Conferencia 199. El significado del ego y su trascendencia
Saludos. Benditos sean todos ustedes, mis amados amigos. La fuerza del amor y la verdad, propiciada por su búsqueda, fluye hasta aquí para forjar otro eslabón de la cadena, para darles lo que necesitan en esta coyuntura de su camino.
El estado promedio de la mente humana es sólo un fragmento de la conciencia total. En este estado fragmentado están separados de la realidad. Inevitablemente viven con miedo y limitaciones. Sin embargo, creen que esto es todo lo que hay en su vida y se aferran frenéticamente a este fragmento limitado. Se resisten al movimiento interior natural del alma de ir más allá, de expandir este estado, porque la conciencia egoica separada teme que esto los aniquile. Protegen ardientemente esta conciencia limitada; empero, esta limitación misma crea miedo y sufrimiento.
Éste es, en términos amplios, el dilema de la Humanidad. En el ciclo de encarnaciones, la tarea de ustedes es reintegrar esta conciencia egoica separada y recuperar porciones siempre más extensas y profundas de su ser real, de su existencia cósmica, con sus infinitas posibilidades de experiencia, alegría y creación del ser.
La Humanidad cree que esta conciencia egoica separada es el ser real. Ustedes se identifican con su cerebro, su inteligencia exterior, su voluntad, su mente, con todas aquellas facultades que son inmediatamente accesibles, sin darse cuenta de que en cualquier grado que las posean ahora, fueron ustedes quienes en el pasado las pusieron a su disposición por medio de un esfuerzo deliberado. Hubo un estado en el que poseían mucha menos conciencia, menos poder para crear, menor capacidad para experimentar la alegría. Su conciencia era mucho más limitada y restringida. Tuvieron que usar la conciencia para ampliar sus facultades y aprovechar las posibilidades latentes. Este proceso debe continuar hasta que ya no haya ningún fragmento separado y la Humanidad haya alcanzado la conciencia cósmica, lo que significa que la Humanidad misma se haya vuelto una con la realidad última. El proceso de autoexpansión, de hacer del territorio aparentemente extraño su propio territorio, constituye el Pathwork; cualquier camino espiritual válido.
Ego significa fragmentación. Como ya dije, la tarea de todos los seres atrapados en esta fragmentación—y eso significa cualquiera que se halle en el ciclo de nacer y morir—es expandir su campo de operación, su percepción, su conciencia y su poder para crear. El problema es que en el estado limitado del ego separado, la expansión parece ser, al contrario de la realidad, una aniquilación de su existencia misma, de su sentido de ser. Para penetrar esta ilusión, necesitan toda la fuerza, el compromiso, la buena voluntad y la ayuda disponibles; ayuda que deben querer y pedir.
Esta es, verdaderamente, la búsqueda y la lucha de la Humanidad. Sólo cuando se aventuran a salir, paso a paso, venciendo la resistencia inherente a trascender este estado separado, descubren gradualmente que hay otra vida más allá del estado egoico. Entonces descubren que esta otra vida es la realidad y que no necesita temerse. Es buena; hay que confiar totalmente en ella. Significa que hay vida continua, conciencia de sí y alegría siempre en aumento. Descubren que el estado egoico limitado que han protegido tan ardientemente es una ilusión: la ilusión de la muerte y la soledad.
Hay que pelear por la conciencia. No llega fácil ni gratuitamente. Permanecer en el ego aislado puede parecer seguro y fácil, pero lleva al estancamiento y a la muerte; a la muerte siempre recurrente.
El ego utiliza muchos trucos a fin de mantener su estado separado y limitado, y evitar moverse más allá de él. Me gustaría mostrárselos.
En primer lugar, el ego emplea todas las negatividades concebibles conocidas por la Humanidad; cualquier defecto; cualquier violación de la integridad, de la verdad, del amor y de la ley divina. Como todas estas negatividades pueden resumirse en la tríada del orgullo, el voluntarismo y el miedo, les mostraré cómo utiliza el ego estos rasgos para evitar la autotrascendencia.
