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Pathwork

Conferencias del Guía

Conferencia 202. La interacción psíquica de la negatividad

Saludos y bendiciones para cada uno de mis amados amigos que están aquí. El poder del amor y la fuerza de la verdad se desarrollarán siempre más a medida que crezcan en su camino.

Me gustaría decirles, ante todo, que la mayoría de ustedes han aprendido a ser conscientes y a admitir mucha negatividad. Hasta ahora, la importancia de este progreso no puede ni siquiera percibirse. Existe una enorme diferencia entre si son conscientes de su intencionalidad negativa, o si andan a tientas, exteriorizan y, en consecuencia, sufren un tipo especial de confusión que duele más que el dolor físico. El beneficio de esta conciencia nueva es igualmente grande para ustedes y para otros. En esta conferencia me gustaría mostrarles lo que significa la interacción psíquica inconsciente entre ustedes y otros en términos de la pérdida del amor y también del dolor de la culpa del que hablé en la última conferencia.

Cuando son sólo vagamente conscientes de su negatividad, cuando apenas sienten el dolor que ésta inflige en otros, están atrapados en una batalla de culpabilización, autojustificación, impotencia, autorrechazo y baja autoestima. No pueden más que enganchar a otros, con sus propios conflictos inconscientes, en su negatividad. Los atan en una lucha igual a la que acabo de describir.

Muchos de ustedes ya han empezado a reconocer que al negar su negatividad incurren en una doble falta. En primer lugar, está la culpa de la actitud negativa en cuestión. Podemos llamar a esto la culpa primaria. Luego se involucran en la culpa de negar esta negatividad, lo que podríamos llamar la culpa secundaria. Si la culpa primaria se admitiera y sus consecuencias se aceptaran verdaderamente, dejaría de ser una culpa. Pero la culpa secundaria pesa mucho en el alma de todos. Es una carga que consume mucha energía vital. Su negación siempre implica actos dañinos interiores o exteriores hacia otros y puede, por lo tanto, llamarse pecado, porque ustedes castigan a otros por sus propias faltas, por sus propias intenciones negativas, falta de amor, falta de veracidad, malignidad y demandas injustas.

Si están conscientes, por ejemplo, de que no desean amar y no fingen lo contrario, ésa es su responsabilidad. Si se dan cuenta de que pagan un precio alto por una existencia sin amor, pero no se preocupan más, al menos no enganchan a otros en su culpa por no amar. Estarán solos, desde luego, pero han hecho una elección; lo saben y pagan el precio por ello. Le niegan al mundo su maravillosa capacidad de amar, es cierto, y en ese sentido fracasan.

Pero cuando culpan a otros de su propia falta de amor, incluso si usan sus fallas reales como excusa, cuando los castigan por el resultado de su propia actitud poco amorosa y crean argumentos para justificar su propia retención, entonces verdaderamente pecan, amigos míos.

Este proceso es muy general y común, pero es tan sutil que sólo las personas que poseen una cantidad considerable de autoconciencia pueden empezar a reconocerlo en sí mismos, y por lo tanto también en otros. Es una actitud básica. Existe en variaciones y con diferentes grados de intensidad. La negativa a amar, cuando no se le admite, suele manifestarse en la siguiente actitud: “No quiero darte nada —quienquiera que sea ese “tú”— pero exijo que me des todo. Si no lo haces, te castigaré”. Esta actitud es muy típica. Cuanto más oculta esté y menos conscientemente se le exprese, más insidioso será su efecto en el ser y en otros. Siempre es relativamente fácil negar, racionalizar, distorsionar, ocultar o usar medias verdades para justificar esta actitud.

Últimamente, varios de mis amigos se han vuelto conscientes de esta actitud y pudieron admitírsela no sólo a sí mismos sino también a sus amigos. Cuando esto sucede, el influjo de la energía, del aire limpio y fresco de la verdad psíquica, es instantáneo. Es el resultado de liberarse de la culpa secundaria. Cuanto más exponen todos los detalles de la disparidad entre sus demandas, sus propias intenciones egoístas y el castigo que infligen cuando sus demandas no son satisfechas, más se liberan de la culpa. Cuanto más claramente puedan ver la absurda injusticia de lo que demandan en comparación con lo que dan, la forma tan diferente en la que insisten ser tratados de como tratan a otros, y exactamente cómo eligen castigar —siempre de manera que no puedan ser sorprendidos para que no se les haga responsables—, más rápidamente se liberarán de una carga que causa depresión, ansiedad, preocupación, desesperanza, y a menudo también enfermedades físicas y frustración material.

