiene lugar tan inexorablemente como debe ocurrir una tempestad cuando ciertas condiciones atmosféricas tienen que modificarse y ha de restablecerse la claridad en la atmósfera. Esto es exactamente lo que sucede dentro de la conciencia humana. El crecimiento es efectivamente posible sin las intensas y dolorosas “noches oscuras”, si la honestidad con el ser se vuelve predominante en la personalidad. Debe cultivarse la mirada interior y un profundo interés por el ser interior, así como renunciar a las actitudes e ideas favoritas. Entonces puede evitarse la crisis dolorosa y disruptiva, porque no se formará un forúnculo inflamado.
El proceso de la muerte misma es una crisis igual. He hablado de diversos significados profundos de la muerte. Éste es otro más. La muerte superficial—y no es otra cosa que eso—podría evitarse si no se permitiera a la crisis inflamarse como un forúnculo a punto de explotar, sino que se disolvería voluntariamente con la conciencia disponible. La muerte superficial del cuerpo humano tiene lugar porque la conciencia dice: “Ya no puedo más” o “Estoy desesperado”. Cualquier crisis contiene este pensamiento. La conciencia siempre se expresa a sí misma: “Ya no puedo lidiar con esta situación”. Si la situación es específica, ocurre en la vida una crisis específica. Si es una cuestión de la encarnación actual de uno como un todo, entonces ocurrirá la muerte física. En este último caso, la erupción toma la forma en que el espíritu se sale del cuerpo hasta que encuentre circunstancias nuevas de vida en las cuales volver a lidiar con las mismas distorsiones interiores. Como la erupción, el colapso y la crisis siempre tienen el propósito de descontinuar maneras viejas de operar y crear nuevas, el proceso de muerte y renacimiento significa el mismo e idéntico principio.
No obstante, las personas tienden a oponerse a encontrar otras maneras de operar y reaccionar. Esta obstrucción es tan innecesaria. En realidad, esta oposición es la que crea la tensión y la presión de la crisis, y no la renuncia a la vieja estructura misma. Cuando un cambio necesario no se acepta de buena voluntad, automáticamente se ponen ustedes en un estado de crisis. La intensidad de la crisis indica la intensidad de la oposición, así como la urgencia de la necesidad de cambiar. Cuanto mayor es la necesidad de cambiar, y cuanto mayor es la obstrucción al cambio, más dolorosa va a ser la crisis. Cuanta más apertura y voluntad hay, en cualquier nivel, de cambiar, y cuanto menos necesario es el cambio en cualquier momento dado del camino evolutivo de un individuo, menos severa y dolorosa será la crisis.
La severidad y el dolor de una crisis no se determinan en modo alguno por el evento objetivo. Creo que la mayoría de ustedes, amigos míos, pueden verificar esto. La mayor parte de ustedes ha pasado por cambios severos en el exterior. Han perdido a un ser querido, o tal vez hayan tenido que enfrentar los cambios más drásticos y eventos objetivamente traumáticos: guerras, revoluciones, pérdida de fortunas y casa, enfermedades. Sin embargo, es posible que en su interior hayan estado mucho menos agitados y doloridos que en situaciones que son, externamente, desproporcionadas a la agitación de sus sentimientos internos. Así, podemos decir que una crisis exterior puede dejarlos, en su interior, con más paz que una exterior. El evento objetivamente más traumático duele a veces menos que el objetivamente menos traumático. En el primer caso, el cambio necesario tiene lugar en el nivel exterior, que su ser interno acepta más, al que se adapta mejor y con el que descubre una manera nueva de lidiar. En el segundo caso, la necesidad de un cambio interno se topa con mayor resistencia. Su interpretación subjetiva del evento vuelve a la crisis desproporcionadamente dolorosa. A veces uno trata de encontrar explicaciones racionales de una intensidad emocional tan peculiar; explicaciones que pueden llamarse racionalizaciones. En ocasiones los cambios y crisis tanto interiores como exteriores se enfrentan a la misma actitud interior.