El ego tiene miedo de perder su estado presente, lo que significa su conciencia de sí, tanto que este miedo desplaza el instinto de conservación. El ego emplea mal este instinto para preservar su conciencia actual. El miedo siempre distorsiona la verdad y la realidad. Así, el ego se mantiene con orgullo. Mantiene su separación creando un conflicto artificial entre el ser y otros. Dice: “Debo demostrar al mundo que soy admirable y mejor que otros; debo hacer más que otros; no debo ser peor que otros; mis intereses contrarrestan los de otros y viceversa”. Todas estas actitudes se ponen orgullosamente al servicio de mantener la separación del ego. Siempre es: “Yo contra ti” y esto crea inevitablemente un espíritu de superioridad. El hecho de que en su encarnación presente su desarrollo sea o no mayor o menor que el de otro, usar esto como cuña entre su propio ego y los de otros es no entender nada, ya que, en principio, no hay diferencia. Ni siquiera se lleva mucho tiempo en este camino descubrir que los intereses de uno están en conflicto con los de otros sólo en el nivel más superficial. Lo que es realmente correcto y bueno puede verse apenas debajo de la superficie. De acuerdo con la ley divina, este bien más profundo es correcto para todos los involucrados. Por lo tanto, toda comparación y competencia para ser más que otros aumenta la separación y agudiza la ilusión de que esta lastimera existencia es todo lo que ofrece la vida.
La tendencia prevalente de las personas a vivir para las apariencias, en lugar de vivir para la verdad y para los sentimientos e intereses reales, también se debe al orgullo. La ilusión de la separación es tan fuerte en este punto que les parece más importante a las personas crear una impresión que considerar siquiera el sacrificio tan trágico e inútil que hacen para lograr una ganancia enteramente imaginaria.
Todas las máscaras y las defensas, los fingimientos y la falsa vergüenza de la exposición, la vergüenza de los sentimientos reales y de la propia realidad interna con respecto al ser espiritual, pertenecen a la categoría del orgullo; son trucos del ego para mantener su estado limitado.
El voluntarismo comprende la terquedad, la resistencia, el deseo de hacer daño, el desafío, la rigidez. Todas estas actitudes denotan un endurecimiento contra el cambio, contra la expansión a un territorio espiritual nuevo. Estos rasgos expresan la actitud de “Me quedaré donde estoy y como soy”. Este truco del ego hace que la rigidez parezca deseable y que el movimiento abierto y flexible parezca amenazador y/o humillante. El orgullo y el miedo se enganchan necesariamente con el voluntarismo, así como éste debe estar presente allí donde cualquiera de los otros dos domina. Cada una de estas actitudes comprende también a las otras dos.
La negativa a moverse puede evaluarse en un nivel más superficial en términos de idiosincrasias y neurosis personales, como el deseo de hacer daño a una persona o personas específicas; digamos a los padres o sustitutos de éstos, o a las figuras generales de autoridad. O puede haber una actitud rencorosa hacia la vida misma. Pero en un nivel más profundo el truco del ego es permanecer aislado.
A la categoría del miedo pertenecen todas las preocupaciones, ansiedades y aprensiones. El truco del ego es hacer que el cambio parezca amenazador y aniquilador de la vida. La preocupación y la ansiedad también les impiden alcanzar la alegría, la paz y la libertad; la realidad cósmica que se abre cuando el estado presente se expande.
La intencionalidad negativa también es parte de la estratagema del ego para preservar su estado limitado actual. Cualquiera que sea la intención negativa específica, siempre indica el deseo de dañar; de ahí el voluntarismo que siempre nubla y falsifica la realidad, negando todas las experiencias de vida deseables.
Otros trucos del ego que sirven para mantener su posición actual “segura” son: negar que entren en la vida el placer, la dicha, la alegría, la expansión y el movimiento creativo. El miedo a experimentar todos estos estados es, obviamente, también un truco del ego. Éste es un fenómeno bien conocido que se aplica a todos los seres humanos y es fácil de observar. Más de estos trucos del ego son: la falta de atención, la falta de concentración, la abstracción y la distracción. Estas actitudes impiden el enfoque necesario para que el ego se trascienda. Para trascender su actual estado limitado, el ego necesita mucha concentración, presencia, por decirlo así. La pereza, el cansancio y la pasividad son también trucos del ego. Vuelven imposible, indeseable y agotador el movimiento. Volveremos a esto más adelante.