Una de las maneras más populares de castigar a otros por no responder con amor a su falta de generosidad es hacerlos culpables; idear un argumento de manera tal que ellos parezcan ser la causa de la infelicidad de ustedes. Se convencen exitosamente de esto porque eligen ver sólo el resultado de su retención y de su rencoroso o tal vez cobarde egoísmo. Eligen ignorar que otros no pueden responder de la manera en que a ustedes les gustaría cuando su propia psique todavía está inmersa en esta actitud negativa y egoísta hacia la vida.

Su negatividad dice: “Negaré la verdad y los culparé por no darme todo y por no dejar que me salga con la mía con mis demandas unilaterales. Y si se atreven a reaccionar a esto los castigaré odiándolos más y culpándolos aún más”. Los que están al principio de este Pathwork, o aquellos que tienen una fuerte inversión en su imagen idealizada, que no deja espacio para esta verdad, pensarán al principio que es imposible que ellos, también, puedan albergar una actitud como ésta. Su mejor medida para determinar si esto existe y en qué medida, es consultar su mente y sus emociones. Si se sienten cómodos con otros, sin angustia, y si expanden su vida de una manera gozosa; y si consideran las dificultades ocasionales como peldaños importantes, entonces ya han superado enormemente esta actitud venenosa. Pero también ustedes deben de haberla tenido y deben de haber lidiado con ella de una manera veraz. Nadie está enteramente libre de ella para empezar. Si no han encontrado esta actitud, deben abrirse camino a través de su orgullo, su fingimiento, su cobardía.

Cuando admiten su intencionalidad negativa realizan el acto de amor más fundamental. En el momento en que admiten lo que están haciendo, están realizando un acto de amor, amigos míos, lo sepan o no. Si no admiten su intención negativa, pueden dar mucho, pero jamás la cosa real que más cuenta. Pueden dar cosas, dinero, buenas acciones , incluso ternura, pero éstos son regalos vacíos que no liberan al otro mediante la admisión honesta de su negatividad.

La culpa causada por sus demandas injustas, su deseo de venganza, la negación de su amor y la culpa aumentada por castigar a otros por su infelicidad, debe erosionar su fuerza y su autoexpresión. Los vuelve de verdad débiles. ¿Cómo pueden, mientras continúen en esta actitud, tener jamás fe en sí mismos, creer en su dignidad como ser humano libre? Pueden recurrir a todo tipo de maneras artificiales de imbuirse de confianza en sí mismos, pero esto jamás funcionará a menos que se enfrenten a la culpa secundaria y renuncien a ella admitiéndola. Entonces pueden quedarse incluso, si así lo desean, con la culpa primaria; la culpa de no querer amar, pero por lo menos han asumido la responsabilidad de esto.

Como ven, amigos míos, éste es un mundo de dualidad. Existe mucha confusión debido a la alternativa de “esto o lo otro” y el tema que estamos tratando es especialmente propenso a esta confusión. La humanidad se ve obstaculizada por el concepto de que, o bien uno debe culparse —por lo que sea— o bien la otra persona debe ser culpada. O ustedes son malos y están equivocados, o el otro es malo y está equivocado. Esto crea un grave predicamento, que vuelve imposible estar en la verdad. Si ustedes están equivocados y la otra persona no tiene ninguna culpa, sienten que algo no está muy bien acerca de la situación. También sienten que se les adjudica una responsabilidad indebida. Si ustedes son los que asumen toda la carga de la culpa, seguramente esperan ser condenados al ostracismo. Esta suposición es una carga insoportable; es falsa y no permite la claridad. Los hace sentir todavía más inferiores e indignos de amor. Su pena parece un castigo justo más que una elección que son libres de modificar cuando así lo decidan. Al asumir toda la culpa, permiten a otros, por decirlo así, exteriorizar secretamente sus propias intenciones negativas.

O si, a la inversa, tienen que justificarse completamente para explicar su comportamiento, entonces también se colocan en un predicamento terrible: vuelven a sentir que algo está mal; saben que pensar que el otro está completamente mal tampoco se adecua a la verdad. Si tienen que proteger este fingimiento, que puede parecer deseable a fin de lavar su culpa, se tornarán ansiosos, temerosos y amenazados con que sus defensas se penetren; de manera que no pueden darse el lujo de estar relajados, de ser naturales y de estar cerca de otros. Su interés en su “inocencia” impide la intimidad. De nuevo, no pueden sentirse bien.