Cuando el proceso de la crisis se acepta y deja de obstruirse, cuando uno fluye con él en vez de luchar contra él, el alivio llegará comparativamente rápido. Una vez que el pus sale del forúnculo y las actitudes se ajustan, la autorrevelación trae paz, la comprensión trae energía y vitalidad nuevas. El proceso de sanación está en marcha, incluso mientras el forúnculo hace erupción.
La negación de este proceso, la actitud interior que dice: “Yo no debería pasar por esto. ¿Tengo que hacerlo? Esto y aquello y lo otro está mal con los demás. Si no fuera así, no tendría yo que pasar por esto ahora”, prolonga la agonía. Esta actitud busca evitar la necesaria erupción del forúnculo, que consiste en un doloroso enredo de energía negativa siempre en aumento, cuyo ímpetu vuelve más y más difícil alterar el curso. El continuo ciclo negativo y su repetición fútil y automática que la conciencia no consigue detener generan desesperanza. La repetición y la desesperanza podrían detenerse sólo si no se evita el cambio necesario.
Toda experiencia negativa, todo dolor, son el resultado de una idea equivocada. Un aspecto crítico de este trabajo es la articulación de estas ideas. Y sin embargo, ¿con cuánta frecuencia todos ustedes todavía se pierden del reconocimiento necesario al no tener presentes estos hechos incontrovertibles cuando se enfrentan a una situación infeliz?
Una vez que cultiven el hábito de cuestionar primero sus suposiciones equivocadas ocultas y sus reacciones destructivas cuando algo desagradable les llegue, y de abrirse totalmente a la verdad y al cambio, su vida cambiará drásticamente. El dolor se volverá proporcionalmente menos frecuente, y la alegría se convertirá más y más en el estado natural. Las crisis se vuelven superfluas; por lo tanto, la muerte se volverá finalmente superflua. Esto puede parecer una afirmación extrema, especialmente para aquellos que todavía se sobrecogen con el misterio de la muerte—que es también el de la vida—pero sin embargo es cierto. El ritmo del crecimiento puede entonces proceder suavemente, sin las prisas enormes de romper las estructuras negativas de la sustancia del alma.
Hemos hablado de los aspectos negativos de la autoperpetuación. Desde luego, existe principalmente en el lado positivo. Veamos el amor. Cuanto más aman, más pueden producir sentimientos de amor genuinos sin empobrecerse ustedes ni a otros. Se dan cuenta de que no le quitan nada a nadie cuando dan. Por el contrario, más les llegará a ustedes y a otros en consecuencia. Encontrarán maneras nuevas y más profundas, más variaciones en la experiencia del amor que se da y se recibe, sintonizados con este sentimiento universal. La capacidad de experimentar y expresar el amor crecerá en un movimiento cada vez mayor y autoperpetuante.
Así ocurre con todos los demás sentimientos y actitudes constructivos. Cuanto más significativa, constructiva, plena y gozosa sea su vida, más de estos atributos debe generar. Se trata de un proceso continuo y sin fin de expansión y autoexpresión constantes. El principio es exactamente el mismo que el de la autoperpetuación negativa. La única diferencia es que el proceso positivo es infinito.
Una vez que establecen el contacto con su sabiduría, su belleza y su gozo innatos y les permiten desplegarse, ellos crecerán por sí mismos. La autoperpetuación se hace cargo una vez que estas energías se liberan y se admiten en la conciencia. La realización inicial de estos poderes requiere esfuerzo, pero una vez que el proceso está fluyendo, lo hace sin esfuerzo. Cuantas más cualidades universales hagan surgir, más habrá.