El miedo a la exposición y la negación de los sentimientos reales no sólo surgen del orgullo, sino que también perpetúan directamente el aislamiento y, por lo tanto, se usan como trucos del ego para negar la unidad con otros. Las reacciones negativas a la negatividad de otros es otro truco para mantener su aislamiento. En el momento en que aparece la negatividad, el sistema energético empieza a funcionar para negar la expansión del ego, lo que efectuaría su trascendencia. El ego niega la alegría de ser verdadero exagerando el comportamiento de otras personas. Corta la visión de la vida real que rebasa el actual estado limitado. Sólo la entidad aislada y atrapada en el ego experimenta el terror de la finitud. La desconfianza y el recelo no son sólo parte del miedo general que lleva al ego a desear permanecer inmóvil y a recurrir a los trucos a fin de desafiar el movimiento natural hacia el destino final del ser. Si bien la desconfianza causada por el miedo es la fuerza motivadora, el ego la usa simultáneamente para detener el movimiento hacia la unión.
El ego asume una postura absurda y paradójica. Es intrínsecamente infeliz, precisamente por su finitud, o lo que le parece finito en su estado actual limitado. Es obvio que el ego sólo puede ver lo que está dentro de su ámbito actual de conciencia. Y lo que ve es, en grados variables, limitado y falsificado. Por lo tanto, el ego ve y experimenta sólo la finitud: el universo desconectado y sin sentido en el que sufre y es impotente. Esta percepción de la vida puede cambiar sólo en el grado en que el ego supere la tentación de quedarse quieto. Pero la posición paradójica del ego es que pelea para permanecer en el estado mismo que con frecuencia vuelve su vida insoportablemente solitaria, terrible y sin sentido.
La muerte incomprensible es aterradora, y aunque es posible negar este terror, no es posible disolverlo mientras el ego permanezca dentro de sus actuales límites estrechos. Tarde o temprano, todo el mundo se enfrenta a este final aterrador e ilusorio, tanto el propio como el de otros. Pero incluso si este terror no es intenso, no deja de ser una fuerza insistente en su alma, una fuerza que debe existir siempre hasta que el ego renuncie a su resistencia. A pesar de la tremenda incomodidad del ego, éste se aferra a esa condición misma, el estado que vuelve imposible la visión verdadera más allá de la línea imaginaria de demarcación entre la vida y la muerte. Esta es la enfermedad del estado egoico y su perversión: aferrarse a la cosa misma contra la que pelea.
Todos mis amigos pueden reconocerse fácilmente en esta descripción, pues el Pathwork vuelve muy obvia esta incongruencia. Creo que les ayudará mucho a todos ver su dilema bajo esta luz y saber que se trata de un estado universal que están llamados a trascender. En este camino deben interesarse y tratar de entender cómo pueden trascender el ego, y lo que eso significa en realidad.
El aislamiento y la separación son, sin duda y sin excepción, trágicos e irónicos; trágicos porque son innecesarios, e irónicos porque el ego se aferra a lo que odia y le duele más. Carece de la disciplina y la perseverancia, el compromiso y la fe para aventurarse más allá de su actual ámbito de conciencia. El sufrimiento existirá mientras se aferren a este estado y se lo permitan. Mientras todos los trucos del ego se exterioricen, se racionalicen, se nieguen, se perpetúen y se nutran—como suele suceder—no pueden evitar el sufrimiento.
Todos ustedes saben, amigos míos, y muchos lo han experimentado, que cada paso hacia delante en el camino revela panoramas nuevos que son muy reales, mucho más reales que el estado anterior que ustedes creían que era la realidad definitiva. En cada paso del camino, esta recién adquirida realidad se abre a una vida más amplia y más plena para ustedes. El resultado es más alegría, más paz, más conciencia, más comprensión del bello y profundo significado de la vida, más creatividad y más conocimiento intrínseco de la eternidad de la vida versus la ilusión de la muerte, la ilusión de la finitud.
Pero cada uno de estos pasos sólo podría haberse ganado mediante una enorme inversión de parte de ustedes. Quien todavía quiera indulgencia y resultados fáciles y baratos, jamás podrá alcanzar este nuevo estado. Contemplan melancólicamente las posibilidades pero dudan de que pueda existir cualquier otra cosa que justifique el esfuerzo y la disminución de su orgullo. Esta duda se convierte entonces en el pretexto del statu quo artificialmente mantenido. Éste es el pecado contra la vida, derrotar el movimiento natural de la vida hacia la evolución y la unificación.