La mayoría de los seres humanos aún son incapaces de experimentar de qué forma su distorsión y su negatividad afecta, refuerza y se engancha directamente en las distorsiones y las negatividades de otros. Todavía están demasiado involucrados en la lucha dualista y la defensa de su autoimagen ilusoria. Por lo tanto, están ciegos a la realidad psíquica de la interacción constante entre el ser y otros. La actitud de “o el ser o el otro es todo malo” crea confusión, culpa y baja autoestima.

De psique a psique tiene lugar la siguiente interacción. Supongamos que interiormente dicen: “Te castigaré por no satisfacer mis demandas insaciables. No te amaré ni te daré nada. Te castigaré haciéndote sentir culpable, y si quieres algo de mí, no te lo daré. Te castigaré de la manera más eficaz haciéndome la víctima, para que no me culpes ni me pilles”. Supongamos que la otra persona está luchando interiormente por renunciar a una defensa similar. La resistencia de ambas dice: “No debes darte por vencida. Los otros quieren lastimarte, victimizarte y explotarte. Si abres tu corazón al amor, sólo recibirás a cambio rechazo, injusticia y odio. No vale la pena. Mejor mantente cerrada”. Sólo imaginen cómo su actitud autovictimizante reforzará la resistencia irracional de la otra persona a ser abierta, vulnerable y amorosa. La parte asustada del ser, que está orientada a la negatividad y a la retención “protectoras”, se obstaculizará considerablemente en esta lucha siempre que se tope con esta intencionalidad negativa. Este castigo suele tomar la forma de acusaciones severas que calumnian el carácter del otro. Tal vez nunca hayan pensado en esto en tales términos, pero si lo miran de cerca verán que se trata precisamente de eso. O tal vez incluso usen los defectos reales de otros como excusas para castigarlos por no satisfacer sus demandas y por no aceptar de parte de ustedes un trato en el que ellos den todo y ustedes poco o nada en ese nivel. En otros niveles, el caso puede ser muy distinto.

Así, la interacción inconsciente en esta área refuerza y justifica la convicción de que la negatividad es una defensa necesaria. Desde este estrecho punto de vista, la posición parece correcta. De tal modo, cuando persiguen su intencionalidad negativa también son responsables del otro. Una de las verdades aparentemente paradójicas de la realidad espiritual es que son responsables de sí mismos y también de los otros, cada uno de una manera diferente. Del mismo modo, la intencionalidad negativa de otros los lastima y afecta a ustedes, y ellos son responsables de hacerles esto. Sin embargo, no podrían lograrlo si ustedes no se aferraran tenazmente a la suya. En ese sentido, la responsabilidad es de ustedes. Todo el mundo tiene la opción de usar las malas intenciones de otros como excusa para permanecer en las suyas, o buscar una manera nueva de responder a la vida. Por lo tanto, es igualmente cierto que son exclusivamente responsables de ustedes mismos y que otros son exclusivamente responsables de ellos, y que todo el mundo es responsable de la otra persona.

Como a final de cuentas no hay división entre el ser y el otro, ambas cosas deben ser ciertas. Ustedes son los otros y los otros son ustedes. La separación es tanto una ilusión como la dualidad de “esto o lo otro”. No es que o son responsables de ustedes o de otros, ni que otros sean responsables o de ellos o de ustedes. No hay ningún “esto o lo otro”: todo es uno.

Por lo tanto, cuando ponen fin al viejo patrón de culpar a otros a fin de justificar su injusticia y sus demandas poco amorosas, no sólo se desenganchan de este terrible doble vínculo, sino que también ayudan a la otra persona a desengancharse. Desde luego, otros no deberían depender de ustedes; ellos deben arreglárselas por cuenta propia y encontrar su propia salvación. Ustedes podrían decir: “Otros no deberían depender de que yo supere mis negatividades y problemas para que ellos puedan superar los suyos”. Y ambos tienen razón y no. Ustedes tienen razón de que es efectivamente la responsabilidad de otros y de que pueden hacerlo sin importar lo que hagan ustedes, con tal de que realmente quieran hacerlo. Su esfuerzo, su inversión y su compromiso consigo mismos determinan el resultado independientemente de lo que otros, incluidos ustedes, hagan. Pero también se equivocan al no ver que, por medio de su acto de verdad, que es un acto de amor, ayudan a liberar a otros de sus enredos. Cuando dejan en claro cuál es su parte negativa, eliminan mucha confusión y duda, de manera que pueda surgir el verdadero cuadro de dónde y en qué medida contribuye cada parte a un involucramiento negativo. Esto tiene un efecto tremendamente liberador.