Sus propios potenciales para experimentar la belleza, el gozo, el placer, el amor, la sabiduría y la expresión creativa, mis queridísimos amigos, son de hecho infinitos. De nuevo las palabras se han dicho, escuchado y registrado. Pero, ¿cuán profundamente saben que esto es una realidad? ¿Cuán profundamente creen en su potencial más interno de ser autocreadores, de vivir en la dicha, de vivir la vida infinita? ¿Cuánto creen en sus recursos para resolver todos sus problemas? ¿Cuánto confían en las posibilidades que aún no se han manifestado? ¿En qué medida creen que es real que pueden descubrir nuevos panoramas de ustedes? ¿Cuánto creen en verdad que pueden desplegar cualidades de paz aunadas al entusiasmo, de serenidad acoplada a la aventura, por medio de las cuales la vida se convierte en un hilo de belleza aunque las dificultades iniciales aún deban superarse? ¿Cuánto creen realmente en todo esto, amigos míos?
Háganse esta pregunta. En la medida en que expresen sólo de labios para fuera esta creencia, seguirán sintiéndose desesperanzados, temerosos o ansiosos, enredados en conflictos aparentemente insolubles con ustedes y otros. Esta es una señal de que todavía no creen en su potencial infinitamente expansivo. Si verdaderamente no creen esto, queridos míos, es porque hay algo en ustedes a lo que se aferran con desesperación. No desean exponerlo porque no quieren renunciar a él ni cambiar.
Esto se aplica a todos y cada uno de ustedes aquí, y naturalmente a todo el resto del mundo. ¿Quién no tiene “noches oscuras” que tolerar? Algunos tienen muchas “noches oscuras” pequeñas que van y vienen, o su “noche oscura” es gris. Pueden no estar en medio de una gran crisis en cualquier momento dado, pero la vida es gris y fluctúa comparativamente poco. Pero entonces están los que ya se han abierto camino fuera de esta grisura. Ya no quieren contentarse con una seguridad comparativa que les evite la crisis. Están dispuestos, en lo más profundo de ellos, a arriesgarse a una turbulencia temporal en favor de alcanzar un estado constante más deseable. Quieren realizar su potencial de un gozo y una autoexpresión más profundas. Entonces las “noches oscuras” se volverán más circunscritas, se experimentarán como periodos fluctuantes de turbulencia y alegría, o, en algunas vidas, se amontonarán en episodios más fuertes. La oscuridad total, la pérdida, el dolor y la confusión alternan con alturas de luz dorada, y encierran la esperanza justificada de un posterior estado de dicha ininterrumpida.
No importa cómo cualquiera de ustedes experimente las crisis, siempre hay un mensaje en ellas que ustedes deberán descubrir acerca de su propia vida. A ustedes corresponde no proyectar su experiencia al exterior, a otros, que siempre es la tentación más peligrosa. O, si vamos al caso, proyectarlas en sí mismos de una manera autodevastadora, que evita el asunto tanto como cuando lo proyectan a otros. La actitud de: “Soy tan malo, no soy nada” siempre es deshonesta. Esta deshonestidad debe exponerse de manera que la crisis resulte significativa, sea pequeña o grande.
Si con el tiempo aprenden a tomar la sombra más pequeña de su vida cotidiana y explorar su significado más profundo, manejarán las crisis pequeñas de una manera que vuelva imposible la inflamación del forúnculo. De ahí que no se necesite una erupción dolorosa para destruir la estructura podrida. Esto les revelará la realidad escueta de que la vida universal no alterada es una alegría dorada de belleza siempre mayor.
Todas las sombras pequeñas son una crisis. Sólo existe porque ustedes se alejan del asunto que crea la crisis. Así que tomen esas sombras pequeñas de su vida cotidiana y pregúntense qué significan. ¿Qué no desean ver y no desean cambiar? Si se enfrentan a esto y de verdad desean hacer frente al asunto real y efectuar los cambios necesarios, la crisis habrá cumplido su función. Descubrirán dimensiones nuevas del asunto que harán que salga el sol, y la noche oscura resultará ser la educadora,la terapeuta que la vida siempre es una vez que tratan de entenderla.