La disciplina, el valor, la humildad y la capacidad de comprometerse no son actitudes que ustedes no posean, amigos míos. Cada uno de ustedes posee todos los atributos concebibles en el universo. La pregunta es: ¿Desean valerse de estos potenciales interiores, o desean alegar que no los poseen y que alguien tiene que “dárselos” mágicamente?
Con frecuencia sostienen la idea inapropiada y confusa de que la autodisciplina obstaculiza su libertad, y, a la inversa, que una persona libre no necesita autodisciplina. La libertad, en su sentido real, es impensable sin la disciplina. Y, al revés, las personas que se miman y que rechazan la disciplina son inevitablemente dependientes, débiles, impotentes y, en consecuencia, temerosas. Carecen de libertad. Esta puede ganarse sólo en el grado en que uno recurra a la autodisciplina voluntaria; que la use por sí misma y no para agradar y parecer bueno a los ojos de otros. Esta última actitud suele llevar a creer que otros les imponen una disciplina real o imaginaria. Cuando existe tal imposición—y esto, desde luego, es indeseable—siempre es resultado de la negación de la autodisciplina voluntaria, que es inseparable de la autorresponsabilidad.
Cada expansión debe pelearse con autodisciplina, venciendo l a resistencia arraigada contra la expansión. Debe usarse la disciplina para el reconocimiento riguroso de los trucos del ego y para no ceder a ellos. Esta expansión siempre está un paso más allá de un territorio conocido. El ego ha evolucionado a su estado actual, que varía, desde luego, de una persona a otra, como resultado de lo que la Humanidad ya ha logrado. El “territorio” que las personas han ganado determina su grado de funcionamiento, el alcance de su experiencia y su conciencia.
Cuando hablo de “territorio” me refiero a un estado de conciencia, a una fuerza vital creativa y a un influjo del mundo real, todos los cuales vuelven más profunda y significativa la experiencia de la vida. Por lo tanto, no ha de entenderse la palabra “territorio” en un sentido geográfico, sino en un sentido total. Las cercas alrededor de este territorio indican el grado de trascendencia del ego.
Todas las encarnaciones, en el nivel que sea, requieren aumentar el alcance del “campo de operación” de uno. La tarea es ensanchar las cercas alrededor del ego fragmentado, traer más realidad del mundo que está más allá del confinamiento ilusorio. Indirectamente, esto se aplica a todos los niveles. Incluso el conocimiento y las habilidades más mundanos, exteriores, físicos e intelectuales que han de adquirirse aumentan de alguna manera su capacidad actual para funcionar y experimentar la vida, y contribuir así indirectamente a la tarea de la autotrascendencia. La adquisición de conocimientos y habilidades nuevos también requiere el cultivo de las actitudes necesarias para esta trascendencia. Cada pizca de conocimiento o de habilidad nuevos produce, directa o indirectamente, más poder y conciencia espirituales, más experiencia de alegría y realización de su propia suficiencia y potencial.
Adquirir conocimiento o habilidades nuevos, en el nivel que sea, siempre significa vencer la pereza. Significa autodisciplina: cuanto más deseable es un aspecto nuevo de la vida, cuanto más real y duradero es, más deben invertir en él. Esto significa ensayo y error, y la capacidad de convertir el fracaso en éxito. Significa perseverancia, paciencia y fe. Significa superar el miedo hasta que la cosa nueva se convierta en la propia posesión natural, hasta que se vuelva parte de la personalidad, algo automático, por decirlo así.
La tarea del ego es siempre aceptar primero las dificultades del proceso de aprendizaje. Sólo cuando el ego ha aprendido los aspectos más mecánicos de este proceso puede el influjo del ser espiritual convertir las adquisiciones nuevas en una experiencia espontánea, viva y fácil. El ego significa esfuerzo; el ser espiritual significa sin esfuerzo. Empero, este no esfuerzo deseable no se da mágicamente, pues esto significaría que el ego no se está trascendiendo sino evitando. El ego debe cambiar sus actitudes perezosas y resistentes a fin de trascenderse para ser capaz de unificarse con el ser cósmico más grande. El ego debe sentar arduamente las bases hasta que el ser real pueda manifestarse. Esto puede observarse en todas las actividades o habilidades. Primero siempre hay esfuerzo. Se vuelve placentero sólo cuando parece, y realmente está, “sucediendo a través de ustedes”.