Hay fases particulares en el desarrollo humano en las que para una entidad se vuelve casi imposible salir de su sistema negativo de defensa, y de la convicción de que esta defensa es necesaria, a menos que una de las personas con las que dicha entidad está enredada la deje libre admitiendo su propia intencionalidad negativa, su actitud destructiva, su deshonestidad y su mezquindad. Imaginen lo que sentirían si alguien cercano a ustedes, que los ha lastimado señalando sus culpas reales y falsas, pero que también los ha confundido por la negación de su propia culpa les dijera de pronto: “Me doy cuenta de que no quiero darte amor. Quiero exigirte y luego culparte, acusarte y castigarte cuando no satisfagas mis exigencias. Pero no quiero permitir que te sientas lastimado, porque aunque deseo lastimarte, no quiero que me hagas sentir culpable por tu herida”. ¡Imaginen cuánto los liberaría esto! ¡Cómo una admisión como ésta repentinamente aclararía muchas confusiones! No es muy probable que ustedes respondieran a este acto de amor con hipocresía y presentándose como el inocente que siempre ha sabido esto y que ahora se establece como la víctima.

Si admiten sus demandas injustas similares, su cobardía para dar sus sentimientos y su intencionalidad negativa, esto puede ser doloroso para su orgullo, ¡pero para ninguna otra cosa! El que escucha esto ha recibido, en ese momento, un regalo de amor de ustedes, aunque aun así no deseen amar con su corazón, con sus sentimientos, con su ser interior. Pero han empezado a amar siendo honrados.

Al liberar a otros de la culpa falsa que les han atribuido a fin de ocultar la suya propia, les permiten mirar su propia culpa real sin que se sientan devastados y sin esta lucha interior dolorosa en la que las culpas y las acusaciones mutuas están todas confundidas. La liberación y la clarificación suelen llevar a la resolución de los problemas más profundos. Es como si la personalidad necesitara esta gracia “exterior”, esta mano ayudadora. La atribución deshonesta de la culpa a otros vuelve casi imposible su verdadera autorrevelación; implica que si admiten la culpa ustedes tienen razón de acusarlos de ser malos y de ser la causa de la infelicidad de ustedes. Así es como las personas se enganchan en la negación, la proyección de culpas, la lucha de “esto o lo otro”, la confusión y las interacciones negativas. Alguien tiene que empezar a aflojar el enganche y a desenredar los nudos.

La intencionalidad negativa es una defensa. Surge de la creencia innata de que no se puede confiar en el mundo y de que la única manera en que el ser puede protegerse es siendo tan mezquino como se supone que es el mundo…o más mezquino. Cuando admiten su mala voluntad, ayudan a otros a empezar a confiar en la decencia del mundo y de las personas. Entonces pueden empezar a sopesar: “Tal vez no es tan peligroso, después de todo. Quizás no estoy solo en mi vergüenza y culpa ocultas. Quizás puedo soltar. A lo mejor también yo puedo admitir estos sentimientos sin ser el único responsable”. ¡Qué diferencia significaría esto en su actitud hacia la vida, en su posición espiritual como entidad humana!

Su sistema energético debe empezar a cambiar. Cuando todos trabajan juntos de esta manera honesta, el amor no es un mandamiento ordenado por la voluntad y la mente; no es una abstracción; no es una exteriorización de sentimientos ni un gesto sentimental. Es vigoroso, asertivo y libre. La honestidad es la más necesaria y más rara forma de amor entre los seres humanos. Sin honestidad, siempre permanecerá la ilusión de que están separados de otros, de que sus intereses son contradictorios, de que a fin de proteger sus intereses deben derrotar a otros, y viceversa.

Sólo cuando conocen su propia negatividad, amigos míos, y verdaderamente la admiten, asumen la responsabilidad de ella y dejan de proyectarla a otros mientras distorsionan la realidad a fin de poder hacerlo, de pronto adquirirán una nueva percepción de los actos de los demás, de modo que cuando ellos no la admitan, ustedes sabrán lo que está sucediendo. Y también eso los libera. Y también eso los saca de la confusión y de la culpa de: “¿Dónde estoy fallando en mi sufrimiento? ¿Cómo lo causé? ¿Cómo lo causaron otros?”, fluctuando así entre la culpa y la autoculpabilización. Ninguna lleva a ninguna solución. Pero en el momento en que ustedes asumen la responsabilidad de sus actitudes negativas y destructivas hacia otros, aun si éstos no están dispuestos a hacer lo mismo, ven el cuadro claramente. Se desenganchan, no sólo por su admisión y autoconocimiento, sino también por su comprensión de las intenciones negativas, la exteriorización y las proyecciones deshonestas de la otra persona. Por esto, todos los que admiten lo peor en ellos inevitablemente sienten júbilo, liberación, energía, esperanza y luz como resultado inmediato.