Su capacidad de lidiar con la negatividad de otros crece sólo en la medida en que puedan hacer lo que explico en esta conferencia. ¿Con cuánta frecuencia intuyen sentimientos negativos de otros pero no pueden manejarlos porque están ansiosos, inseguros y sin claridad acerca de la naturaleza de su involucramiento e interacción con ellos? En otras ocasiones pueden no sentir ni siquiera la presencia real de hostilidad en otros. Su sutileza e indirectas los confunden, los hacen sentir culpables acerca de sus respuestas instintivas, pero son aún menos capaces de manejar la situación. Esta ocurrencia frecuente se debe enteramente a su propia ceguera y a su resistencia a cambiar. Cuando proyectan todas sus viejas experiencias negativas a otros, es imposible que tengan una conciencia adecuada de lo que realmente pasa en la otra persona, y por lo tanto no pueden lidiar con ello. Muchos de ustedes han empezado a experimentar el magnífico cambio que se produce cuando manejan su vida a este respecto y conforme crecen en su capacidad de mirar honestamente lo que los perturba dentro de ustedes y tienen la voluntad de cambiar. Casi inadvertidamente, y como si no tuviera nada que ver con sus esfuerzos, un regalo nuevo surge en ustedes. Ven la negatividad en otros de una manera que los deja libres, que les permite confrontarlos, y que resulta eficaz. No tiene ningún efecto adverso sobre ustedes. Esto debe ser, a la larga, también benéfico para otros, cuando quieran que así sea.
Cuando se resisten al cambio, el miedo crece porque su ser más íntimo sabe que la crisis, la erupción y el colapso son inevitables y se acercan rápidamente. Sin embargo, se resisten a hacer lo que podría evitar la crisis. Lo que digo aquí es la historia de la vida humana. Aquí es donde la naturaleza humana queda atrapada. La lección debe repetirse entonces hasta que el miedo ilusorio del cambio se exponga como un error. Si pueden entender la crisis de la manera en que les enseño aquí, y si realmente meditan para entender su propia crisis y renunciar a aquello a lo que se aferran, y desafían las limitaciones que imponen al asunto específico, la vida se abrirá casi de inmediato.
¿Tienen preguntas antes de que continúe yo con el resto de esta conferencia?
PREGUNTA: Tengo una relación similar a lo que usted describió. No puedo lidiar con la furiosa rebeldía de esta persona. Sé que tengo este rasgo, pero aun así reacciono a él negativamente. No me comunico ni me abro, no suelto. En lugar de ello, lo suprimo. ¿Me puede sugerir cuál sería mi respuesta positiva?
RESPUESTA: En primer lugar, recomiendo la afirmación: “Aquí estoy con mi estrés y mi dolor. Estoy en una situación que me produce una ansiedad que yo no quisiera tener. ¿Qué significado tiene para mí?” Ábrete de nuevo. No uses el conocimiento que ya has adquirido sobre ti como respuesta. Puede incluso ser correcto, pero el conocimiento anterior puede servir sutilmente de barrera. Deberás tener verdaderamente la voluntad de profundizar en ti, de soltar. De ver y dejar que sea.
Llego aquí al otro aspecto de esta conferencia, que también será una respuesta para ti. Debes darte cuenta de que el cambio no puede venir sólo del ego. El ser volitivo y consciente por sí solo es incapaz de hacer esto. La voluntad de cambiar, y la resistencia a hacerlo, vienen en gran medida de haber olvidado que no puedes hacerlo sin ayuda divina. Entonces vas de un extremo equivocado al otro. Un extremo es que piensas que eres el que debe lograr la transformación interior. Como sabes en lo más profundo de ti que no puedes hacer esto, que simplemente no tienes el equipo para hacerlo, te das por vencido. Sientes que es inútil obligarte a cambiar, así que ni siquiera lo intentas en realidad, ni expresas el deseo concisamente formulado de hacerlo.