Si están aprendiendo una tarea manual, las reglas de ésta deben aprenderse hasta que se vuelvan parte del ego; si se trata de una tarea mental, el conocimiento mental debe adquirirse primero con mucho esfuerzo, a menudo por medio de procesos mecánicos. Entonces el conocimiento nuevo pertenecerá a la persona y el espíritu puede usar estos recién expandidos conocimiento, visión, habilidad, energía y logro para jugar creativamente. El artista que quiera evadir el esfuerzo de aprender las reglas básicas jamás podrá desarrollar ninguna habilidad creativa, no importa lo real que esto pueda ser inicialmente. Estas habilidades creativas se marchitarán porque esa persona quiere engañar a la vida.
El camino espiritual mismo demuestra los mismos principios. Como dije antes, el ego debe aprender y adoptar actitudes compatibles con las universales y divinas. Esto, como saben, no es fácil. La inspiración del ser espiritual se bloquea en el grado en que el ego está ciegamente involucrado en su negatividad, incluidos la pereza, el orgullo, el voluntarismo, el miedo, el deseo de engañar a la vida y las tendencias escapistas. Pero a medida que estas tendencias son honestamente reconocidas y poco a poco eliminadas, el influjo del mundo de la verdad, el amor y la belleza eternos se vuelve posible.
La ardua tarea de flexibilizar al ego siempre viene primero: enseñándolo, doblándolo, cambiándolo; volviéndolo receptivo y vibrante; permitiendo que una nueva energía vital y creatividad fluyan a través de él a medida que identifican y abandonan los trucos del ego. Ya sea que adopte la forma de conocimientos y habilidades nuevos, o de una actitud nueva hacia la vida y el universo, este cambio siempre significa que han vuelto propio un territorio nuevo.
Las personas verdaderamente se marchitan cuando permanecen en los estrechos confines de su estado actual porque sienten que es seguro y piensan que han eliminado la necesidad del esfuerzo y la inversión. No permiten que la vida los regenere. La regeneración puede darse sólo cuando existe el movimiento interno. Siempre parece aterrador al principio ir más allá de los confines actuales del ego. El territorio nuevo es extraño, desconocido. Las personas quieren evitar lo desconocido, y prefieren encogerse de miedo a tener el valor de aprender de él y volverlo propio. Hacer conocido lo desconocido, tanto afuera como adentro, es la belleza del camino espiritual.
El ego se halla bajo la ilusión de que permanecer en los confines estancados y estrechos del territorio ya conocido—pues independientemente de lo amplio que éste pueda ser comparado con el territorio de otros, sigue siendo estrecho en comparación con el propio potencial—es fácil y relajante. Impulsarse hacia arriba por los cordones de sus zapatos y moverse más allá parece terriblemente agotador. Este sentimiento es ilusorio porque el estancamiento es realmente una contracción, y ésta no es jamás relajante ni reposada, aunque así le parezca a la mente confundida. El verdadero estado de reposo siempre está vivo y se mueve sin esfuerzo. Esto es imposible en un estado de contracción. Pueden verificar esto mirando a su alrededor. Las personas que hacen menos siempre son las que más cansadas están. Y las personas que hacen más siempre están llenas de energía y relajadas…con tal de que su actividad no les sirva para escaparse del ser.
El movimiento armonioso no es fatigante ni agotador, aunque pueden tener estos síntomas al principio, porque pasar de la inmovilidad al movimiento en cualquier nivel requiere primero aceptar un esfuerzo temporal con autodisciplina, fe, valor y humildad hasta que deje de ser un esfuerzo. El movimiento espiritual no necesita esfuerzo. Al decir movimiento espiritual me refiero al movimiento de la realidad última, de la entidad totalmente unificada. El estancamiento en realidad agota, porque requiere un esfuerzo enorme y muchas veces inconsciente a fin de mantener la resistencia contra la inclinación natural del alma de seguir su destino. Este esfuerzo inconsciente se manifiesta entonces como cansancio, agotamiento y debilidad, que proveen el pretexto para permanecer más tiempo en el statu quo. El ego usa los resultados de sus propios errores como trucos.