El crecimiento espiritual les trae el regalo de conocer el interior de otras personas: sus pensamientos, sus intenciones, sus sentimientos. Esto no es magia; ocurre de manera natural porque en realidad ustedes y otros son uno. Cuando leen su propia mente con precisión, no pueden evitar leer las de otros, ya que todo es una sola mente. Las mentes de otras personas son libros cerrados sólo mientras ustedes se ocultan de su propia mente. Poder leer las mentes de otros equivaldría a una magia peligrosa si procediera del poder psíquico del individuo. Podría abusarse de este poder. Pero siempre que esta capacidad crece orgánicamente como producto de conocer su propia conformación interior, es natural y no se puede abusar de ella al servicio de impulsos de poder y negatividad.

Lo que ahora parece una entidad totalmente separada será vista por lo que es en la realidad indiferenciada, cuando se haya alcanzado la honestidad más profunda. Se verá que todo es uno, y que sólo hay una conciencia. ¡Qué experiencia tan liberadora es conocer y ver dentro de otros, de ya no estar confusos y desgarrados! Esta capacidad surge de ya no estar dispuestos a ocultar, proyectar, negar y distorsionar; surge de renunciar a una actitud que no sólo confunde a otros a su alrededor que están en un estado similar, pero de todos modos los confunde de igual manera.

En la última conferencia hablamos del dolor de la culpa. El peor dolor de la culpa ocurre cuando ya no saben bien a bien cuál es su parte en una interacción y cuál es la del otro. Este tipo de sufrimiento proviene sólo del ocultamiento. Los desgarra, los hace sufrir, buscar a ciegas, como un animal atrapado. Pero ustedes son su propia víctima. Se han atrapado eligiendo no ser honestos.

Siempre que los seres humanos se desenvuelven hasta un estado más expandido necesitan diferentes herramientas. Tomemos la simple analogía de alguien que dirige un negocio. Cuando el negocio es aún muy pequeño, la organización se adapta al tamaño y al propósito de la firma. Es apropiado y por lo tanto armonioso. Pero cuando el negocio crece, la organización creada para un establecimiento pequeño ya no cabe en el más grande. Ya no sería apropiada ni podría funcionar sin tropiezos. Si los dueños fueran demasiado rígidos para cambiar y persistieran en conservarla al estilo viejo y familiar, o fracasarían en la empresa expandida, o por lo menos encontrarían muy difícil operar.

La misma ley, amigos míos, se aplica a su expansión interior. A medida que crecen y aprenden sobre ustedes mismos, y por lo tanto, acerca de otros y el mundo, experimentan la vida de maneras más profundas y variadas; lo que es, después de todo, la razón por la que están encarnados. A medida que adquieren comprensión y aprenden a experimentar sentimientos que antes habían evitado, están preparando el escenario, por decirlo así, para una “operación expandida”. En términos prácticos, esto significa que las actitudes que alguna vez fueron útiles ahora se han vuelto destructivas y limitantes.

Suele suceder en el camino de la evolución que las entidades crecen de diversas maneras y preparan el terreno para actitudes nuevas y necesarias hacia la vida. Así que deben adaptarse a maneras nuevas de responder al mundo, amigos míos, reaccionando de manera distinta a las reacciones de otras personas hacia ustedes, a lo que ocurre alrededor de ustedes y también a lo que sucede dentro de ustedes. Esto ocurrirá, en primer lugar, sabiendo que su respuesta vieja es un reflejo condicionado creado para encajar en una manera más pequeña de funcionar en la vida; en segundo lugar, cuestionando ese reflejo y las creencias que hay detrás de él. Y por último, pero no menos importante —y éste es el tema básico de la conferencia de esta noche— eligiendo el amor, más que la separación, como su manera de estar en el mundo.