Tienes razón cuando crees que te falta la capacidad de cambiar cuando te consideras exclusivamente como el ser egoico consciente y volitivo. La resistencia es, en parte, una expresión de evitar la frustración de querer algo que no puede ser y entonces resulta en una decepción. Esta reacción extrema tiene lugar en la capa más interna de la psique humana. Lo mismo sucede con el extremo opuesto, en el que profesas la creencia en el poder superior, o Dios, quien se supone que debe hacerlo todo por ti. Permaneces en un estado absolutamente pasivo, en espera de que suceda esto. De nuevo, el ser consciente no lo intenta donde debería. La falsa esperanza y la falsa resignación son sólo dos lados de la misma moneda: pasividad absoluta. Pero el ego que empuja, tratando de ir más allá de su propia capacidad, debe terminar inevitablemente en el mismo estado pasivo de esperar falsamente o darse por vencido falsamente. La presión agota al ser y lo vuelve pasivo. Estas actitudes pueden existir simultánea o alternadamente.
La manera de proceder para hacer un cambio positivo es quererlo; deben estar dispuestos a estar en la verdad y cambiar. Y deben orar al funcionamiento divino más interno dentro de su alma para que vuelva posible el cambio. Entonces esperan a que el cambio tenga lugar, de una manera confiada y paciente. Éste es el requisito absoluto para el cambio. Cuando ni siquiera se les ocurre asumir esta actitud de oración y decir: “Quiero cambiar, pero mi ego no puede hacerlo. Dios lo hará a través de mí. Me convertiré en un canal dispuesto y receptivo para que esto ocurra”, están básicamente indispuestos a cambiar y/o dudan de la realidad de las fuerzas superiores dentro de ustedes.
Esta espera confiada y paciente, esta seguridad y confianza de que la ayuda vendrá cuando estén totalmente dispuestos a ver la verdad, puede adquirirse. No es una actitud infantil que quiere que una autoridad lo haga por ustedes. Muy al contrario. Este enfoque concilia las actitudes de la responsabilidad adulta que actúa enfrentándose al ser, queriendo la verdad y el cambio, estando dispuestos a exponer la vergüenza oculta, y la actitud receptiva en la que el ego conoce sus propias limitaciones. En esta actitud receptiva permiten a Dios entrar en su alma desde lo más profundo de ustedes mismos. Se abren para que esto ocurra.
Cuando se adopta esta actitud, el cambio se vuelve una realidad viva para cualquiera y para todos. Cuando les falta la confianza y la fe de que la divinidad puede materializarse a través de ustedes, es porque no se han dado la oportunidad de experimentar la realidad escueta de estos procesos. Se han negado esta experiencia. Y como nunca la han vivido, ¿cómo pueden confiar en ella?
Asimismo, como tienen ésta o aquella puertita trasera, que desean mantener en reserva, para que no necesiten todavía entrar en la vida plena y comprometidamente, no pueden experimentar la maravilla de la realidad del Espíritu Universal dentro de ustedes. Como no son honestos con la vida, no pueden creer realmente en el poder de la Inteligencia Universal que habita en ustedes en todo momento, y que se pone a trabajar en el instante en que le abren un espacio. Es necesario un compromiso total con ella, sin reservas. Este compromiso es el requisito absoluto de su descubrimiento de su realidad dentro de ustedes. Aunque no sepan cuál va a ser el resultado, si la manera de Dios será agradable para ustedes o no, deben comprometerse. No conocer la respuesta total ahora mismo es parte de ese compromiso. La consideración de maneras para evitar un compromiso total los mantienen aferrados a la manera vieja y distorsionada de engañar a la vida, mientras siguen queriendo alcanzar la manera nueva y liberada en la que serían íntegros, en vez de estar divididos interiormente y agobiados por el dolor de esta división. Pero no pueden tener ambas actitudes al mismo tiempo. Su compromiso con el Creador por excelencia debe volverse total y aplicarse al aspecto aparentemente más insignificante de la vida y el ser cotidianos. Deben estar totalmente comprometidos con la verdad, porque entonces también están comprometidos con el Espíritu Universal.