Toda la vida es movimiento, y éste no necesita esfuerzos cuando la entidad está en armonía con la vida. Pero el movimiento parece requerir temporalmente un esfuerzo hasta que esta armonía se haya establecido mediante la reorientación del ego. Entonces se mueven dentro del ritmo de su propia corriente de vida. Cuando pueden sentir el ritmo de su corriente de vida ya han adquirido cierta cantidad de conciencia y ya están dentro del movimiento expansivo.
Aquellos que están en caminos como el de ustedes descubrirán que algunas partes de ellos ya se están uniendo al movimiento cósmico; otras partes todavía se resisten y se estancan. Las partes de ustedes que se mueven son las partes conscientes. Estas partes son capaces de reconocer la importancia de la resistencia. Estas partes pueden meditar en la búsqueda de una comprensión más profunda de su tarea en la vida; en el significado de su vida a la luz de esta conferencia. Encontrarán mayor motivación para pedir una guía de modo que sus partes estancadas den paso a las partes que se mueven. Poco a poco energizarán la conciencia contraída que se ha separado del todo.
Cuando hablo del ego, no deseo insinuar que debe ser totalmente negado e insultado. El ego es parte de la conciencia divina y contiene todos los aspectos del ser más grande del que se ha separado, aunque éstos estén distorsionados y se usen mal. La energía y la conciencia del ego básicas están hechas de la misma sustancia con la que se reúnen finalmente.
El ego debe estar sano a fin de aventurarse más allá de sus confines presentes, de trascenderse, aprender y apropiarse de terreno espiritual todavía desconocido. Necesita expandir su conocimiento, su experiencia y su potencial creativo. A fin de hacer esto, el ego debe adoptar actitudes compatibles con su naturaleza original. Todos los trucos del ego, toda la negatividad y el mal arraigados sólo en el ego, tienen que reconocerse por lo que son con una honestidad incisiva y total. Deben renunciar a la negación, la racionalización y la proyección. El reflector debe apuntarse implacablemente hacia el ser pequeño. Sólo cuando usan su conciencia egoica para llevar la intensa luz de la verdad a otras áreas de esta conciencia pueden adoptar actitudes sanas y verdaderas. Sólo un ego sano puede trascenderse y unificarse con la conciencia divina naturalmente sana.
Muchas veces, el ego débil, enfermo y distorsionado desea darse por vencido simplemente porque ya no se tolera. Adopta diversas formas de escape, como las drogas u otros medios de trascendencia falsa. Pero esta trascendencia del ego es sumamente peligrosa y sólo una variante de la locura, pues la locura misma es el intento del ego de perderse o trascenderse porque ya no se tolera. En todos estos intentos falsos y peligrosos, la entidad siempre busca evitar el esfuerzo, el dolor, la incomodidad y los aspectos de la vida con los que no está de acuerdo o no entiende. Busca engañar con atajos que nunca funcionan y que cobran un precio muy alto. En consecuencia, la entidad puede aferrarse con más fuerza al estado inmóvil y rígido, tal vez durante muchas encarnaciones, y volver así la trascendencia sana del ego tan imposible como la falsa.
Pueden tener éxito sólo usando la parte sana del ego para arrojar luz sobre la parte enferma; usar la parte honesta del ego para arrojar luz sobre la parte deshonesta. Entonces la trascendencia del ego tiene lugar de la manera más segura posible. Entonces adquieren territorio nuevo: un territorio que al principio era aterradoramente extraño, desconocido y aparentemente oscuro, pero que se volverá conocido y ligero. Con esta nueva seguridad se crea en el ser un sentido de eternidad. Los sentimientos más profundos, el conocimiento y las experiencias del continuo de la vida crecerán y automáticamente eliminarán una gran cantidad de dolor y miedo. Pero este crecimiento no es gratuito. Exige una inversión y un compromiso completos de su parte. Y cualquiera que haga esto genuinamente debe cosechar los frutos de la manera más concreta.
Cuanto mayores se vuelvan sus esfuerzos, más fuerza espiritual obtendrán legítimamente y harán propia. Cada paso de verdad y buena voluntad activa automática e inexorablemente el poder y la fuerza espiritual creativa dentro y alrededor de ustedes.
Bendiciones y amor para todos ustedes, amados míos.
Dictada el 24 de marzo de 1972.