De nuevo, ésta no debe ser una mera palabra, un mero concepto mental, un intento forzado ni una exteriorización sentimental que tape muchas cosas que ustedes no quieren admitir. Debe ponerse en marcha dependiendo de dónde estén interiormente. Admitir su negatividad siempre es un acto de amor, ya sea que se haga directamente a la persona en cuestión, cuando sea posible, o a un helper que no esté personalmente involucrado con su negatividad. De todos modos, es un acto de amor hacia el universo. Dondequiera que encuentren su negatividad, amigos míos, aunque sigan eligiendo quedarse con ella, contemplen que un día querrán renunciar a ella por amor al universo y por amor a ustedes.

El amor es la llave. Si no abren su corazón, se marchitarán. Todos ustedes han visto que no importa lo cierto que pueda ser un diagnóstico, cuántas percepciones interiores hayan adquirido acerca de su pasado, su historia y la dinámica de la condición que les da problemas, a menos que se comprometan a abrir su corazón, ningún cambio real ocurrirá jamás. No pueden sentirse realizados, amigos míos, a menos que se permitan sentir desde el corazón. Y no tiene sentido fingir que quieren amar, o incluso que aman, mientras tengan miedo de sentir sus sentimientos. En el grado en que es así, se refrenan de amar.

No pueden ser fuertes y valerosos, ni pueden amarse a sí mismos, a menos que amen. Es igualmente cierto que sólo cuando aman a otros pueden amarse a sí mismos. El primer paso debe ser estar dispuestos a amar. No empiezan a amar sólo porque deciden hacerlo. Tienen que invocar a la naturaleza divina de su núcleo más íntimo para que les dé la gracia de amar. La gracia de Dios puede manifestarse a través de ustedes haciendo que abran su corazón y pierdan el miedo de los sentimientos, de ser vulnerables. Eso es todo lo que necesitan. Si no aman, no tienen nada. Si aman, lo tienen todo. Pero si aman falsamente y fingen hacerlo, esto es mucho menos amoroso y mucho más engañoso y dañino que cuando admiten su odio. Admitir su odio es más amoroso que un acto de amor aparente que niega el odio. Piensen en esto, amigos míos.

Tómense el tiempo de asimilar el material que les he dado y de establecer la más real y vital de todas las comunicaciones directas: la que tienen con su ser espiritual. Para hacer esto deben eliminar sus autoengaños y fingimientos. Éstos siempre bloquean el camino al Dios que está en ustedes. Aquellos de ustedes que todavía no hayan encontrado dónde y cómo son poco amorosos deben poner manos a la obra. No se dejen engañar por el aspecto donde ya son amorosos. Pregúntense cuán realizados se sienten en él. Cuán cálidos y poco amenazados se sienten con otros. Cuán cómodos se sienten en la vida. Esa es su respuesta a cuán amorosos y honestos son. Entonces tal vez pueda instituirse el primer paso del amor: Admitan su odio. Admitan su deseo de castigar. Admitan su rencor. En el grado en que lo hagan empiezan a amar. Han empezado en el escalón inferior de la escalera del amor en el minuto en que admitan la fea verdad que querían ocultar y de la que, encima de todo, hacían responsable a la otra persona. Hacían esto ya sea distorsionando la realidad o usando algo que era parcialmente cierto como excusa.

Entender esto, amigos míos, exige mucha meditación y una buena voluntad genuina. Pero entonces, ¡qué gran llave para la vida! Deben desear profundamente querer ver esto. Cuanto más se resistan a la expansión a un nuevo modo de operación cuando están listos para él, mayor y más dolorosa será la crisis necesaria. Más volitiva, sin resistencia y suave será la transición a un estado de amor nuevo y más veraz.

Ahora comprométanse a ir más allá y más profundamente en esta dirección. Comprométanse a ir hasta el fin y, por ende, a ayudarse a ustedes mismos y a quienes los rodean. Permitan que esto suceda. Es la mayor bendición que puede haber. Crearán el clima nuevo necesario para un ambiente nuevo…dentro y fuera.

Éste fue, en efecto, un año bendito de trabajo, amigos míos. Muchos de ustedes han manifestado un crecimiento espiritual en expresiones visibles de una vida más satisfactoria, de más paz y seguridad y de realización exterior como resultado. Los años siguientes lo serán más, a medida que expandan su núcleo de aprendizaje espiritual y purificación.

Son realmente benditos. Cada paso de la verdad, cada paso hacia el amor, desencadena más energía espiritual. Cada paso de decencia activa una parte mayor de su naturaleza divina. ¡Sean esta naturaleza divina!

Dictada el 16 de junio de 1972.