Si se comprometen de este modo, dejarán ir momentáneamente el viejo titubeo de lo que les parece ser una incertidumbre. Y esto no les molestará. Se sentirán más seguros que antes, cuando se aferraban a la vieja costa del mar, a la falsa estructura que deben derribar. Pronto sabrán que no hay nada que temer. Tienen que reunir este valor sólo para descubrir que ésta es en realidad la manera más segura de vivir: expandirse y vibrar con la vida. Realmente no se necesita ningún valor. Entonces, y sólo entonces, se convertirán las “noches oscuras” en instrumentos de luz.
PREGUNTA: Esta conferencia está muy cerca de donde me encuentro yo. Apenas acabo de empezar a descubrir el significado de la crisis. Siento que, o debo buscar refugio en alguna parte, o que tengo que enfrentar la tormenta, que es lo que siento que estoy haciendo.
RESPUESTA: Este reconocimiento es muy bueno. Se refiere a la milenaria alternativa de buscar un refugio o enfrentar las cosas. Es tal vez la pregunta más importante del camino de evolución. Ustedes permanecen en el ciclo de muerte y renacimiento, de dolor y lucha, de conflicto y discordia—tanto física como espiritual y psicológicamente—precisamente porque se aferran a la ilusión de que pueden evitar enfrentar las cosas y buscar refugio les hará algo de bien. En realidad, buscar un refugio no les hace ningún bien; al contrario, aumenta la tensión crítica. El alivio momentáneo es una ilusión de la naturaleza más seria. Y es así porque la crisis inevitablemente viene después, pero para entonces ya no está conectada con su fuente y por lo tanto duele más. Sin embargo, cuando deciden: “No buscaré refugio, atravesaré esto”, los recursos dentro del alma humana serán casi instantáneamente accesibles. Estos recursos permanecen oscuros para aquellos que todavía tienden a buscar refugio. Entonces se sienten débiles y no creen en sus propias capacidades de realizar los poderes infinitos del Espíritu Universal. No conocen su potencial, la fuerza que surgirá, la inspiración que les llegará. Sólo cuando decidan atravesar sus problemas y pedir ayuda en meditación se volverán accesibles estos recursos. Entonces sentirán el despertar de una nueva confianza de que el ego consciente no está solo. No es la única facultad disponible para lidiar con el asunto.
Hago hincapié otra vez en que una persona puede estar orientada de esta manera en algunas áreas, pero permanecer cerrada y poco dispuesta en otras. Ustedes experimentan la vida y a ustedes mismos de conformidad con esto.
Es importante que simplemente quieran ser lo mejor que puedan. No es importante que cometan o no “errores”, cualquier cosa que éstos signifiquen. La lucha misma es lo que cuenta y lo que debe producir una conciliación. La consiguiente bendición, fuerza e integridad crecientes de la personalidad no puede expresarse con palabras. Quieren “soluciones ideales” de modo que siempre sufren en el umbral de este compromiso total. Pero, ¿Qué son soluciones ideales? No significan nada si no están basadas en la integridad creciente de una persona, lo que llega a suceder en el proceso descrito aquí.
Los bendigo y les pido que abran su ser más íntimo, su alma entera, todas sus fuerzas psíquicas, que suelten la contractura que niega la verdad y el cambio, y por lo tanto la autoexpresión y la luz. Ábranse de esta manera para permitir que el poder bendito que está siempre presente dentro de ustedes permee todo su ser. Este poder se activa fuertemente en estas reuniones, cuando acuden juntos, cuando reciben ayuda y se abren el uno al otro para tener otro canal de ayuda.
Les llega una bendición que se reunirá con el poder interior del que he hablado, y, así, los fortalecerá doblemente. Sigan adelante con su crecimiento, con el espíritu de esta conferencia, para que su integridad, su conexión con el universo, crezcan y les den con mayor intensidad la alegría que es inherentemente su derecho natural. Sean benditos, queden en paz.
Dictada el 5 de junio de 1970.